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Cae la popularidad de Bolsonaro y Lula recupera espacio

La falta de manejo de la crisis sanitaria por el coronavirus y la actual crisis económica le está jugando una mala pasada a Jair Bolsonaro que baja en su intención de votos y repunta Lula entre los seguidores petistas y los sectores de menor ingresos.

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Lula -Bolsonaro | CEDOC-PERFIL

La decadencia económica, que sobrevuela la sociedad brasileña, pegó más fuerte entre los sectores más vulnerables. Si a fines del año pasado el presidente Jair Bolsonaro había logrado consolidar un importante cimiento electoral, gracias a los subsidios para los segmentos más populares, esta base se le acaba de derretir en mayo.  El jefe de Estado, que quiere ser reelecto para otro período en 2022, no logra revertir un retroceso que comenzó a mediados de enero, ante la evidencia de una total falta de manejo de la crisis sanitaria.

Una encuesta de Datafolha, la consultora de mayor prestigio en asuntos electorales, reveló un acortamiento considerable en la franja de votantes del presidente: aparece, en el primer turno, con 24% de las intenciones de voto; cuando poco tiempo atrás llegó a acumular nada menos que 37%. Semejante pérdida de “simpatizantes” del bolsonarismo no se derrumbó en el vacío. Ahora cayó en las manos de Luiz Inácio Lula da Silva, quien recuperó las facultades políticas que le habían quitado en 2018, cuando lo detuvieron por orden del ex juez Sergio Moro, también ex ministro de Justicia del actual gobierno de ultraderecha.

El rechazo a Bolsonaro es mayor entre los brasileños con nivel de escolaridad más alta

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Lula aparece, según Datafolha, con 42% de las preferencias ya en el primer turno y en un posible duelo con Bolsonaro en la segunda vuelta, triunfaría con una ventaja de 55%.

Desde luego que, como toda encuesta temprana, pues falta un año y cuatro meses para los comicios, sus resultados pueden sufrir grandes variaciones en el tiempo que resta. Es a lo que apuesta el gobernante y sus ministros. En el Palacio del Planalto están convencidos en una pronta recuperación de la economía, con aumento de oferta de empleos y restauración del consumo en los niveles de fin de 2020. Solo que, a diferencia del último año, esta vez Bolsonaro no cuenta con la “seducción” que ejerció sobre el electorado el auxilio financiero a las familias, de 120 dólares, depositado en las cajas de ahorro de 85 millones de ciudadanos brasileños. Ahora el alcance es mucho más limitado tanto en monto, 30 dólares, como en cantidad de beneficiarios: 46 millones.

Esa ayuda, que linda con lo paupérrimo para quién la recibe como único ingreso, no le permitió al presidente conservar sus electores más pobres. En simultáneo, sus políticas negacionistas y despreocupadas por la vacunación, como estrategia sólida de combate al Covid, le erosionó el aval de las clases medias y medias altas, que tuvo en 2018. No por casualidad, el rechazo a Bolsonaro es mayor entre los brasileños con nivel de escolaridad más alta. Hay un 51% de brasileños que declaran abiertamente su inquina contra la figura presidencial. También es cierto que Lula tiene su cuenta negativa, pero el repudio en su caso es mucho menor: 36%. 

El soporte electoral del expresidente petista, quien gobernó entre 2003 y 2010, ha sumado nuevos segmentos a aquellos que se mantuvieron fieles al Partido de los Trabajadores.

Ocurre, sin embargo, que el soporte electoral del expresidente petista, quien gobernó entre 2003 y 2010, ha sumado nuevos segmentos a aquellos que se mantuvieron fieles al Partido de los Trabajadores. Por un lado, recuperó su favoritismo entre los brasileños de menores ingresos. No es un detalle: aquellos ciudadanos con ingresos más bajos representan más de la mitad de la población votante.

Al mundo político no le termina de gustar semejante polarización. Y buscan, ansiosamente, el surgimiento de la “tercera vía”. Es decir, aquel candidato bien centrista y casi apolítico, con garra suficiente para competir con Bolsonaro o, en su defecto, con Lula. Hasta ahora, ninguno de los perfiles actuales logra esa condición. Un caso emblemático es el del ex ministro y ex juez Sergio Moro, quien condujo las investigaciones de supuestas corrupciones de Lula, hoy anuladas por “parcialidad” contra el líder del PT. Si Moro llegara a presentarse como el alter ego de Bolsonaro, quedaría atrás del presidente con 30% de las intenciones de voto.

En este contexto, el ex presidente Fernando Henrique Cardoso cambió de parecer con respecto a 2018, cuando nada hizo para apoyar al intelectual Fernando Haddad, el politólogo y ex alcalde paulista, que compitió en la segunda vuelta de las elecciones pasadas contra Bolsonaro. Ahora, se manifiesta dispuesto a apretar el botón lulista; entre otras cosas porque, según confesó, su partido, la Socialdemocracia de Brasil “perdió capacidad de atracción y ya no puede ser un factor real de poder”. En sus declaraciones a medios brasileños afirmó que “el PT es un partido importante; y no le tengo miedo. Bolsonaro representa un futuro que no me entusiasma en absoluto. De modo que si no hay tercera vía, votaré en Lula”.

*Autora de Brasil 7 días. Desde San Pablo, Brasil.