Trascendió ayer una carta dirigida al Papa Francisco en la que trece cardenales conservadores se dirigían al líder religioso para manifestar su desacuerdo en varios temas. La epístola le fue entregada al Sumo Pontífice el lunes de la semana pasada cuando arrancó el Sínodo de Obispos sobre la familia.
El blog de Sandro Magister, vaticanista italiano muy crítico de Francisco, fue el sitio que publicó el escrito. En el mismo, los purpurados cuestionaron los nuevos métodos de la asamblea que le otorgan más importancia a las discusiones de los 270 padres sinodales en grupos lingüísticos, la composición de la comisión de diez personas para el informe final y el documento de trabajo, el Instrumentum Laboris (IL). También expresaron temor a que haya cambios en el "problema teológico-doctrinal de la comunión para los divorciados vueltos a casar".
El vocero de la Santa Sede, el padre Federico Lombardi, le restó importancia a la misiva: "Lo que puedo comentar es que de las 13 personas firmatarias hay dos que dijeron explícitamente que no firmaron nada similar: el cardenal Scola (arzobispo de Milán) y el cardenal Vingt-Trois (arzobispo de París). Así que tengan cuidado de lo que toman como bueno".
Los autores del texto fueron Carlos Caffarra, arzobispo de Bologna; Thomas Collins, arzobispo de Toronto; Timothy M. Dolan, arzobispo de Nueva York; Willem J. Eijk, arzobispo de Utrecht; Gerhard L. Müller, prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe; Wilfrid Fox Napier, arzobispo de Durban y presidente delegado del sínodo; George Pell, arzobispo Emérito de Sydney; Robert Sarah, prefecto de la Congregación para el Culto Divino; Jorge L. Urosa Savino, arzobispo de Caracas; Johnn Njue, arzobispo de Nairobi; Norberto Rivera Carrera, arzobispo de Ciudad de México; Elio Sgreccia, presidente emérito de la Pontificia Academia para la Vida y Daniel N. Di Nardo, arzobispo de Galveston-Houston.
Los que desmintieron haber firmado la carta fueron André Ving-Trois, del arzobispo de París; Mauro Piacenza, penitenciario mayor; Angelo Scola, del arzobispo de Milán; y Peter Erdo, del azobispo de Budapest.
La carta completa:
Santidad,
Mientras inicia el sínodo sobre la familia, y con el deseo de verlo servir provechosamente a la Iglesia y a usted en su ministerio, respetuosamente le pedimos que tome en consideración una serie de preocupaciones que tienen otros padres sinodales y que nosotros compartimos.
Si bien el documento preparatorio del sínodo, el Instrumentum Laboris, tiene puntos admirables, también tiene secciones que se beneficiarían de una sustancial reflexión y reelaboración. La nueva metodología que guía el sínodo parece asegurar una excesiva influencia sobre las deliberaciones del sínodo y el documento sinodal final. (...) Algunos ambientes considerarán que a la nueva metodología sinodal le faltan apertura y genuina colegialidad. En el pasado, el método de presentar propuestas y votarlas tenía como valioso fin saber la posición de los padres sinodales. La ausencia de propuestas y de las correspondientes discusiones y votaciones parecer desalentar un debate abierto y limitar las discusiones a los "circoli minori"; por consiguiente, nos parece urgente que se restablezca la redacción de propuestas que deberán ser votadas por todo el sínodo. Votar un documento final llega demasiado tarde (...)
Además, la falta de participación de los padres sinodales en la composición del comité de redacción ha creado un notable malestar. Sus miembros han sido nombrados, no elegidos, sin consulta previa. Del mismo modo, cualquiera que forme parte de la redacción de cualquier texto a nivel de los "circoli minori" debería ser elegido, no nombrado.
A su vez, estos hechos han creado el temor de que la nueva metodología no siga el espíritu tradicional y la finalidad de un sínodo. No se entiende la necesidad de estos cambios en la metodología. A un determinado número de padres les parece que la nueva metodología está configurada para facilitar unos resultados predeterminados sobre cuestiones importantes que son objeto de controversia.
Por último, y es tal vez lo más urgente, varios padres han expresado su preocupación de que un sínodo planificado para afrontar una cuestión pastoral vital -reforzar la dignidad del matrimonio y la familia- pueda llegar a estar dominado por el problema teológico/doctrinal de la comunión a los divorciados que se han vuelto a casar por civil. Si así fuera, esto inevitablemente levantaría cuestiones aún más fundamentales sobre cómo la Iglesia, en su camino, debería interpretar y aplicar la palabra de Dios, sus doctrinas y sus disciplinas a los cambios en la cultura. El colapso de las iglesias protestantes progresistas (...) justifica una gran cautela en nuestras discusiones sinodales.
Santidad, le ofrecemos estos pensamientos en un espíritu de fidelidad y le agradecemos que los tome en consideración.
Fielmente suyos en Jesucristo.