Me gustaba la idea de un show sobre un adolescente que solo se quejaba de su alrededor y no entendía que sus decisiones no importaban mucho” dice Amy Poehler, del otro lado del teléfono y sonriendo. Habla de Duncan, el protagonista de Duncanville, el show animado que llega a Fox Channel a las 9 PM hoy (junto al estreno de la nueva temporada de Los Simpson). Show que ella ha creado, junto a Mike y Judy Scully (Mike es leyenda animada: por 20 años fue parte de Los Simpson) y donde le pone la voz a Duncan y su madre. Poehler, al contrario de Duncan, ha tomado decisiones contundentes para el cuerpo de la comedia moderna: su mítico paso (junto a Tina Fey) por Saturday Night Live como intérprete y guionista y desde ahí su protagónico y rol como productora en Parks and Recreation, la sitcom hoy en Amazon que muchos definen como la mejor de toda la historia.
Poehler, siempre asociada a su amiga Tina Fey, es parte de esa realeza a la que pertenecen Fey, Will Ferrell, Kristen Wiig y más nombres, hoy productores y guionistas, que han reconfigurado la comedia desde esa nave nodriza que es Saturday Live Night. Desde ahí, Poehler ha escrito best-sellers y producido shows de vanguardia (Russian Doll, la celebrada serie donde todos los nombres en los cargos creativos son femeninos). Ella, Fey (ambas, parte de la comedia nacida en Chicago) y muchos más nombres han demostrado lo que era obvio, desde aquel 2001 en que se unieron a SNL: el poder creativo y el beneficio de la comedia, o de cualquier relato, desde la diversidad (se viene Moxy, que ella dirigió y la segunda temporada de Russian Doll, y si todo sale bien, ambas volverían a conducir los Golden Globe).
Poehler sostiene a la hora de ilustrar porqué sus ganas de contar con Duncanville, desde un adolescente de 16 años: “Los adolescentes viven en un mundo donde la fama es importante. Eso es peligroso. Ya no piensan en una seguridad laboral, en una familia, y todos esos tics que nos ponían a nosotros. Quizás porque el mundo no se los puede dar. Es un mundo de redes sociales.” Y agrega: “En un mundo de redes sociales, no todos somos especiales en el sentido que te demandan las mismas, pero tampoco el planeta les da una esperanza que tenga que ver con un futuro más a largo plazo. Por ende, todo está mezclado, y eso, aunque terrible, también genera una gran comedia de ambiciones que contrastan con la realidad de un adolescente y sus anhelos. Generando así una comedia hecha con ese amor que es el absurdo.”
—La reacción más simple es: ¿otra comedia sobre una familia? Pero evidentemente hay algo ahí que funciona en los relatos de la comedia.
—Lo que nunca cambia, lo que es oro para la comedia y los traumas es una sola cosa: la dinámica familiar. No importa si te dicen “milennial”, “centennial” o “boomer”. Las constantes son dos: siempre tus padres te dan vergüenza y pensas que la vida está siendo muy injusta con vos (tengas razón o no). Todo viven en su mundo, todos viven pensando en algo que creen que los demás no entienden: si eres hijo piensas que no entienden y, si sos padre, que tu hijo hará algo malo, o le pasará algo malo en cualquier momento. Donde hay familia hay amor, claro, pero también hay mucho de extraño a la hora de pensar en reglas, en límites, en prioridades de cada uno que a veces se pisan y se confunden.
—Creadora, showrunner, productora y más ¿Hay algo que une todos los relatos que cuentas, desde el lugar que sea? ¿Algo que te define como una cuentahistorias?
—Me genera dudas el hecho de hacer conexiones, al menos desde mi punto de vista, de lo que he contado. Siento que quizás sea mejor lo haga otra gente. Pero para mí, el proceso es tan importante como el producto. Hacer televisión, sea Saturday Night Love o Parks and Recreation, o Duncanville o Russian Doll, es siempre algo parecido a un largo matrimonio. Si tenés éxito, van a trabajar por años juntos. Para algunos el producto es lo importante. Pero yo amo el proceso, amo la gente con la que trabajo, el aprendizaje, los riesgos que corremos, y en ese sentido, el proceso es más importante, siempre. Si se hace con amor, cariño, con gente, y creatividad que te hace reír, muchas veces esa “fórmula secreta” llega a la pantalla. Ojo, muchas veces eso no sucede. Y ahí lo que te queda es la experiencia, y no es egoísmo, es simplemente entender aquello saludable de un ambiente que deviene un poco complicado si no hay éxito.
—¿Cuál es tu relación con la animación, considerando que mucha de la vanguardia de la comedia popular en los últimos años ha obtenido más peso y repercusión desde ese medio?
—Sí, amo la animación. No hay reglas, no hay límites. Tu personaje puede salir volando, puede transformarse, puede romperse en pedazos. Hay tanto espacio para la comedia, para que la comedia recorra. He tenido suerte en mi vida de poder hacer comedia animada, porque te lleva incluso a un lugar más primario, más divertido. Más instintivo si se quiere y más lúdico por la idea que no estás poniendo tu cuerpo y tu vergüenza en juego. Los límites los suele poner la voz: tal actor te da una sensación de realidad, y desde ahí podés crecer. Ty Burell, el padre de Modern Family, que es el padre en este show, y con ese sedimento, sí podés ir a lugares nuevos, ¡bah!, al menos verosímiles a la hora de la comedia. Entonces, sí desde ese rincón, queremos ir a lugares exagerados y alucinados, es fundamental que creas en la voz que estás escuchando, que te dé un pie de humanidad.
—Aquí volvés a algo crucial, pero que has llevado adelante desde siempre: el trabajo con compañeras. Tal es el caso de Rashida Jones aquí, pero hay muchos ejemplos en tu carrera.
—Tengo mucha suerte a la hora de quiénes son mis amigas y cuán graciosas pueden ser. Lo bueno de eso es sentarse a pensar con quién vas a producir o crear tal o cual relato. En el caso de Rashida Jones tenemos un vínculo desde Parks and Recreation. Y no podía pensar en otra persona a la hora de pensar en el motivo sentimental para Duncan. Pero la base es intentar que los personajes femeninos, o los diversos, tengan sino tres dimensiones, al menos dos dimensiones distintas que la “esposa que reta al marido que anda de parranda”. Hace rato que está claro que la comedia ha logrado mostrar que todos podemos ser idiotas, sin importar nada, salvo, claro, la inteligencia de esa idiotez.
—La comedia en este momento del mundo ¿qué puede hacer?
—Espero que divertir. Sé que todos estamos lidiando con ansiedad, depresión, con falta de certeza. Necesitamos reirnos. La comedia siempre es refugio y resistencia.Eso es siempre crucial a la hora de crearla.
El otro lado de la familia americana
Muchos de nosotros estamos en cuarentena con nuestras familias, con casas llenas de niños, y está bueno ver un show que es tanto para adolescentes y adultos. “Está diseñado para funcionar así” dice Amy Poehler, a la hora de hablar sobre las razones para ver Duncanville. ¿Cómo definiría Poehler el show? “Espero que entiendan que esta comedia puede ser familiar. Padres, adolescentes, Duncan. Es un show tonto de la manera más inteligente. Hay mucha acción estúpida, y eso lo digo en el sentido más poderoso del término. Más feliz del mismo. La voz es un don muy particular en la comedia, y puntualmente en la animación. Por supuesto que nadie me va a elegir para interpretar a un niño de 16 años en el mundo. Pero ahí está la magia de la animación: poder jugar, pero poder también dar lugar a personajes que no aparecen tanto en ficciones, dar lugar a diversidad, delante y detrás de la ‘cámara’”. Poehler interpreta dos voces en el show ¿cómo se diferencian estos roles de otros que has interpretado? “En mi carrera he interpretado muchos personajes que son energéticos y que buscan llegar a determinados lugares en su carrera. Acá quería lograr todo lo contrario. Duncan es alguien que se toma su tiempo. Fui al shopping y estudié a muchos adolescentes. Eso suena un poco más pervertido de lo que quería que suene. La historia de la animación reciente, por suerte, está llena de mujeres que hacen a adolescentes que no tienen sentido.”