El fin de semana pasado la lente del fútbol hizo foco en dos sitios. En Avellaneda, Boca –líder del torneo y con chances de quedarse con el título– visitó a Racing en el Cilindro. Un clásico con el bonus track de una posible vuelta olímpica: explosivo. Y en Rosario, Central –único escolta del puntero– recibió a Argentinos Juniors en el Gigante de Arroyito. Media ciudad ilusionada. Pero a 700 kilómetros de Avellaneda y 400 de Rosario se jugó un partido por el Federal A. Talleres de Córdoba, con chances de ascender a la B Nacional, enfrentó en el Mario Kempes a un equipo catamarqueño llamado Unión Aconquija. Pregunta para Los ocho escalones: ¿a cuál de los tres estadios concurrió más gente?
La respuesta puede sorprender, pero es real: los 60 mil hinchas de Talleres que desbordaron el estadio cordobés marcaron el récord de asistentes de la fecha. Dicho de otra manera: un partido del torneo Argentino A llevó más público que los dos que podían definir el de Primera. No fue un milagro. No fue magia. Fue Talleres.
Volver a ser. Talleres de Córdoba tiene este martes la posibilidad de ascender a la B Nacional. Sería un avance después de haber pasado seis de las últimas siete temporadas en el Federal A. El club que llegó a abastecer a la Selección que ganó el Mundial 78, que estuvo a minutos de salir campeón ante Independiente, que ganó la Copa Conmebol y que se posicionó como uno de los grandes del interior del país, arrastra una década colmada de padecimientos.
Lejos de aquellos años en los que se les plantaba a los grandes de Primera, Talleres vive un presente casi bizarro. El torneo que disputa para ascender se denomina Tetradecagonal, y participan equipos como Defensores de Belgrano, de Villa Ramallo; Mitre, de Santiago del Estero; Sol de América, de Formosa, y Unión, de
Sunchales. El rival de la fecha pasada, Unión Aconquija, es un modesto club de Catamarca con un escudo igual al de Chacarita y un estadio para tres mil personas. Entre aquella suntuosidad y estas carencias, en Talleres pasaron cosas. Ninguna buena.
En 2004 vivió una paradoja: hizo una gran campaña y terminó tercero, pero descendió por el promedio. Ese equipo dirigido por Jota Jota López, con Aldo Osorio y Píriz Alves como figuras, fue el último que contagió cierto optimismo. A fin de ese año el club quebró y nunca volvió a ascender. Pasó cinco temporadas en la B Nacional hasta que atracó en el Argentino A. Fue una década de gerenciamiento, que sólo aumentó las desprolijidades, la deuda y la ansiedad por un retorno a las fuentes.
Hasta que en 2014 el club se normalizó. El 16 de noviembre, los socios de Talleres eligieron a Andrés Fassi como presidente. La elección fue hace menos de un año, y ahora está ahí nomás de ascender a la B Nacional. Con sólo empatar el martes contra Sol de América, en Formosa, darán un paso más. Se calcula que cerca de ocho mil cordobeses ya habían planeado el viaje, pero la policía formoseña exigió que el partido se juegue sin hinchas visitantes.
Ahora, claro, los hinchas de Talleres deberán esperar. Si el regreso es con gloria, seguramente volverán a reventar el estadio Mario Kempes, como el fin de semana pasado, como le corresponde a un grande.