Sin apuro, pero con determinación, la ex candidata presidencial Marina Silva comenzó a mover sus fichas en el tablero político brasileño. Tras dos años del Lava Jato, decenas de detenciones de empresarios y legisladores y masivas marchas y contramarchas reclamando el impeachment a Dilma Rousseff o, por el contrario, denunciando un supuesto golpe, la ex senadora salió esta semana a pronunciarse sobre la crisis política e institucional que conmueve a su país. En una estrategia de pinzas, pegó por derecha e izquierda. Por un lado, rechazó el juicio político a la mandataria. Por el otro, reclamó que la justicia electoral convoque a una nueva votación.
Bautizada por la prensa como la renovación de la política brasileña, Silva aseveró que el impeachment dejaría intacta “la mitad de los problemas que afectan al país”, acusando al opositor Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB) y al Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB) de buscar frenar las investigaciones del juez federal de Curitiba, Sérgio Moro.
“El PMDB, durante 12 años, como hermano siamés del PT (Partido de los Trabajadores), designó directores en Petrobras y tomó decisiones políticas que nos llevaron a la crisis. Brasil está viviendo un momento de emergencia económica. No podemos, bajo ninguna hipótesis, permitir que haya una emergencia institucional”, dijo Marina, citada esta semana por el diario Estado de S. Paulo. Además, acusó al PSDB de “entrar en el juego” del juicio político junto al PMDB para después frenar el Lava Jato, al tiempo que defendió la realización de nuevas elecciones.
Según un sondeo de Datafolha, Marina lidera las encuestas para una eventual disputa presidencial, con un 24% de aprobación. Con ese dato en la mano, la dirigente ecologista reclamó que el Tribunal Superior Electoral (TSE) anule los comicios de 2014, por la presunta financiación ilegal de la fórmula presidencial oficialista, a través de fondos desviados del esquema de corrupción en Petrobras. De esa forma, no caería sólo Dilma –como sucedería con el impeachment–, sino que seguiría la misma suerte su vicepresidente, Michel Temer. Así, los brasileños acudirían nuevamente a las urnas, con Silva como candidata “impoluta” y el descrédito de los partidos tradicionales.
Con prudencia, Marina evalúa qué escenarios pueden llevarla al Planalto.