INTERNACIONAL
opinión

Las fisuras del sur global

2023_12_10_venezuela_china_maduro_afp_g
Cruces. China tiene intereses en ambas partes en el conflicto por el Esequibo. | afp

La transición global hacia un nuevo orden mundial engendra fracturas, tensiones y conflictos de distinta índole. La mayoría de estos movimientos tectónicos tiende a tener un carácter localizado, con impactos y repercusiones regionales, pero que aún no a han dado lugar a un abierto conflicto global, principalmente porque las grandes potencias –más allá de esgrimir su poderío y de amenazar con sus capacidades nucleares– se han abstenido de una potencial escalada a un conflicto de esta naturaleza y a sus repercusiones planetarias. 

La guerra en Ucrania ha afectado la seguridad europea y ha dado lugar a alineamientos diversos a nivel global, particularmente a raíz de las sanciones económicas occidentales a Rusia; la guerra en la Franja de Gaza ha tenido un impacto decisivo sobre la reconfiguración geopolítica de Medio Oriente y asimismo ha dado lugar a alineamientos internacionales diversos, y las tensiones en torno a Taiwán han tenido repercusiones sobre la situación de seguridad en el sudeste asiático y generado asimismo posiciones encontradas en el plano internacional. 

Pero ninguno de estos conflictos o tensiones ha escalado, hasta el momento, a una conflagración de carácter global, pese a haber dado lugar a posicionamientos de nuevos actores en el sistema internacional y, en particular, del llamado sur global conformado por naciones y economías emergentes. En cambio, ha puesto en evidencia la incapacidad de los organismos multilaterales de impulsar mecanismos o procesos de diálogo que conlleven a salidas diplomáticas y que conduzcan a la paz.

Esto no les gusta a los autoritarios
El ejercicio del periodismo profesional y crítico es un pilar fundamental de la democracia. Por eso molesta a quienes creen ser los dueños de la verdad.
Hoy más que nunca Suscribite

La creciente tensión entre Venezuela y Guyana en torno al territorio Esequibo incorpora un nuevo conflicto a este cuadro, en una región como América Latina y el Caribe caracterizada por asumirse como una zona de paz donde desde principios de la década de los 90 del siglo pasado, el legado colonial de disputas territoriales o las divergencias políticas e ideológicas no han dado lugar a confrontaciones bélicas y donde las confrontaciones y reclamos se han resuelto a través de mecanismos pacíficos. El Esequibo constituye un territorio de 159 mil km cuadrados –dos terceras partes de Guyana– donde habita el 7% de su población predominantemente multiétnica y angloparlante, y donde abundan recursos naturales como el petróleo y el oro.

Sin embargo, más allá del plano jurídico y de las argumentaciones que puedan esgrimir ambas naciones en torno al territorio del Esequibo –Guyana se apoya en el Laudo Arbitral de 1899 cuestionado por Caracas por “írrito y nulo” para, luego de un largo proceso a cargo de la ONU, impulsar la resolución del conflicto a través de la Corte Internacional de Justicia mientras que el actual gobierno de Venezuela, basándose en el Acuerdo de Ginebra de 1966, rechaza la intervención de la Corte, exige negociaciones entre ambas partes e impone, después del reciente referéndum del 3 de diciembre, una serie de decisiones sobre la eventual anexión del territorio–, pesan decisivamente las consideraciones de orden político y geopolítico.

Mientras Venezuela sigue sumida en su marasmo económico, el gobierno de Maduro reacciona enarbolando –luego de años de inopia en el manejo del tema ante el secretario general de las Naciones Unidas– las banderas nacionalistas y anuncia una serie de medidas unilaterales ante la creciente posibilidad de perder las próximas elecciones presidenciales luego de una exitosa primaria de la oposición y en rechazo de los acuerdos de Barbados que llevaron al levantamiento de parte de las sanciones económicas por parte de OFAC de los Estados Unidos. 

Guyana, por su parte, luego de habilitar la explotación de yacimientos petroleros en parte de la indefinida zona marítima en reclamación, ha impulsado sustancialmente el crecimiento de su economía al punto de tener un impactante incremento del 60% de su PBI en 2022 al atraer a Exxon y a un conglomerado de corporaciones asociadas (incluyendo una de capital chino) a esta explotación.

Pero más allá de un territorio en disputa que representa el 70% del actual territorio guyanés, la confrontación implica el enfrentamiento entre dos países que evidencia las disparidades, divergencias y asimetrías de un emergente sur global que comienza a adquirir un marcado protagonismo en el sistema internacional.

Si bien los Estados Unidos y Gran Bretaña –la expotencia colonial– respaldan la posición de Guyana en función de sus propios intereses (al punto de que el Comando Sur acaba de realizar ejercicios militares conjuntos en el territorio en reclamación y el secretario de Estado Blinken ha declarado que el apoyo de los Estados Unidos a Georgetown es inquebrantable), India y los países de la Commonwealth y de la Caricom también respaldan la posición guyanesa. 

La probable visita de Maduro a Moscú antes de fin de año muestra la contracara de estas alianzas que incluyen a Rusia e Irán; la ambigua posición de China por sus propios intereses en ambos países y los desafíos que puede implicar un potencial conflicto entre ambas naciones para Brasil y para Cuba a nivel regional. Mientras que Lula ha apelado, en el marco de la reciente reunión de Mercosur, al diálogo y a una salida pacífica al conflicto, ha desplazado tropas al estado de Roraima fronterizo con Guyana y Venezuela y ha enviado al asesor especial Celso Amorim a Caracas. Cuba declaró desde 1981 su apoyo a la posición de Guyana en el marco de su estrecha relación con este país y con los miembros de la Caricom pese al vínculo con Venezuela y a la asistencia petrolera que recibe de Maduro. Recientemente, tanto el presidente de Brasil como el de México han apelado a la mediación de la Celac en el conflicto, pero Guyana apunta a denunciar la disputa ante el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, donde los alineamientos –ya sea en forma de apoyos, condenas o abstenciones– mostrarán una vez más que –pese a su creciente protagonismo internacional– también el sur global presenta sus fisuras en un mundo en transición. 

Una escalada de la situación, sin embargo, puede dar lugar a un nuevo foco conflictivo en el ya convulso panorama mundial pero la situación en curso abre más bien interrogantes sobre los alcances de una maniobra política orientada a mantener al gobierno de Maduro en el poder.

* Chair del Consejo Académico de Cries y autor de Guerra y transición global.