ECONOMIA
ECONOMISTA DE LA SEMANA

Incertidumbre sobre los programas de gobierno de todos los espacios

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Matriz. Falta debate local de temas energéticos que discute el resto del mundo. | cedoc

A la luz de los resultados del 13 de agosto, las PASO no constituyen un ordenador eficaz del sistema político argentino. La ciudadanía movilizada para la consulta electoral se dividió en cuatro partes: los que no votaron por ningún candidato; los que votaron por la Libertad Avanza; por Juntos por el Cambio; y los que votaron por Unión por la Patria; una proporción mucho menor nuclea al resto.

El resultado muestra un 31% de la población que no votó. Luego un 59%, en casi un triple empate reúne los votos de La Libertad Avanza de Javier Milei; Juntos por el Cambio; y Unión por la Patria. La diferencia en este grupo de tres espacios entre el que obtuvo más votos y el que tuvo menos es de solo 2,6%. Síntesis: 1) la moneda está en el aire; y 2) en un país de voto obligatorio y donde existen sanciones para quienes no ejerzan su derecho al voto, el sistema fue abiertamente desafiado por una parte mayoritaria de la ciudadanía que, o no cree en la democracia; o bien no cree en los espacios políticos, que a lo largo de este siglo han gobernado la Argentina.

El 31% de la ciudadanía que no votó en las PASO puede ser una advertencia sobre la utilidad de ese sistema. El sistema tal como hoy existe, no garantiza el fiel cumplimiento del artículo 38 de la CN que establece que: “Los partidos políticos son instituciones fundamentales del sistema democrático”. Las PASO no constituyen un sistema para dirimir candidatos y diferencias de líneas internas de los partidos políticos para elegir sus mejores candidatos. Y la realidad es que los partidos políticos están cada vez más desdibujados, dentro de espacios políticos cuyas plataformas y programas de gobierno son cada vez más difusos y más ambiguos.

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Los programas de gobierno son difusos y eluden el compromiso político

Si los partidos políticos tienen un rango constitucional definido como esencial es inconcebible que sean ambiguos; que no haya elecciones internas; que no presenten candidatos y que no se conozcan sus plataformas partidarias aprobadas por sus cuerpos orgánicos; ni los programas de gobierno que deberían ser la base del contrato cívico entre el votante y el candidato elegido.

Suena ilógico que las fórmulas de los espacios políticos estén compuestas por un candidato a presidente de un partido político, y un candidato a vicepresidente de otro partido integrante del espacio. Al no existir un programa común aprobado por los partidos que componen el espacio, no hay con el votante ningún compromiso.

Este estado de cosas obliga a trabajar sin programa; y el programa de gobierno que se termina votando es simplemente el discurso ambiguo y demagógico del candidato. En definitiva, un conjunto de palabras no escritas, pronunciadas temerariamente por los protocandidatos en las PASO cuya exigibilidad de cumplimiento por parte de la ciudadanía es nula.  

Poniendo la lupa sobre los resultados. Lo primero que surge es que el candidato que más votos obtuvo, no proviene de un partido político. No se conoce su institucionalidad; tampoco su doctrina; y tampoco su experiencia parlamentaria partidaria es extensa. Se trata de un espacio nuevo,  que ha construido su fuerza en base a un discurso crítico, que a muchos puede entusiasmar, pero que no está basado en experiencias de gobierno concretas. Se asemeja al “que se vayan todos”.

El desafío de una transición energética eficaz y ordenada

Si se focaliza en el espacio que obtuvo el tercer puesto por número de votos –el peronismo–, éste mantiene su larga tradición movimientista, que no es congruente con la institucionalidad de un partido político en sentido lato. En este siglo, además, ha basado la toma de decisiones, más que nunca, en una forma cuasimonárquica y absoluta, que también  se aleja del formato del partido político republicano y democrático contenido en nuestro texto constitucional.

En cuanto a Juntos por el Cambio, éste constituye una experiencia iniciada en 2015, que en los hechos funcionó como una alianza electoral exitosa, pero no como una verdadera alianza programática de partidos políticos – en los estrictos términos del art. 38 de la CN–, que se reúnen para gobernar en base a un programa común; en un todo de acuerdo a lo que establecen las leyes y la Constitución de la República.

De esta situación institucional anómala surge una incertidumbre extraordinaria respecto al futuro argentino. La mera existencia de esas anomalías, obliga a plantear hacia el futuro la necesidad de una reforma política profunda, que debería dar centralidad a los partidos políticos en la configuración de las coaliciones, siendo la obligación del Estado velar a través de la Justicia por la correcta institucionalidad del sistema.

El proceso electoral genera incertidumbre por el hecho de que no existen debates entre candidatos, ni publicidad de las plataformas políticas de los espacios que deberían surgir de los previos consensos de los partidos que integran los espacios. La falta de programas de gobierno encierra el peligro de su reemplazo por los discursos de los candidatos, que  no constituyen programas coherentes y explícitos sino pura retórica, muchas veces vacía, destinada al impacto sobre las emociones de “ciudadano-consumidor-votante”, en vez de dirigirse a la racionalidad que se presupone debe guiar al ciudadano informado sobre la decisión del cual se puede y se debe apoyar el “buen gobierno”.

Hidrocarburos: crecimiento desparejo, estancamiento y falta de planes

El vacío programático y el salto al vacío. En este contexto de vacío programático llama la atención que en Argentina se estaría orientando a privilegiar en la mayoría de los espacios políticos, una agenda basada en la primarización de su economía en vez de orientar las decisiones políticas para el logro de la integración de las cadenas de valor en las ramas industriales, que nos permitan un crecimiento del producto bruto interno con alto valor agregado y generación de nuevos puesto de trabajo. Está ausente la idea del desarrollo que podría generar la caída de la pobreza que constituye nuestro problema central.

Una rápida mirada sobre las propuestas de los espacios políticos demuestra que: 1) existe un infundado acuerdo entre la burocracia política y las corporaciones respecto a un desarrollo –cuya viabilidad integral no está probada– a partir de la producción de Vaca Muerta que ignora, entre otras cosas, la transición energética mundial que tendrá como resultado la disminución del consumo de hidrocarburos; 2) existe un negacionismo en la política –implícito o explicito– del cambio climático; 3) existe también un desmedido afán de desarrollar la minería del litio sin que todavía tengamos claro la integración nacional de la cadena de valor de dicha industria; y paradójicamente, 4) la política todavía no ha focalizado la problemática de la educación pública ni de la salud pública; ni de la construcción de nueva infraestructura pública como temas centrales a resolver por la Argentina en los próximos lustros.

En el contexto de la lucha electoral y de una alta abstención en el voto que se insinuó en las PASO, todavía es imposible vislumbrar acuerdos de fondo entre los espacios políticos en temas de alta importancia económica y política como son entre otros: 1) la lucha contra la inflación para su erradicación definitiva; 2) la forma cómo encarar la transición energética frente al cambio climático; 3) la disminución de la pobreza.

 

*Exsecretario de Energía. Presidente del IAE Mosconi.