INTERNACIONAL
freno a autócratas y populistas

Crece en el mundo el peso político del Poder Judicial

Brasil y Estados Unidos muestran el protagonismo de tribunales y jueces que a veces encarnan la oposición a líderes personalistas.

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Furia. Los seguidores de Bolsonaro tienen claro que el Supremo Tribunal Federal (STF), la Corte brasileña, resiste los abusos del mandatario. | cedoc

¿El Poder Judicial es el antídoto para las tentaciones autocráticas en democracia, o con sus fallos se maneja con un “instinto de supervivencia” ante los otros poderes?

El protagonismo de la Justicia en países como Estados Unidos y Brasil ha puesto sobre el tapete el peso que uno de los poderes del estado de derecho ha venido asumiendo a medida que se multiplican los líderes “anti-establishment”, como Donald Trump y Jair Bolsonaro. 

Frente a una oposición desarticulada, el Poder Judicial parece ser en esos países la principal fuerza de contención para las tentaciones autoritarias de sus presidentes, Donald Trump y Jair Bolsonaro. 

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Pese a la diferencia en calidad institucional entre ambos países, sus jueces, y en particular sus Cortes Supremas, han puesto límites a la voluntad hegemónica de sus mandatarios, autócratas y con claras “tentaciones autoritarias”. 

En Brasil, el Lava Jato, puesto en marcha por un simple juez federal de un estado del sur del país, mandó a la cárcel a cientos de políticos y poderosos empresarios, incluyendo a un ex presidente. Hoy, el Supremo Tribunal Federal (STF) tiene en jaque al presidente con investigaciones sobre sus hijos y su entorno más cercano. 

En Estados Unidos, Trump gozó de un Congreso adicto durante los primeros dos años, y aun así varias de sus iniciativas más polémicas –desviar dinero para el muro de la frontera con México o prohibir el ingreso de personas de algunos países de mayoría musulmana- fueron bloqueadas por la justicia. Ahora, la Corte le impidió expulsar a los “dreamers”, los jóvenes que llegaron de niños a Estados Unidos como inmigrantes ilegales y crecieron en el único país que conocen. 

"Lo que cambió es la política, no la Justicia", opina un especialista

Autocracia. “Las autocracias son más fáciles de resistir en aquellos países que cuentan con un sistema institucional robusto, desarrollado y con una trayectoria de profundo respeto por las garantías constitucionales y los derechos humanos básicos”, explica Marcelo Bermolén, director del Observatorio de Calidad Institucional de la Escuela de Gobierno de la Universidad Austral. 

Para Bermolén, “los autócratas sienten a la crítica como una conspiración y perciben al sistema de justicia como una peligrosa valla a sus aspiraciones de afianzamiento y perpetuación en el poder”

“Trump y Bolsonaro emergen como liderazgos en un marco profundamente crítico del establishment político”, recuerda por su parte Fernando Domínguez Sardou, profesor de Políticas Comparadas en la UCA. 

Sin embargo, “a lo largo de sus mandatos, la inestabilidad comenzó a ser palpable, así como también la falta de mayorías claras de los mismos en los poderes legislativos”, por lo que ante el desafío que representan líderes tan “heterodoxos”, los jueces “tienden a apegarse de una manera más marcada al establishment y a las tradiciones”.

Para Domínguez Sardou, “en última instancia, lo que vemos no es un rol especial del Poder Judicial, sino la asunción de una realidad que siempre estuvo: el Poder Judicial también es un poder político”.

La Justicia es un poder político porque “en su nombramiento (y por lo general, también en su remoción) intervienen los poderes políticos, ejercen en distintos niveles y formatos según los países controles de constitucionalidad, dan respuestas a demandas ciudadanas sobre derechos que no siempre garantizan los otros dos poderes”,  agrega el especialista.

Los jueces “pueden poner límites y exigencias a los otros poderes. Interactúan con la política, la forman y amplían sus límites”, sostiene Domínguez Sardou. 

En Estados Unidos y en Brasil, con Trump y Bolsonaro, “se migró a modelos más personalistas, basados en un fuerte rechazo al establishment político tradicional. Lo que cambió es la política, no la Justicia”, concluye. 

Pandemia. Para Bermolén, ante la emergencia global planteada por el coronavirus los gobiernos de tinte autoritario, bajo la retórica de la “unidad nacional”, están utilizándola para intentar ampliar sus poderes. Esto refuerza a su juicio la importancia del poder judicial.

“Con la oposición desarticulada, sin espacio para el debate (la actividad parlamentaria se encuentra reducida) y desactivadas las manifestaciones como una de las maneras más evidentes de protestar contra los gobiernos, el sistema de justicia se erige en el último límite para controlar el poder y reestablecer los equilibrios perdidos”, afirma.

Domínguez Sardou considera que en este protagonismo del Poder Judicial no hay que olvidar la llamada “judicialización de la política”, muy marcada en Brasil y en la Argentina.  

Para nuestro país, en particular, el especialista remite al concepto de “defección estratégica” desarrollado hace varios años por la investigadora norteamericana Gretchen Helmke: “los miembros de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, en Argentina, consideran en sus fallos sus chances de supervivencia”. 

“Cuando perciben que el poder político de turno puede expulsarlos de su posición de poder (sea por un juicio político o por lo que popularmente se conoce como carpetazo, por poner dos ejemplos) sus fallos suelen acomodarse al poder de turno; cuando por el contrario, perciben que el poder de turno está en caída, para congraciarse con la futura distribución de poder, fallan en contra del primero”, explica el profesor de la UCA. 

Para Domínguez Sardou “no hay, a simple vista, ninguna diferencia” entre lo que ocurrió en Brasil o Estados Unidos: “los miembros de los poderes judiciales perciben sus limitaciones ante el poder político, y a la vez, perciben la inestabilidad de éste”.