“Nuestros desembarcos en la zona Cherburgo- Le Havre no han logrado tomar posiciones y he retirado las tropas. Mi decisión de atacar en este momento y lugar se basó en la mejor información disponible. Las tropas aéreas y la Armada hicieron todo lo que su valentía y devoción al deber les permitieron. Si debemos atribuir alguna culpa, me corresponde a mí y sólo a mí.” (Carta en posesión de Dwight Eisenhower, en caso de que la invasión aliada a Normandía del 6 de junio de 1944 hubiera fracasado. Nunca se usó como herramienta de comunicación).
Virtud y Fortuna son los vectores que rigen el comportamiento del Príncipe, para Maquiavelo. La capacidad de dominar los elementos y cumplir los objetivos consiste en la “virtud” de un político, y el curso de los eventos que escapan a la voluntad humana son cuestiones de la “Fortuna”.
“Así sucede con la fortuna, que se manifiesta con todo su poder allí donde no hay virtud preparada para resistirle y dirige sus ímpetus allí donde sabe que no se han hecho diques.” (…) “Pero no existe hombre lo suficientemente dúctil como para adaptarse a todas las circunstancias, ya porque no puede desviarse de aquello a lo que la naturaleza lo inclina, ya porque no puede resignarse a abandonar un camino que siempre le ha sido próspero.” (Maquiavelo. “El Príncipe”).
Oferta política y demanda social
Allí donde la “virtud” del político que toma decisiones interviene, se construyen los diques que contienen y previenen al hombre que gobierna con la razón y la ciencia, del accionar de la “Fortuna”. Planificar, pensar los escenarios posibles, sopesar las alternativas y consecuencias, parecen llevar al político por el buen sendero, alejándolo de los imprevistos del azar. Un buen gobierno se construye sobre la base de un buen diagnóstico, de una propuesta programática adecuada y de la dosificación de medidas correctas en el momento adecuado, cosas conforman la “Virtud” de una gestión de gobierno.
Muchos atribuyen algunas cuestiones de la política, sobre todo las relacionadas con los fracasos de los planes y programas y las derrotas electorales, a la mala suerte. Así visto, el resultado de una elección se juega azarosamente y puede colocar a un candidato en el bando perdedor. Podríamos decir que, para ser político, además de tener conocimiento o pericia, hay que tener buena suerte. Cuenta la historia que Napoleón Bonaparte antes de nombrar a algún general en un puesto clave, preguntaba a sus interlocutores: ¿tiene suerte? Pero, desde la Ciencia Política esta es una verdad a medias.
10 lecciones de las PASO 2019 en Argentina
La política pública podría ser considerada como un encadenamiento de decisiones, que conforman a lo largo del tiempo la acción de un gobierno. La sucesión de buenas decisiones -lógicamente- llevaría a buenos resultados. La planificación exhaustiva, el adecuado manejo de la información, la construcción de un cuerpo gubernamental aceitado que pueda transmitir y ejecutar las órdenes, llevaría a la victoria. Y en sentido contrario, cuando las decisiones no se toman correctamente, cuando falla el diagnóstico o cuando ocurren las crisis, no puede atribuirse la totalidad de la responsabilidad a la “mala suerte”. La mala suerte no es un capricho del destino, ni una conspiración de fuerzas superiores que atentan contra la felicidad y el bienestar de los hombres. Es simplemente la intervención de fuerzas que escapan al manejo de la razón. “Fortuna”, la llamaron.
La ocurrencia de hechos azarosos o imprevistos es algo que se le escapa al más previsor. Sin embargo, si se sigue con atención el concepto acuñado por Maquiavelo hace más de 400 años, podemos sacar algunas conclusiones. Desarrollaremos dos:
° El análisis de información existente, la planificación y la toma de decisiones correctas, la toma en cuenta de las necesidades del pueblo y la consecución de una felicidad todos o para la gran mayoría posible indican el camino de un gobierno virtuoso. Seguramente habrá elementos no percibidos que puedan desencadenar acontecimientos no previstos o finales inesperados, como la carta de Eisenhower que inició este artículo. Pero a mayor exactitud en el manejo de la información, a mayor certeza sobre el rumbo, a mayor consenso de las partes involucradas, el margen de incertidumbre disminuye proporcionalmente. La “fortuna” puede no ser domesticada fácilmente, pero si se toman los recaudos necesarios para achicar los imprevistos, sus efectos podrían ser morigerados.
° Las malas decisiones, la ceguera respecto de la realidad, el manejo inadecuado de la información, la soberbia y la falta de escucha en los tomadores de decisiones, llevan a la concatenación de errores, que precipitan la ocurrencia de fenómenos que escapan al control de la situación, y que son mal llamados “mala suerte”. En este caso será la “Fortuna” la que llevará las cosas a un ritmo y con un final incierto para el alcance humano. Pero será sobre un camino construido por la suma de errores humanos que favorecerían los efectos negativos de los imprevistos.
Para el caso de esta coyuntura que se vive en Argentina, la sorpresa y la suerte parecen haber llevado los números de las encuestas. ¿Qué nos hace pensar que si los ciudadanos tienen -en general- altos niveles de desconfianza hacia los políticos, tengan un alto nivel de confianza en las encuestas? El ciudadano, en el mejor de los casos, está cansado y contesta con cierto fastidio las encuestas. En el peor de los casos, oculta información, miente, tergiversa y conspira contra el procedimiento, como mecanismo de defensa.
Según una encuesta, un 55% de los que no fueron a las PASO votarían a Alberto Fernández
Mauricio Macri ha perdido las PASO. Atribuirle la culpa a la “mala suerte” es no entender el funcionamiento de la dualidad “Virtud-Fortuna” de Maquiavelo: se puede pensar que se había hecho todo lo que anteriormente había funcionado. Y tal vez ese fue el error. Seguramente había elementos no tenidos en cuenta (en definitiva, las decisiones siempre son imperfectas) y probablemente los actores intervinientes (ciudadanía, oposición, mercados) responden a intereses muy particulares, y se manejan con procedimientos que no se tuvieron presentes o directamente se subestimaron. Macri tuvo la “Virtud” de haber llevado adelante una excelente campaña que le dio el triunfo en las elecciones de Boca Juniors, del gobierno de la Ciudad de Buenos Aires y del gobierno nacional en su momento (2015 y 2017). La razón estuvo en las correctas decisiones que tomó en ese momento. Pero esta vez, tal vez, no se hizo todo bien. Y se pagaron las consecuencias.
Atribuirle a Alberto Fernández el triunfo por culpa de la “buena suerte”, también es poner demasiado énfasis en la “Fortuna” o el destino. Existió, sin dudas, una decisión de Cristina Kirchner de ceder espacios de poder, entendiendo el cambio de escenario. Pero también es responsabilidad de Alberto Fernández el haber tejido una serie de alianzas y negociaciones con todos, o la mayoría, de los sectores del peronismo, y lograr cierta unidad de criterio. Es virtud de su capacidad de negociación y de articulación, el haber constituido un Frente que pudo ganar las PASO con resultados que sorprendieron inclusive a los propios. Pero ahora tiene por delante sostener esta cadena virtuosa de decisiones correctas, y no errarle en el entramado.
Atribuir la crisis desatada en el 2018 y la corrida cambiaria posterior a las PASO a que “pasaron cosas” es dejar todo en manos de la “Fortuna”. Lo imprevisto en realidad ocurrió porque se malinterpretó la información existente, o se despreció el componente subjetivo e irracional de ciertas decisiones en los mercados, que llevaron a muchos a la irresponsabilidad de elevar el tono del enfrentamiento y exacerbar la polarización hasta pasar los límites de lo prudente. Una cosa era polarizar con un peronismo dividido (2015 y 2017) y otra era hacerlo cuando está bastante más unido que antes (2019).
Pregonar que Macri va a ganar las elecciones porque existe un componente mágico y/o moral que va a dar vuelta el resultado y compararlo con las elecciones de 1983 donde Alfonsín fue presidente de la noche a la mañana, es torcer falsamente las enseñanzas del primer politólogo de la historia mundial: Alfonsín ganó las elecciones porque llevó adelante una campaña impecable y porque el PJ de ese momento de la mano de Herminio Iglesias, cometió la torpeza de quemar un cajón funerario con el logo de la UCR 48 horas antes de la elección, disparando el miedo de muchos ciudadanos que no querían saber nada con la vuelta a la violencia (setentista y del proceso militar) de las que se buscaba salir desesperadamente. Fue dejar todo en manos de la “Fortuna”, pero por falta de “Virtud”.
Ante el lanzamiento de la nueva campaña con vistas a octubre, nos permitimos una reflexión final. Creer que todo está en manos de la “Virtud” del candidato, es quitarle mérito a la “Fortuna”, o negar que existe un componente de imprevisibilidad que escapa a la razón y a la acción humana. Pero esperar un resultado favorable merced a la exclusiva ayuda milagrosa de la suerte, sobre todo con un resultado en las PASO que marcó diferencias tan significativas, es pedirle demasiado al destino. Imaginemos de nuevo a Napoleón frente a esta escena, nos preguntaría; ¿qué tanta suerte tienen los competidores?, pero no creemos que nos dijera: “sólo es cuestión de suerte...”
De todos modos, y por las dudas, algunos hacen cuernitos, se persignan y tiran un besito al cielo, y llevan una pata de conejo en el bolsillo. No sea cosa que….
* Alejandro M. Estévez, profesor UBA/UTDT/UNLZ. Mariano Boiero, profesor UNLaM/UNLu/UNLZ.