Los integrantes de ABBA tienen entre 72 y 77 años. El año pasado lanzaron Voyage, su primer disco en cuatro décadas. Habían jurado no volver a pisar un escenario. Rechazaron un billón de dólares para hacer 100 shows al comienzo del milenio, huyendo de la exposición que les había traído la fama global. Este 27 de mayo, durante el estreno de su nuevo espectáculo en Londres, hicieron su primera aparición pública en casi tres lustros. Los avatares con que girarán desde ahora prometen ser eternos.
Todo empezó en 2016, con una propuesta de Industrial Light & Magic, la empresa fundada por George Lucas. ABBA podría seguir dando shows, y cosechando millones en el negocio de la nostalgia, gracias a una tecnología que recrearía los looks y el pico de popularidad de los suecos en 1979. La propuesta sedujo a Benny Anderson. “¿Aparecer en el escenario mientras estoy en casa, paseando al perro o cocinando una carbonara? Eso me intrigaba”, confesó ante la BBC.
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Luces y pantallas
Así nació ABBA Voyage, el show virtual -pero real- con que la banda volvió a los escenarios. Para lograrlo, los cuatro miembros se calzaron trajes especiales, mientras 160 cámaras escaneaban sus expresiones y movimientos. Eso generó los puntos de referencia para que mil artistas visuales crearan los avatares (o “ABBA-tars”) que hoy enfrentan al público con el respaldo de una banda de diez músicos en vivo.
El concierto transcurre en un estadio londinense de 3 mil personas construido para la ocasión y tiene fechas programadas hasta diciembre. A partir de entonces podría empezar a girar por el mundo.
Los promotores enfatizan que no se trata de hologramas en 3D, sino de apariciones de los personajes en pantallas de 65 millones de píxeles, con 500 luces y efectos especiales que borran las fronteras entre los elementos digitales y el mundo real.
Música para pantallas (o cómo reemplazar al artista muerto)
Aunque las imágenes son bidimensionales, su combinación con proyecciones desde el fondo del escenario cumplen con el objetivo que se había propuesto el grupo: focalizarse en las emociones y no el artificio técnico. Porque, como reflexiona el ABBA-tar de Anderson durante el primer interludio, “ser o no ser ya no es la cuestión”.
CB PAR