Con una visión crítica del uso judicial de la perspectiva de género, Valentina Ortiz, activista e influencer, da cuenta de los pormenores del asesinato de Lucio Dupuy, a la espera de la sentencia que se conocerá el próximo jueves. Dice que “existe una relación de poder evidenciable entre madres y padres sobre sus hijos e hijas”, que es pasada por alto y que hay otros casos similares, sobre los que casi no circula información porque los “medios de comunicación no acompañan los reclamos de la gente, sino que replican aquello que está en la agenda”.
—Sos una de las pocas comunicadoras que hablan enfáticamente del caso Dupuy. Además, tenés una posición muy crítica de lo que ocurrió a nivel institucional y del uso de la perspectiva de género ¿Podrías resumir lo que sabés?
—Lo más problemático del caso de Lucio Dupuy, más allá del propio filicidio que es en sí mismo un hecho aberrante, es que se trata de un crimen de género. Recordemos qué es la violencia de género: Según ONU Mujeres, es aquella que se da por un motivo de género, y no de un género al otro. La ONU también especifica que de este tipo de violencia pueden ser víctimas mujeres, hombres, niñas y niños. Sólo podríamos tipificar como femicidios aquellos en los que se puede demostrar que hubo un componente de género en la motivación del crimen, pero la violencia, sobre todo la de pareja, es multicausal. Existen problemas de abuso de sustancias, problemas ligados a la salud mental, problemas educativos, personas que replican la violencia que sufrieron en casa o educación religiosa restrictiva, entre otro montón de razones que llevan años siendo estudiados por la criminalística. Hoy, sin embargo, todo asesinato de un hombre contra una mujer que sea parte de su círculo más o menos cercano, es catalogado como femicidio.
El caso de Lucio Dupuy, como te decía, mostró un claro componente de género. Las pericias lo confirman. Las asesinas le habían mutilado el pene. La mayor representación en un niño de su condición de varón. Se han llegado a filtrar conversaciones de WhatsApp entre ellas, donde hablaron de que, en realidad, hubiera sido mejor poder violentar al padre de Lucio y no a él. Que “tuvieron” que violentarlo a él por no poder atacar al padre. Los juguetes sexuales de ambas tenían el ADN de Lucio. Había sido golpeado, quemado con cigarrillos, mordido, agredido sexualmente y torturado en formas que a cualquiera le costaría siquiera imaginar.
Al principio, Lucio vivía con su mamá y su papá. Todos juntos se trasladaron a Luján por un trabajo de Christian, su papá. Al poco tiempo, Magdalena cortó la relación y se llevó a Lucio con ella. El niño entonces pasó a estar bajo los cuidados de los abuelos paternos y la madre lo visitaba cada tanto. Durante este período Magdalena comenzó su relación con Abigail y al poco tiempo se volvió a llevar a Lucio. La abuela paterna empezaba a ver signos de maltrato en él. Un día, Magdalena llama al tío paterno de Lucio (hermano del padre) y le dice que vaya a buscar a Lucio con urgencia. Las palabras textuales fueron: “Vos lo querés a Lucio. Vení a buscarlo hoy.” En ese momento es que Lucio queda bajo el cuidado de su tío y la esposa de él, hasta abril de 2020, cuando una jueza ordenó la restitución de la custodia a Magdalena, la madre que sería también su asesina, quien había estado viajando de mochilera con su nueva novia. Ahí es donde la perspectiva de género juega un factor fundamental. No fue el interés superior del menor lo que se tuvo en cuenta, sino la condición de Magdalena como madre biológica. El análisis no hubiera sido el mismo ante un padre que decide desentenderse de su hijo para irse de viaje con su novia y que, luego, ve restituida su guarda y custodia por el mero hecho de ser el papá biológico. En este proceso hubo otra responsable: La magistrada que está a cargo del Juzgado de la Familia, Niñas, Niños y Adolescentes N°1 de Santa Rosa. La que tras las denuncias de parte del padre de Lucio y su familia paterna, les negó la custodia del menor, la misma que está siendo denunciada por muchos padres obstruidos de La Pampa. Anualmente se organizan marchas contra su accionar…
—¿Por qué elegiste abanderar un tema tan complejo e impopular?
—Soy una activista que además es influencer, pero por sobre todas las cosas, soy una activista por los derechos de los hombres y sus hijos que emplea su llegada en redes sociales para arrojar luz sobre aquello que pareciera no convenir a nadie. Hace siete años, en 2016, comencé mi recorrido en redes sociales centrándome en la crítica al feminismo. Para ese entonces había canales en inglés con temáticas similares y yo quise empezar a llenar ese hueco en la comunicación y en el activismo para la misma problemática, pero orientada a los países hispanoparlantes. Me di cuenta de que si bien las mujeres podíamos ser perjudicadas por el feminismo (siendo infantilizadas, utilizadas y colectivizadas) no se hablaba del daño que padecen los hombres y sus hijos. Cuando monopolizamos una experiencia como únicamente femenina (sea el maltrato, el abuso sexual o la violencia vicaria o interferencia parental), estamos condenando a la sombra y al silencio a todas aquellas víctimas que no entran dentro de los estándares impuestos por un sector en particular. ¿Dónde quedan los hombres víctimas de maltrato a manos de sus parejas? Alejo Oroño, por ejemplo, fue asesinado por su novia, luego de hacer reiteradas denuncias. ¿Dónde quedan los hombres víctimas de abuso sexual? Incluso las leyes “pioneras”, como la ley del “Sólo Sí es Sí” en España, excluyen de sus medidas de protección a las víctimas masculinas. Pero estos lamentablemente no son los peores casos. Los peores casos tienen lugar donde hay menores involucrados. Donde un padre y su familia luchan durante meses o años por la custodia, en muchos casos, porque el menor es víctima de maltratos a manos de su madre, y donde las instituciones, aplicando una innecesaria “perspectiva de género”, no sólo permiten que la custodia continúe a manos de la agresora, sino que le retiran la custodia al padre.
—¿Por qué creés que hay menos revuelo mediático en torno a este caso que en otros?
—Los medios de comunicación en muchos casos, no acompañan los reclamos de la gente, sino que replican aquello que está en agenda. Podemos comparar los minutos que se han dedicado en televisión al juicio de Fernando Báez Sosa (también gravísimo), con los que se están dedicando para el juicio de Lucio Dupuy. Podemos comparar las publicaciones de ciertas plataformas, como, por dar un solo ejemplo, la Revista Sudestada. El análisis que hacen del caso Báez Sosa es muy diferente al que hacen con el caso de Lucio Dupuy. En el caso de Báez Sosa, los redactores apuntan a las características personales de los implicados. Eran rugbiers. Eran blancos. Eran varones. Eran de clase más o menos alta. Le dijeron a Fernando ‘negro de mierda’. Con el caso de Lucio Dupuy no se atreven a hacerlo, porque tendrían que decir que eran mujeres feministas, que eran lesbianas. Que una de ellas tenía en su foto de perfil de Facebook ‘Nací para ser libre, no asesinada’ y terminó asesinando a su propio hijo. Que fue abusado sexualmente con los juguetes sexuales de ellas. Que el peritaje confirma un crimen por odio al hombre.
—¿Y cómo juegan la perspectiva de género y las relaciones de poder entonces según tu parecer?
—Asesinar a una mujer, sin ningún contexto extra, implica una tipificación diferente: Es un femicidio. Un filicidio, no lleva más que la etiqueta de “agravado por el vínculo”. No es la visibilidad de los casos donde hay mujeres víctimas a manos de hombres lo que nos molesta a muchos, sino la doble vara que existe para con estos casos. Siempre que se informa sobre crímenes que tienen como víctimas a mujeres o que son perpetrados por varones, los medios encuentran en ello una prioridad. Se parte de la base de que existe una relación de poder de los hombres sobre las mujeres, que hacen que estos crímenes sean peores y que las mujeres se encuentren especialmente desprotegidas. Pero existen leyes de protección específicas para víctimas femeninas, poniendo recursos del Estado a disposición. Que estas medidas en algunos casos fallen, tiene más que ver con el pésimo funcionamiento de los organismos estatales que con una intención de condenar a las mujeres al sufrimiento. Sin embargo, donde sí existe una relación de poder mucho más evidenciable, es en la relación de las madres y los padres sobre sus hijos e hijas. Ellos están supeditados a sus cuidados y sus decisiones. No tienen la capacidad de desplazarse por su cuenta y pedir ayuda. No pueden salir a la calle a marchar por sus derechos. Eso tenemos que hacerlo nosotros.
—Contaste que el caso de Lucio es uno entre otros, ¿cuáles?
—El de Lucio fue el caso más sonado en nuestro país, pero poco después fue Milo Derto. Más tarde fue el de Zoe Rodríguez. Hace unas semanas, antes de Navidad, el de Renzo Godoy. Y esta semana Milena, de dos años, asesinada por su madre y su nueva pareja. Entre Zoe y Renzo hubo otro, que fue tan poco sonado que ni siquiera sabemos su nombre. Lo que sí sabemos es que su madre era policía y quería matar también al padre de la criatura, pero no lo logró. Todos coinciden en lo mismo: Había una familia paterna desesperada por ejercer los cuidados de los menores, una Justicia que no puso el foco en su bienestar y un relato que sistemáticamente los invisibiliza.