Argentina llegó sin pretensiones al Mundial femenino y se va con la certeza de que cuenta con la materia prima para convertirse en un equipo de primer nivel: un gol la separó de octavos, pero demostró que es un grupo que combina experiencia, jugadoras con futuro y la cohesión necesaria para llegar lejos.
“Jugar el Mundial ya cumple nuestro objetivo”, declaró a AFP el presidente de la AFA, Claudio “Chiqui” Tapia, antes del comienzo del torneo en Francia.
Argentina venía de muy lejos. Dos participaciones mundialistas (2003 y 2007) saldadas con seis derrotas, 33 goles en contra y dos a favor, y un equipo nacional femenino que prácticamente había desaparecido en 2017. Pero eso es parte del pasado.
Dirigidas por Carlos Borrello, “un tipo balanceado”, según sus palabras, y muy respetado en el vestuario, las guerreras cosecharon un histórico empate ante la vigente subcampeona, Japón; una derrota digna (1-0) frente a Inglaterra, tercera hace cuatro años, y la remontada del torneo, cuando le anotaron tres goles ante Escocia en 20 minutos para igualar 3-3 el partido.
A la Selección le faltó uno para entrar a octavos. “Nadie daba nada por nosotras y hoy tenemos 40 millones de argentinos alentándonos”, dijo Florencia Bonsegundo, heroína ante Escocia.
Las referentes. Capitana y número 10, Estefanía Banini, de 29 años, respondió a las expectativas. Mejor jugadora del primer partido, sus gambetas y fintas provocaron tres tarjetas amarillas ante Japón. Luego no encontró el ritmo ante Inglaterra y volvió a su mejor nivel frente a Escocia. “Estoy orgullosa de esta selección, por estas chicas, somos una de las selecciones que menos historia de fútbol femenino tienen”, señaló con lágrimas en los ojos tras el empate ante Escocia, lamentando que dependían de ellas mismas para ganar y entrar en octavos automáticamente y no pudieron.
Su relevo como jugadora del partido lo tomó la arquera Vanina Correa, ya destacada ante el equipo japonés pero que se doctoró ante Inglaterra. Su serie de atajadas de máximo nivel quedó coronada por un manotazo cósmico en un lanzamiento de penal de la estrella Nikita Parris.
Unica superviviente del equipo que jugó los otros mundiales, Correa, de 35 años, estuvo en el arco en el Alemania-Argentina de 2007 que finalizó 11-0, la mayor goleada de la historia del Mundial hasta que en la presente edición Estados Unidos venció 13-0 a Tailandia. El avance del equipo nacional entre 2007 y este 2019 está a la vista.
La nueva generación. “Me gusta mucho que haya frescura en el equipo, es una luz de esperanza, tenemos jugadoras importantes de corta edad”, declaró Borrello en el Parque de los Príncipes minutos después de que Dalila Ippolito y Milagros Menéndez, de 17 y 22 años, sacudieran el partido y se asociaran para lograr el 3-1, primer paso de la remontada.
“Es una atrevida, tiene mucho potrero, como se dice en Buenos Aires, tiene un futuro tremendo Dalila”, le dedicó a la segunda, una niña que saltó al campo ante 30 mil personas y tomó las riendas del grupo.
Afianzada en el medio, Lorena Benítez, de 20 años, tiene toque y actitud para jugar contra las mejores, así como la aguerrida pareja de centrales, Agustina Barroso (26) y Aldana Cometti (23), imperiales en toda la primera fase.
Bonsegundo, de 25 años, fue un puñal por la banda izquierda. Tras dos partidos sufriendo por el planteo defensivo, ante Escocia pudo mostrar todo su fútbol. La remontada llevó su firma, con un excelente disparo que tocó la arquera antes de entrar y el penal que concretó el empate. No le tembló el pie a pesar de que tuvo que repetirlo tras haber fallado. “Pateé con alma y vida”, dijo luego, en lo que fue la última recompensa de un grupo para el recuerdo.
La Selección femenina arribará hoy a la tarde al aeropuerto de Ezeiza y, a través de las redes sociales, se organizó una convocatoria para darle un recibimiento inolvidable. Porque, más allá del resultado deportivo, este Mundial es el resultado de una lucha mucho más profunda.
*AFP / NA.