OPINIóN
ELECCIONES 2019

Estado Centauro

De qué modo los príncipes deben guardar la palabra dada, abre un análisis en Maquiavelo que nos devela una serie de estrategias a la hora de alcanzar con éxito plasmar cierto rumbo a un gobierno.

Casa Rosada 20190902
Casa Rosada. | Bloomberg

De qué modo los príncipes deben guardar la palabra dada, abre un análisis en Maquiavelo que nos devela una serie de estrategias a la hora de alcanzar con éxito plasmar cierto rumbo a un gobierno.

En palabras del filósofo político florentino existen dos maneras de combatir: una con las leyes, la otra con la fuerza. La primera es propia del hombre; la segunda, de las bestias. Con la primera no basta. Es forzoso recurrir a la segunda. Hacer uso de una y otra naturaleza. Obligado a obrar según la naturaleza de los animales debe preferir al león y la zorra. El león no sabe defenderse de las trampas pero amedrenta a los lobos. Es la fuerza. La zorra no sabe protegerse de los lobos pero conoce las trampas. Es la astucia.

“Un Príncipe siempre halla argumentos para justificar la violación de sus promesas… y quien ha sabido imitar a la zorra ha salido mejor librado. Pero es necesario saber encubrir bien semejante naturaleza, así como poseer habilidad para fingir y disimular: los hombres son tan simples y se someten hasta tal punto a las necesidades presentes que quien engaña hallará siempre alguien que se deje engañar”. Así, existen ciertas cualidades que no necesariamente debe poseer el Príncipe pero sí aparentar poseerlas: ser clemente, leal, humano, íntegro, devoto.

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Medio hombre y medio bestia. Leyes y fuerza. Una dualidad que en verdad son dos caras de una moneda: gobernabilidad.

Hoy la campaña electoral hacia el 27 de octubre está en “modo centauro”. En Juntos por el Cambio el discurso se monta en las libertades, la República, la justicia. En pocas palabras: la ley. En tanto, el Frente de Todos enarbola tras la unidad nacional dos estrategias bien definidas. Por un lado, la astucia del zorro que invita a cada uno de los sectores sociales, productivos, sindicatos y gobernadores a sentarse en una gran mesa de diálogo haciéndolos partícipes de un nuevo país y; por el otro, la fuerza del león que saca a la luz lobos que no están dispuestos a ser parte de ese Pacto Social. La calle detenta un poder que no pacta. La táctica del león deja expuesto a quien no se avenga con la mayoría. “Dejen las calles”, el pedido de Alberto Fernández que identificó lobos insurrectos.

Esta dualidad que pareciese bien definida, las leyes propia del hombre y la fuerza propia de las bestias muestra dos alternativas que se sintetizan en una palabra: la grieta. Cada jugador optó por elegir metódicamente a su adversario y se auto posicionó en una vereda del conflicto. El oficialismo sostiene: “la ley soy yo”. La fórmula Fernández-Fernández pivotea entre la astucia y la fuerza.

Quien llegue a la recta final, la conquista del sillón de Rivadavia será el jugador con una naturaleza mixta. El Estado Centauro se vale de la ley y la fuerza a la vez.

“Los hombres en general juzgan más por los ojos que por las manos… todos ven lo que pareces pero pocos tocan lo que eres” afirma Maquiavelo. Sin embargo, la esencia marca la diferencia: “El hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero yo miro el corazón” (1 Samuel 16:7).

El mayor desafío es la construcción de lealtades. Resulta más efectivo el ejercicio del poder cuanto más fuertes son los lazos afectivos sobre los que apoyarse. ¿Cómo construir la legitimidad del poder? El eje está para Max Weber en la creencia de validez. Toda relación social que se oriente por la creencia de cierto orden legítimo conlleva a un efecto práctico: efectividad empírica en acatar una orden.

El vínculo de afectividad que une a un hijo con sus padres pone de manifiesto la aceptación de una orden, el no cuestionamiento.

Cuanto más estrecho sea el vínculo entre gobernante y gobernado, dirigente y pueblo, mayores serán los mecanismos de lealtades e identificación con el líder de turno y la consecuente legitimidad de su proceder.

El sendero por delante habla de recrear esa identidad entre un líder y su pueblo. Recién allí podremos entender escenarios cargados de persuasión. En el aquí y ahora Argentina necesita una nueva historia que supere divisiones, fisuras de montaje mediático y construya lealtades genuinas.