MODO FONTEVECCHIA
Selección Argentina

Luego de una violenta represión, Argentina le ganó a Brasil

Este martes por la noche se vivió un partido con todos los estados de ánimo posibles. Un juego dividido en tres actos, con alegrías, dudas y represión, donde Argentina consiguió un histórico triunfo con el gol de Nicolás Otamendi.

Argentina le ganó 1-0 a Brasil
Argentina le ganó 1-0 a Brasil | Télam

Desde la represión de policías brasileños con hinchas argentinos a el triunfo y el cansancio de Scaloni, todo lo que contó el periodista Román Iucht sobre el partido de Argentina y Brasil en Modo Fontevecchia, por Net TV, Radio Perfil (AM 1190) y Radio Amadeus (FM 91.1).

Ayer por la noche se vivió el partido de eliminatorias de Argentina contra Brasil, con todos los estados de ánimos posibles atravesados en una noche inolvidable. Una historia que podemos construir en tres actos: el primero invita a la reflexión y deberá obligar a CONMEBOL a dejar de hacerse la distraída. 

Primer acto: la represión

Se ha vuelto una complicación demasiado importante jugar un partido en Río de Janeiro cuando la palabra represión está tan a flor de piel para los policías, conspirando para que el fútbol quede en un segundo lugar, como pasó en el partido de ayer en el Maracaná, cuando el juego se postergó.

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Las imágenes de los hinchas argentinos castigados por la policía local, en una batalla claramente desigual, que primero incluyó a los hinchas brasileños  pero que después se transformó en algo directo, parecido a una contienda entre las Fuerzas de Seguridad y los hinchas argentinos, fue espantoso.

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La respuesta de los jugadores argentinos fue inmediata, algunos de ellos quitando a familiares que estaban en esa parte del estadio, y otros como Emiliano Martínez trepando a la tribuna para tratar de quitarle el palo a los policías. Eran imágenes surrealistas: cuando Messi sacó al equipo del campo de juego, sabíamos que el mensaje no era para transmitir que no se iba a jugar el partido, sino para demostrar un descontento, hacerse ver, y transmitir que hasta que no estén dadas las garantías para la propia gente, no se iba a jugar el partido.

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Resulta increíble pensar cómo desde un lugar de lógica absoluta organizativa, a los 2500 hinchas argentinos no los pusieron en un pedazo de tribuna separados del resto, con una contención policial alejada a lo que realmente fue: represión. 

El partido empezó media hora más tarde, antecedentes sobran, sin embargo muchos siguen mirando hacia el costado hasta que suceda una tragedia, y tal vez haya un minuto de silencio para que tomen nota de lo que ocurrió. Después del partido, el capitán, Lionel Messi habló de este primer acto dentro de una noche frenética e inolvidable. “Podría haber pasado una desgracia, por eso cuando se calmó un poco todo decidimos ir para adentro”, declaró el astro argentino.

Segundo acto: la alegría dentro de la batalla

Luego de este primer acto, llegó el segundo, el del fútbol. Una verdadera batalla, poco de juego, poco de inspiración y mucho de lucha, faltas, piernas fuertes y roce; nada imaginable con la maqueta de partido que todos intuimos. Es un Brasil muy ordinario desde lo futbolístico, un equipo joven desde la experiencia con un entrenador interino, una gran paradoja que muestra la debilidad del proyecto brasileño: el técnico del equipo campeón de América (Fluminense) es el técnico interino de Brasil, más contradictorio imposible.

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Resultados que no se dan, ideas de juego que no son tan evidentes y el campeón del mundo que llegaba herido por algo a lo que se habían desacostumbrado, como una derrota. 

Se jugó un partido ríspido, rocoso, por momentos incendiario en el clima, en donde Brasil tuvo dos chances muy claras, una en el primer tiempo, con un remate de Martinelli que Cuti Romero salvó sobre la línea, y otro en el complemento, cuando luego de una acción individual de Gabriel Jesús, otra vez Martinelli quedo cara a cara con Dibu Martínez. 

El gran cabezazo de Nicolás Otamendi llegó para dejar, deportivamente hablando, a Brasil de rodillas en un partido de eliminatorias como local, que permite viajar en el tiempo por efecto nostálgico: otra vez un 1-0, otra vez en el Maracaná y otra vez Argentina festejando. Otamendi habló y aseguró que necesitaban ganar y dar una respuesta para ellos y para la gente que “los sigue apoyando”. 

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Un zurdo pateando un centro desde la izquierda, a perfil natural para que la pelota se vaya abriendo, difícil para la salida del arquero, ideal para quienes llegan de frente para cabecear. Otamendi tocó el cielo del Maracaná, se elevó más que ninguno y su imagen quedará como un poster para los más grandes y como un fondo de pantalla para los más jóvenes. 

Tercer acto: dudas y cansancio

El último acto, el tercero, fue el más inesperado. Un entrenador que a lo largo de 5 años, en su primera experiencia como tal, no solo fue decodificando y entendiendo cómo gestionar a un grupo de verdaderas estrellas, sino también a cómo manejarse fuera del campo. Si algo aprendió Scaloni en 5 años de manera irreprochable es cómo, cuándo y qué declarar en cada conferencia de prensa, por eso en un partido como el de ayer todavía repercuten sus dichos.

“Estos jugadores nos han dado un montón y necesito pensar lo que tengo que hacer. No es un adiós pero necesito pensar, porque la vara está muy alta y es complicado seguir”, dijo el técnico, para luego agregar que desde su punto de vista esta selección “necesita un entrenador que tenga todas las energías posibles y que esté bien”.

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Desde una mirada más profesional, un entrenador que está cansado, cuyo desgaste lo lleva a declarar cómo lo hizo, sabiendo el impacto que tendrían sus palabras y entendiendo al mismo tiempo que siendo un hombre que siempre pone al “nosotros” por delante del “yo”, se iba a convertir automáticamente en el centro de la escena dejando en un segundo plano, incluso, una victoria como la de ayer. Desgaste, abatimiento, cansancio y balances que se hacen a fin de año que probablemente le mostraron a Scaloni, después de la derrota ante Uruguay, que él, como líder de este grupo, ha desacostumbrado al pueblo futbolero argentino a aceptar que uno de los tres resultados posibles del fútbol: perder.

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Una mirada más humana: está cansado y está sintiendo el enorme esfuerzo que implica estar en la cima y quizás lo que quiere es nada más y nada menos que un reconocimiento, que le pidan fuerza, porque lo suyo es verdaderamente extraordinario.

Tres actos de una noche inolvidable, en donde hubo represión, alegría y dudas en la victoria de Argentina ante Brasil, en otro hito del seleccionado argentino.

VF JL