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Los Midachi, la grieta y el asesinato de Lincoln

La cercana coyuntura electoral es una oportunidad para resolver cuanto antes que modelo de país es viable para incluir a una mayoría de argentinos bajo el mismo techo.

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Miguel Del Sel y Dady Brieva | Cedoc

¿Existe realmente una grieta que divide en dos mitades a la sociedad argentina, en materia de intereses reales y convicciones ideológicas irreconciliables y profundas? ¿Es esa fisura inevitable?

El tema de la disputa hegemónica y de una grieta que divide a una sociedad es tan viejo como la Historia y ha sido abordado por pensadores como Antonio Gramsci (hegemonía) Michel Foucault y Gilles Deleuze (sociedad disciplinaria y de control) y por estos pagos por Arturo Jauretche (El medio pelo... y su Manual de zonceras) o Fermín Chávez (Epistemología para la periferia).

En esta oportunidad, apelaré para el análisis a un ejemplo menos académico: el caso de Los Midachi.

Cabe preguntarse ¿cómo es posible que dos de sus miembros, Dady Brieva, peronista y kirchnerista confeso y Miguel del Sel, candidato a gobernador de Santa Fe por Cambiemos, hayan podido volver a actuar juntos en el ya legendario grupo humorístico?

“En la Argentina, se vive en una grieta permanentemente”

Me animo a responder que si bien Dady y Miguel piensan muy distinto en lo político, no hay entre ellos ninguna de las irreconciliables diferencias que han caracterizado las verdaderas grietas de la Historia propia y universal.

Precisamente otro actor, John Wilkes Booth, asesinó en 1865 al presidente norteamericano Abraham Lincoln, en el epílogo de la larga guerra civil que había costado la vida a más de medio millón de soldados de ambos bandos

 Ese crimen fue el corolario de una grieta insalvable entre dos modelos de sociedad: el del Norte industrial, burgués, antiesclavista y partidario de la autonomía y la unidad política y territorial de los Estados Unidos.El del Sur, aristocrático, latifundista, agroexportador, esclavista, dependiente de las importaciones británicas  y capaz de dividir una Nación para conservar sus privilegios.

J W Booth era un joven de veintisiete años y el único antiabolicionista de una familia de actores de Maryland. Nunca había escapado al Sur, pero casi vencida la Confederación, junto a un grupo de fanáticos decidieron matar al presidente Lincoln para dar de ese modo un vuelco a la guerra. Booth eligió para el crimen un teatro, como si el magnicidio fuera la escena final de una obra de las muchas que había interpretado. Se permitió incluso, después de disparar su Deringer en la cabeza del presidente Lincoln, gritar una frase atribuida a Marco Junio Bruto en el asesinato de Julio César: “Sic sempre tyrannis” (Así mueren los tiranos).

2017, el año de la grieta que Trump provocó en Estados Unidos y en el mundo

Booth caería poco después bajo las balas de los soldados unionistas. En la“última escena”, herido de muerte y mirando sus manos, se dice que exclamó: ¡Useless, useless! (inútiles). Sabía para entonces que aún con Lincoln muerto la Confederación estaba derrotada. Cabría preguntarse si acaso no percibió en el último instante lo vano de matar y de sacrificar su vida por una causa que no se correspondía ni con su profesión de artista y menos aún con su escasa fortuna. Booth no era terrateniente, ni propietario de esclavos. Característica social que compartía con una mayoría de soldados blancos sureños. Lincoln es recordado como uno de los grandes luchadores por la Libertad, muy lejos de la idea del tirano que motivara su asesinato. Booth, ocupa en la Historia el oprobioso lugar de magnicida del líder que bregó por terminar con la esclavitud.

Si bien en la Argentina actual se disputa qué modelo de sociedad establecer, incluso con rasgos comparables, entre un  país meramente agroexportador ,“integrado al mundo”, versus país industrial emancipado, este último modelo, no plantea ninguna reforma agraria extrema ni más expropiación que las retenciones cerealeras, que aún hoy, aunque en menor grado, se aplican por recomendación del FMI.

Los esclavos argentinos comenzaron un lento proceso de libertad a partir de la Asamblea del año XIII, aunque la servidumbre agraria solo culminó con la proclamación del Estatuto del peón promovida por Perón en 1944. Sobreviven sin embargo algunos focos clandestinos de trabajo esclavo, tanto en el campo como en la industria textil.

Los “confederados” en la Sociedad Rural y la UIA bregan junto al oficialismo por la flexibilización laboral, que aún siendo parte de un modelo de injusticia, no puede parangonarse con la ominosa degradación esclavista.

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Siguiendo con los ejemplos históricos, otra grieta de magnitud desembocaría en la Guerra civil española. Familias enteras se dividieron de acuerdo a su filiación política. Republicanos, socialistas, comunistas y anarquistas se enfrentaron con los fascistas de Franco, apoyados por Hitler y Mussolini. Un millón de muertos y una disputa que habría de globalizarse en la Segunda guerra mundial, la más cruenta de la Historia.

Un siglo y medio antes, “La Marsellesa”, que tanto agradó a las clases acomodadas y bien pensantes argentinas, se transformó en el símbolo más reconocible de la Revolución Francesa, ¡vaya grieta! Su letra habla de sangre y degollinas, algo que se confirmaba al paso de los batallones de revolucionarios franceses que en su marcha arrasaban con la sociedad de privilegios de la monarquía y la aristocracia en casi toda Europa. La grieta se prolongó en las cabezas de Luis XVI, María Antonieta, la nobleza e incluso en los nombres mas famosos de esa revolución como Danton, Saint-Just y Robespierre. Todos ellos compartieron, sino las ideas, el filo implacable de la guillotina.

El surgimiento del peronismo puso a la luz otra grieta de proporciones. Y aunque con su irrupción no llevó adelante una reforma agraria ni debió liberar esclavos, sí puso límites a la arbitrariedad de cualquier patrón, ya fuera en una estancia, una fábrica, un edificio de rentas o una casa de familia con personal doméstico. No fue poco, al punto que nuestros John Wilkes Booth, no dudaron en bombardear la Plaza de Mayo, fusilar y años más tarde hacer desaparecer a miles para defender su modelo cultural y  económico. Después del golpe contra Perón, el contraalmirante Rial, uno de sus jefes, explicitó de qué se trataba: “Sepan que la revolución se hizo para que en este bendito país, el hijo del barrendero siga siendo barrendero”. 

¿Seguro que el peronismo no vuelve más?

Retomando el caso Midachi, uno no se imagina a Dady Brieva enfrentado a Miguel del Sel por razones semejantes. Simplemente porque esa grieta planteada por algunos “profetas del odio” versión siglo XXI, es diferente.

La verdadera grieta es fácil de trazar: de un lado una minoría de grandes fortunas agrarias y financieras, ligadas al capital industrial extranjero. El famosos círculo rojo, al que hay que ponerle con el semáforo del Estado una luz de ese color para que no nos lleve puestos con sus utopías de mercado.

Del otro lado,un 85% de argentinos, que son los que pierden cuando se impone un modelo de dependencia, ajuste e injusticia.

Entre los Midachi no hay grieta como no debe haberla entre quienes no le creímos a Macri y los que apostaron votándolo a la idea de un cambio. El votante de Cambiemos no puede ser nuestro enemigo. Compartimos con la mayoría de ellos ser víctimas de un modelo que ha transformado las molestias del gobierno anterior en agudos dolores que amenazan profundizarse.

Mi enemigo no es alguien que tuvo la razonable intención de votar un cambio y que sin luz ni brotes verdes a la vista, todavía se aferra a su decisión con más empecinamiento que convicción. Ambos padecemos los mismos resultados catastróficos, peros siempre es más víctima el engañado que el advertido.

Hay que desmantelar el odio y discutir con nuestros compatriotas, sin gritos ni ofensas, el proyecto de país que merecemos  y al hacerlo la odiosa grieta virtual va a desaparecer.

Ni Alfredo Casero que me ha hecho reír, ni Luis Brandoni que me ha emocionado, son la versión argentina de John Wilkes Booth.

"Queremos flan", la frase que dejó Alfredo Casero en el programa de Fantino

La buena noticia es que no estamos en la Francia de 1789, ni en los Estados desunidos de 1865, ni en la España de 1936. Recordando que no hace mucho si estuvimos en la Argentina de 1976 con tiranos en serio, que en su retirada, en lugar de ser asesinados, fueron juzgados por tribunales en regla.

Paremos entonces la mano y recordemos las violentas grietas del ayer, para que la que nos proponen hoy se esfume con la misma rapidez con que se construyó. Tomemos el ejemplo de los Midachi y como dijera Ortega y Gasset, “a las cosas”, que cada uno tiene su tiempo para descubrir lo que es bueno pasa la Argentina, para sí, para sus hijos y para sus nietos.

Lo que llaman grieta es en realidad un muro de trolls, trascendidos, linchamientos en la web y catarsis de insultos de bajísimo nivel al pie de notas como esta. Algo que impide ver y razonar la mas urgente realidad.

Sospecho que una amplia mayoría ya le tomo el tiempo al muro y está harto de “la grieta”.

La cercana coyuntura electoral es una oportunidad para apartar el odio del debate y resolver cuanto antes que modelo de país es el viable para incluir a una mayoría de argentinos bajo el mismo techo.

*Ex-Secretario de Cultura de la Nación. Cineasta y escritor.