OPINIóN
Acuerdos internacionales

Japón, el puente de seda

1-11-2020-Logo Perfil
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En Japón, las relaciones internacionales como disciplina se conectan de manera directa con los acontecimientos de su política internacional. Inoguchi  y Bacon en  The Study of International Relations in Japan: Ttowards a More International Discipline, nos presentan cuatro tradiciones de pensamiento para comprender el modo de pensar japonés –el historicismo, el marxismo, la teoría general del Estado y el positivismo–, que se han articulado con las  tradiciones milenarias basadas en el sintoísmo y el budismo.  Para completar este estudio y sus resultados paradigmáticos, sugerimos leer a Kazuya Yamamoto: International Relations Studies and Theories in Japan: A Trajectory Shaped by War, Pacifism, and Globalization.

Tres conceptos se presentan como las bases en los asuntos internacionales de este país, influidas por la Escuela de Kyoto, de importante predicamento en la teoría y la práctica internacional de Japón.

El primer concepto, denominado Esfera de Coprosperidad de la Gran Asia Oriental (Dai Tōa Kyōeiken), fue la base de argumentación para sostener la política exterior del Japón sobre el resto de Asia.

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El segundo concepto, llamado modelo de “los gansos voladores” (Gankō Keitairon), se relaciona como el ejemplo de estos pájaros que siguen a un líder. En este caso, era Japón el que guiaba el desarrollo de Asia y articulaba la relación con Occidente.

Pero hay un concepto aún más trascedente para la estructuración del mundo que se avecina entre Estados Unidos y China: es la noción de in-between-ness. Este postulado tuvo los aportes filosóficos de Nichida Kitaro y es entendido como la equidistancia entre las tradiciones y los posicionamientos estratégicos de Oriente y Occidente. El concepto es estudiado por Josuke Ikeda (2008) en Japanese Vision of International Society: A Historical Exploration.

Estos tres pilares –la Esfera de Coprosperidad, los gansos voladores e in-between-ness– nos permiten realizar algunos razonamientos pensando en la estructuración del mundo que está en un proceso de trasformación en la balanza de poder.

Japón, como todos los países del Asia-Pacífico –incluida China–, posee una concepción del poder mundial en base a consolidar su “regionalidad”, como sostuvimos en la teorización de los paradigmas chinos en las tres columnas anteriores.  El que lidera esa región, que será la de mayor peso demográfico y económico del mundo, liderará el mundo. En este sentido, sostenemos que la ecuación de traspaso será lenta y de balanceo y nunca de derrumbe. Estados Unidos mantendrá por mucho tiempo un poder robusto en lo económico, pero sobre todo en lo militar. Sumado al prestigio de los centros educativos de su país –donde se han formado muchos académicos orientales–,  continuará pesando en el prestigio internacional.   

Estos países del Asia aceptan un liderazgo como la “V” de los gansos voladores: uno conduce el vuelo según las potencialidades y las fortalezas del presente. Japón es un actor de peso, pero ha disminuido su influencia en relación con la que tuvo en el pasado, y le dará el lugar a otro: China y su propuesta de la Nueva Ruta de la Seda, o Iniciativa de la Franja y la Ruta (yi dai yi lu, en mandarín).

La “talidad” o suchness, que equivale a la noción japonesa de konomama o sonomama  (aceptar las cosas tal cual son), del budismo-taoísta zen, le permitirá a Japón comprenderlo, según enseña D. T. Suzuki en ¿Qué es el zen?    

Pero lo más importante es que Japón podría y debería transformarse en un “puente de seda” entre Estados Unidos y China. Esto generará un entendimiento compartido de dos tradiciones y dos culturas muy diferentes pero complementarias, que necesitan de un mutuo acuerdo para generar el equilibrio de un mundo pleno de desafíos y amenazas. Sin este “acuerdo para la humanidad”, el planeta estaría en grave peligro de autoextinción.

*Politólogo y doctor en Ciencias Sociales. Profesor e investigador de la Universidad de Buenos Aires.

Producción: Silvina Márquez.