Cae la tarde sobre Buenos Aires mientras una llovizna persistente agobia a los porteños. En Europa ya es noche de otoño y la noticia surge en los medios nacionales: “Se ratificó el acuerdo con Repsol…”.
—¿Usted lo esperaba así, doctor Todesca?
—Siempre ocurre que cuando se hacen públicas estas negociaciones es porque ya hay un avance en las mesas previas porque sería muy frustrante para un gobierno mostrarse en una situación como ésta y, después, leer el título “Repsol rechazó la oferta argentina” en los medios de prensa. Esto significaría que algo anduvo mal en el proceso de negociación. Cuando estas cosas se saben es porque ya hay una seguridad de que se va a avanzar, por lo menos, en lo que es un “acuerdo marco”.
—Si hacemos un poco de memoria no olvidamos que en el momento de la expropiación, el propio Kicillof había mencionado que el valor-Repsol era cero… ¿No?
—Bueno, aquí el Gobierno está desandando su camino inicial y desafortunado. Uno de los actos que significó una enorme pérdida de tiempo, de energía y de debate dentro del propio gobierno sin mencionar la desvinculación con la comunidad internacional que esto significa. Creo, además, que este tema es el epicentro de la desastrosa política energética que se ha llevado a cabo y me parece bien que comiencen a enderezarse cosas, sin las cuales la Argentina no va a tener inversión petrolera. Indudablemente se han cometido muchísimos errores.
—¿Quizás no es aventurado recordar que en 2003 nos autoabastecíamos de energía?
—Por supuesto: fue así. Y le diré más: en 2002, en medio del gran colapso de la convertibilidad y demás, éste era un problema que la Argentina no tenía. Al asumir el presidente Kirchner tampoco existía este problema. Esto que vivimos hoy es el resultado de largos años de desatención hacia una cuestión central. A mí me resulta muy llamativo que éste sea uno de los puntos en el que ocho ex secretarios de Energía de distintos partidos políticos hayan emitido, en los últimos años, cantidad de documentos y declaraciones advirtiendo todo esto. El Gobierno ignoró por completo estas advertencias que un grupo profesional y plural estaba formulando.
Mire, resolver la compensación por la expropiación de Repsol es positivo desde el punto de vista de mejorar la situación de aislamiento internacional en la que se encuentra nuestro país. Le diré más: es una condición indispensable para que YPF pueda recibir inversiones del exterior. En fin, como le decía, un problema creado por el propio gobierno argentino. En cuanto al acuerdo en sí, el comunicado de Repsol es basante cauteloso y deja claro que habrá un proceso (seguramente prolongado) de negociaciones, con participación de un banco de inversión y que el pago será en bonos de la deuda pública argentina debidamente garantizados. Si hacemos un poco de introspección uno no puede menos que preguntarse si la expropiación no fue un acto bastante demagógico que encubrió la falta de control previo del Estado sobre Repsol-YPF. Porque, finalmente, lo que se expropió fue una empresa descapitalizada, sin capacidad de inversión y que ahora pasará a significar un aumento de la deuda externa del país.
—En este momento no se conocen todos los detalles.
—Bueno, me imagino que habrá un preacuerdo acerca del precio. Ha trascendido algo así como cinco mil millones de dólares. Le diré que España también necesita cerrar esto. No sólo la Argentina. En el caso de Repsol tampoco una compañía puede tener un tema pendiente tan fuerte sin resolver considerando que también hay un accionista dentro de Repsol que es Pemex, la compañía estatal mexicana de petróleo. Pemex es dueña de un poco más del 9% y la nueva gestión presidencial de México ha estado insistiendo para resolver este tema. Entonces, como le decía, a nadie le conviene tener pendiente una negociación de este tipo. Además, Repsol se opondría a cualquier acuerdo que YPF pudiera hacer para conseguir inversores extranjeros (de hecho esto está ocurriendo). Al mismo tiempo también Repsol tiene una situación de cierta incertidumbre jurídica sobre el valor mismo de la empresa.
—¿Por qué motivo?
—Bueno, una parte de Repsol fue expropiada y, como recordábamos, en su momento el gobierno argentino dijo que valía cero. Es una empresa que cotiza en Bolsa y que también necesita rendir cuentas a sus accionistas españoles y mexicanos que, además, “son” el Estado de México.
—Y, en cuanto a nosotros, ¿cómo queda, por ejemplo nuestra posición frente al Club de París?
—Ha habido distintos momentos de negociación. Aparentemente en este momento hay algún diálogo, pero la verdad es que no se ha avanzado nada en estos diez años y esto es bastante grave porque detrás del Club de París (como acreedores) están los principales países del mundo: Alemania, Francia, Japón. Son acreedores de la Argentina por haberle brindado a nuestro país garantías sobre determinadas operaciones. No es un acreedor exigente en términos de que va a demandar pagos inmediatos, a corto plazo. Es un acreedor con características institucionales con el cual habría que haber resuelto las cosas hace ya mucho tiempo.
—¿Usted cree que lo ocurrido con Repsol puede traducirse en inversiones extranjeras que lleguen al país?
—Yo creo que estos procesos son lentos de revertir. A la Argentina todavía le falta recorrer una agenda que parte desde una situación de aislamiento internacional en la que se ha colocado a lo largo de muchos años. Hay que decir también que, después de declarar el default de la deuda externa, la Argentina arregló el 93% de su deuda, pero dejó un 7% afuera de un modo del cual, lo menos que puede decirse es que resulta muy desprolijo. La Argentina le dio la espalda a ese 7% y, en particular, a estos acreedores institucionales que constituyen el Club de París y nunca se preocupó por volver a los mercados financieros. Tanto el Dr. Kirchner como la presidenta Cristina Fernández compartieron el concepto de que lo que había que hacer era pagar y bajar la deuda. Lo que está bien, pero en estos años hubo enormes oportunidades de colocar deuda en el mercado y atenuar más aún esos pagos de la deuda argentina. En Bolivia lo hizo Evo Morales; en Uruguay, Pepe Mujica. Por supuesto que también Brasil y hasta Paraguay. Aprovecharon tasas mucho más bajas y mejores condiciones en los mercados. En vez de esto nuestro país se convirtió en lo que la Presidenta denomina con orgullo “un pagador serial” y la verdad es que, para los que miramos las cuestiones financieras con espíritu político y nacional, no podemos dejar de decir “qué oportunidad estamos perdiendo al no aprovechar las mejores condiciones que nos brindan los mercados.” Quiero ser claro: pagar lo que uno debe, está bien. Pero tener una estrategia financiera y aprovechar las condiciones del mercado resulta en beneficio de la Nación. También hay una cierta posición de orgullo al no dejar que el Fondo Monetario venga a la Argentina para hacer su informe… Piense usted que de los países que están en el Fondo Monetario (creo que son 180) solamente hay ocho países que no le permiten llegar anualmente para hacer su informe.
—¿Es un informe de rutina?
—Sí. Y de este modo entramos a formar parte de una minoría que es absolutamente marginal… Y esto que le digo no es para nada en defensa del Fondo Monetario ni cosa que se le parezca, sino que somos parte de una comunidad internacional. Hubo años muy buenos para la Argentina y nos convenía que un auditor alguna vez comentara que el país estaba andando bien, etc. Esa minoría que le mencionaba no tiene ni remotamente (dentro de la economía internacional) el lugar que ocupa la Argentina.
—¿Y cuál es entonces su visión del 2014?
—Creo que va a ser un año difícil, de muy poco crecimiento en la economía argentina. Es un año que luce con estancamiento, inflación y donde la gran incógnita es si el Gobierno (con este nuevo equipo económico) va a encontrar el camino para contener la enorme salida de reservas que el país está teniendo. Este es un punto central: Argentina no puede perder en el 2014 los mismos 10 mil millones de dólares de reserva que está perdiendo en este 2013. Debe, en cambio, tener políticas que establezcan la proximidad con el mundo. Políticas que bajen la inflación doméstica. Esto es imprescindible y, en ese sentido, todavía le falta al Gobierno (a pesar de estos cambios) anunciar esas políticas. Hay gestos interesantes, pero todavía no tenemos políticas concretas.
—Seguramente habrá que revertir números como los de esta semana en la que el día martes el Banco Central tuvo otra sangría por 120 millones de dólares.
—Este es un problema particularmente grave porque nuestro saldo de comercio exterior (la diferencia entre exportaciones e importaciones) que todavía es positivo es la mitad de lo que era hace tres años. Y vamos a tener pérdidas adicionales en el próximo año porque las exportaciones de productos primarios no crecen al mismo ritmo maravilloso que tuvimos en 2005/2006. Y esto es porque los precios internacionales, aunque están en un buen nivel, permanecen estables. Ya no tenemos un crecimiento del precio de la soja como los que pudimos obtener cuatro o cinco años atrás. Y también porque se nos ha creado este enorme problema de importaciones de combustible. Y esto sólo nos va a generar un déficit de aproximadamente 9 mil millones de dólares. A esto se agregan fenómenos nuevos como la enorme salida de divisas por turismo argentino en el exterior producto del desequilibrio cambiario que se ha generado en los últimos tres años.
—Para el año que viene se prevé un pedido de aumento de los gremios con un piso del 25%.
—Esto es lógico ya que la inflación está (por lo menos) en ese nivel. Además, la experiencia (particularmente en este año) es que los sindicatos han acordado aumentos desdoblados y cuando han hecho las cuentas a fin de año, el desdoblamiento ha significado en muchos casos que, aunque la cifra global sea parecida a la inflación, su aplicación desdoblada a lo largo del año ha hecho que, en términos de poder adquisitivo, haya una pérdida en la capacidad adquisitiva del salario. Yo creo entonces que en ese sentido, hacia el año próximo, va a haber demandas fuertes por parte del sector gremial.
—En esta semana, en la reunión realizada en la Cámara de la Construcción, se habló nuevamente de la parálisis que afecta también al gremio.
—Indudablemente allí vemos caídas fuertes no tanto en los materiales de construcción porque también ha habido alguna activación (sobre todo en el período preelectoral) de la obra pública y si observamos los despachos de cemento vemos que se han mantenido en buen nivel. También hay mucha construcción doméstica. Microconstrucción que ha mantenido la demanda, pero obviamente, el ritmo de la construcción inmobiliaria se ha debilitado mucho sobre todo a partir del momento en que el Gobierno decidió pesificar obligatoriamente las operaciones inmobiliarias.
—El Cedin de Moreno entonces…
—… naturalmente no tuvo ningún éxito porque fue puesto en un momento en el que ya no existía la suficiente confianza como para que hubiera un proceso de repatriación de capitales donde el que traía pensaba que no iba a ser de nuevo observado y demás. También hubo un blanqueo de capitales poco tiempo antes. Así es que estas cosas siempre son discutibles, pero funcionan bajo determinadas condiciones y no en cualquier momento.
—Y al subir los precios de los autos de alta gama ¿se va a resentir la venta? En este momento es un sector que anda muy bien…
—Sí. La lógica elemental de la economía indica que, cuando algo aumenta de precio, la demanda de ese bien entra en baja. Y aquí, aparentemente, el gravamen impositivo va a ser alto. Se ha planteado en un 50% y no sé si va a ser para toda la gama de autos o no. Esto se está discutiendo en el Congreso, pero indudablemente va a producir (en ese segmento) una caída que no sé si es compensable con otros segmentos.
—Se hablaba de que al subir los precios de los autos de alta gama también ascendería el valor de los 0 kilómetro más baratos y, quizás, los usados también.
—Puede ser. La verdad es que habrá que ver el final de ese proceso. Seguramente la demanda de autos usados va a subir y creo que esto, globalmente, va a resentir al mercado de autos nuevos y un deterioro en el nivel de ventas del año próximo. Probablemente haya un desplazamiento de la demanda hacia los autos usados. Además hay un tema adicional y es que, cuando hay un aumento de precios junto con él también aumentan otros costos asociados al mantenimiento del automóvil. Aumenta la patente, los gastos de transferencia del propio vehículo, el importe del seguro. O sea: no sólo aumenta el precio sino que aumentan los gastos de mantenimiento en una proporción fuerte.
—¿Y el alza de la nafta? ¿Habrá algún acuerdo…?
—Yo creo que eso es muy difícil porque aquí hay un par de cuestiones: estamos viendo un proceso de devaluación del dólar oficial y nosotros seguimos importando gran parte del combustible que se consume. Fíjese: estamos pagando en dólares al tipo de cambio oficial que ya tiene una brecha con respecto al tipo de cambio paralelo. Y podríamos decir que es un tipo de cambio subsidiado de algún modo por el Gobierno, pero que también está teniendo un aumento que se proyecta en el orden del 30-35% anual. Es muy claro que esto se va a transferir a los combustibles. Más aún si se está pensando en que haya inversión extranjera en el sector petrolero. Y lo digo porque la inversión extranjera va a venir sólo si se le dan ciertas garantías de libertad de precios.
—¿No es aventurado, entonces, pensar que el alza de los combustibles podría afectar también al campo?
—No tengo cifras exactas, pero está claro que en el costo del sector agropecuario el gasoil es un elemento importante y también está claro que, en el interior del país, los combustibles están más caros que lo que pagamos en la Ciudad de Buenos Aires o en otras grandes ciudades. En el interior hay un costo de transporte mayor. No hay una estación de servicio cada cinco cuadras. Entonces, el tema del combustible en el sector agropecuario está claro que incide mucho en los costos. Sin duda y todo esto viene del mismo fenómeno: estamos con una inflación muy alta acumulada a lo largo de siete años y los efectos acumulativos ya son muy fuertes. Se producen entonces distorsiones importantes tanto en los precios como en los costos. Por eso es que mientras no veamos una política antiinflacionario por parte del Gobierno en realidad nos está faltando la pieza fundamental de una política económica que restablezca el equilibrio que la economía ha perdido.
—Y, a través de su mirada de economista, una pregunta: ¿cómo hemos cometido el error de haber dejado de autoabastecernos de energía desde 2003?
—Sí, la verdad es que es bastante inexplicable, pero en realidad yo creo que el Gobierno ha terminado por creer en su propio relato. Y cuando todo esto se planteaba hace unos años (frente a los cortes de energía) el Gobierno explicaba que el enorme crecimiento de la economía era quien generaba esto. En parte esto es cierto, pero también tapaba una realidad: y es que las reservas se estaban agotando y la producción comenzaba a caer. Como le decía entonces el Gobierno creyó en su propio relato a contramano de lo que le advertía la gente más experimentada del país que se reunía para dar una señal de alarma oportuna y con sentido constructivo.
—¿Cómo es nuestra posición con respecto a Brasil?
—En términos del Mercosur la relación se ha deteriorado como casi todas las relaciones internacionales de la Argentina en materia comercial. Brasil es, tradicionalmente, un negociador duro, pero Argentina también ha sido, en los últimos tiempos, un interlocutor errático: sin metas, sin objetivos claros y esto ha deteriorado la relación con Brasil. Convengamos también que Brasil está dejando atrás (en mayor medida que el resto de Latinoamérica) este período llamado “con viento de cola”. Como le decía lo tuvimos nosotros y otros países latinoamericanos ya sea por el cobre en Chile o el sector agropecuario en Brasil. Posee también desafíos económicos fuertes. La presidenta Dilma Roussef tiene una gestión mucho más difícil que la que tuvo Lula.
Lula también contó con la ayuda del “viento de cola” y el presidente Cardoso siempre se lo recordaba. Le tocó poner en orden las cuentas públicas de Brasil, Lula preservó esto, lo mismo que la presidenta Dilma, pero con tasas de crecimiento mucho más bajas. Brasil está creciendo tanto (o menos) que la Argentina. Tiene un problema fuerte de crecimiento económico y, por consiguiente, la negociación comercial es más complicada. La Argentina ha sido un interlocutor muy errático y creo que con poca visión estratégica. Una de las características del gobierno de la presidenta Cristina Kirchner ha sido justamente una enorme falta de visión estratégica y una confianza fuerte en lo inmediato y en el presente como proyección de futuro. Esto, sin duda, afecta las relaciones internacionales