En el transcurso de este último año y medio, es posible analizar los momentos por los que la educación superior ha pasado, para pensar el modo en el que se puede encarar el regreso sostenido (y pautado) a las aulas presenciales, tras afrontar los desafíos de ser el único nivel educativo que todavía no lo ha hecho en su totalidad.
La pandemia encontró al nivel superior con una apropiación muy irregular de las tecnologías, con prácticas clásicas de la enseñanza universitaria muy arraigadas. En consecuencia, el salto a la “educación en la nube” fue abrupto y, en muchos casos, desarticulado.
El actual desafío de cara a los próximos meses es canalizar la experiencia de los niveles de enseñanza obligatoria, teniendo en cuenta las especificidades de la enseñanza superior. Las prácticas docentes tienen como reto capitalizar lo aprendido de la educación digital e integrarlo a la realidad de cada disciplina en un contexto presencial pero adaptado.
Los desafíos de la educación superior en el siglo XXI
Nuevas formas de la presencialidad
El nuevo escenario abre el camino a diferentes formas de combinación entre la presencialidad y la virtualidad, según las particularidades disciplinares y las posibilidades institucionales. Más allá de estas características distintivas, el modelo de la presencialidad adaptada va a requerir de la construcción de un único ecosistema de aprendizaje, basado en la enseñanza adaptativa que combina dos escenarios: el presencial y el mediado por TIC. Al alternarse y no tener modalidades distintas, la gestión es la de una propuesta combinada o híbrida en la cual se articulan el trabajo asincrónico (que contará, según las instituciones, con mayor o menor mediación tecnológica) y presencial. Esto supone, además, una multiplicidad de espacios físicos y virtuales, que implica tomar una serie de decisiones didácticas, que son anteriores a las referentes a los dispositivos con los que cuenten las instituciones, docentes y estudiantes. Dada esta modalidad, es necesario planificar qué espacios de acuerdo e interacción van a integrar las experiencias de todos los estudiantes: entornos virtuales de aprendizaje, redes sociales, whatsapp, entre otros, o los mismos encuentros presenciales que se transforman en el reflejo de las trayectorias que, seguramente, serán dispares.
Constante crecimiento de la educación superior
Enseñanza y aprendizajes adaptativos
Ahora bien, si nos focalizamos en el aula, los programas van a estar centrados en cómo articular la multiplicidad de espacios antes referida. Más allá de las condiciones de la mediación tecnológica y el grado de virtualidad que se integre a las clases, será necesario definir qué recorridos vamos a favorecer en función de los aprendizajes vividos en la continuidad pedagógica de la pandemia. Se abren, así, dos dimensiones que podemos mencionar: los aprendizajes de los estudiantes y los de los docentes.
En el primer caso, estas competencias estarán vinculadas con la etapa de la carrera que transitan, con cuán transformada se vio la disciplina y con qué experiencias en la educación digital tuvieron. Para conocer el estado de estos aprendizajes, será necesario diagnosticar para revincular y generar un entorno educativo seguro que permita compensar aquellos conocimientos disciplinares que se hayan visto afectados por la no presencialidad.
Los nuevos desafíos formativos de la educación superior en la era digital
En el caso de los docentes, el acento va a estar puesto en la reconstrucción de las prácticas que, una vez superada la falsa ilusión de retomar el camino a donde lo habíamos dejado, se enfrentan al desafío innegable de integrar lo aprendido. Ya sea en contextos con alta disponibilidad tecnológica como en aquellos más desfavorecidos, la urgencia de un cambio en las prácticas pedagógicas es un imperativo, ante la diversidad de los estudiantes.
* Alejandra Lamberti, Secretaria Académica Dirección de Programas de Educación a Distancia y Julieta Brizuela, Colaboradora Académica, Universidad del Salvador.