El año en que vivimos agazapados. Así termina un 2018 marcado por incertidumbres y expectativas en cualquier nivel que podamos pensar. Una previa poco auspiciosa del año que comienza.
Hagan ustedes también el esfuerzo de leer proyecciones. Las que quieran: económicas, políticas, encuestas, enseñanzas kabalísticas, horóscopos. Lo que quieran y de lo que crean. No hay quien hable en Argentina de otra cosa que no sea esperar. Vacaciones, primer trimestre, inicio de clases, campaña, elecciones, cambio de gobierno (si cambia), reactivación económica, etc. Hay que esperar y no sólo hasta que den las 12.
Y mientras lo hacemos, casi sin darnos cuenta repasamos el último año, a modo de balance urgente antes del brindis, las uvas y la enumeración de nuestros mejores deseos, esa voluntad tan ingenua como inalienable del ser humano.
Llegar a fin de año en Argentina, esta Argentina, es un acto heroico en sí mismo. Algo así como una prueba de supervivencia diaria. Pero que lleguemos implica, en cualquier caso, un resultado positivo.
Termina el diciembre más tranquilo desde 2001, en parte gracias a la apatía ciudadana -que ya ni protesta por los tarifazos- pero más aún por los millones de pesos que el Gobierno nacional destinó para calmar a los sectores más golpeados por el ajuste. No hubo saqueos, desmanes en Plaza de Mayo ni corridas.
En las últimas semanas, los editores de PERFIL repasamos varios de los que considerábamos los temas del año: el brainstorming derivó en un listado impresionante, como si en lugar de un año hubiéramos abarcado siete.
A esa aproximación se sumó un intento más metódico de ver, mes por mes, las noticias más buscadas. Las historias virales y demás curiosidades se mezclaron con hechos que se convirtieron en hitos periodísticos.
- El escándalo de los cuadernos de la corrupción, y la reacción en cadena de arrepentidos de toda la corpo, la K y la empresaria.
- El extraño ejercicio de la independencia del Poder Judicial, que acelera su marcha al compás de los tiempos políticos más que por las causas en curso.
- Las filtraciones que dejaron al descubierto la existencia de empresarios argentinos y entonces funcionarios nacionales en complejas redes offshore. Los Paradise Papers nos perdonaron a nadie…
- El éxito del G20, aunque en el cortísimo plazo sólo hablemos de intenciones de inversión extranjera.
- La crisis económica con que recibiremos el modesto 2019, gestada con el 28D y agravada desde entonces con la cadena de desaciertos del equipo económico y la soberbia de los cerebros comunicacionales.
- Las negociaciones con el FMI. ¿Alguien vio con atención el cronograma de pagos?
- El blindaje del Senado hacia los fueros de los legisladores investigados en la Justicia, no sólo a favor de Cristina Fernández de Kirchner.
- La escasa actividad legislativa tanto en la Cámara de Diputados como en la de Senadores. Pese a la indecencia de algunos debates, hay dos leyes a destacar, que llevan nombres que no necesitan mayores explicaciones, Justina y Micaela.
- El grito del movimiento feminista en Argentina, cuyo avance crece aunque también lo hagan las cifras que hablan de violencia contra las mujeres, en todas sus formas. Con su revolución, las hijas prometen obtener lo que sus antecesoras no pudieron lograr.
- Los debates por la interrupción voluntaria del embarazo y la educación sexual en las escuelas. Lo que buena parte de la progresía local valoró como consumo irónico de redes resultó tener tal poder que todavía asistimos de reojo a la muerte de mujeres por abortos clandestinos.
- El fracaso de la "argentinidad chabona", con Sampaoli y otros tantos en el Mundial de Rusia. Acaso sea hora de impulsar otras disciplinas donde el negocio de los dirigentes y las barras no sean la columna vertebral del deporte en cuestión.
- El crecimiento de la pobreza en el país, cuyos gráficos cuantifican el espanto de un futuro negro para el 51% de los niños en el país.
- El hallazgo del ARA San Juan, sobre el cual la sociedad sigue demandando explicaciones.
- La identificación de soldados caídos en Malvinas. Todo avance hacia la verdad es el camino para comenzar el duelo de quienes todavía esperan respuestas.
Visto lo visto, ¿por qué brindar? Por lo que falta y la inagotable resiliencia, por la espera. Nada cambiará el 2 de enero pero si el calendario sirve, cual placebo, para engañarnos y convencernos de que, por los próximos 364 días todo es posible, que así sea.