PERIODISMO PURO
Entrevista

Ricardo Arriazu: "El aislamiento rompe con la esencia de la economía de los últimos 7 mil años"

El economista más respetado del país fue entrevistado para Periodismo Puro por Jorge Fontevecchia y habló de las consecuencias que va a tener la cuarentena en Argentina.

ENTREVISTA RICARDO ARRIAZU FONTEVECCHIA 23042020
ENTREVISTA RICARDO ARRIAZU FONTEVECCHIA 23042020 | NESTOR GRASSI

El economista Ricardo Arriazu dialogó con el CEO de Perfil Network, Jorge Fontevecchia, en el ciclo de entrevistas Periodismo Puro para analizar los efectos que va a tener el aislamiento social, preventivo y obligtaorio decretado por la Casa Rosada para frenar la pandemia de coronavirus.

—Durante décadas, usted cosechó fama de economista serio, meticuloso. Últimamente lo escuché hacer recomendaciones que podrían parecer keynesianas. En situaciones extremas como la que se está viviendo, ¿todos los economistas se vuelven keynesianos o cortoplacistas por aquella frase que se le atribuye a John Maynard Keynes: “En el largo plazo todos vamos a estar muertos”?

—Cuando uno trata de ver por qué la Argentina decayó a través del tiempo, no tiene ningún sentido explicarlo a partir de las teorías keynesianas. Básicamente porque lo que se trata de explicar es qué es lo que funcionó mal para que Argentina tenga la decadencia que tuvo en cien años. En 1870 este país tenía un ingreso por habitante 50% mayor que el promedio mundial; hacia 1913 eran dos veces y media el promedio mundial. Argentina fue la China de fines del siglo XIX. Y hoy en día estamos en 17%. El mundo aprendió a crecer y nosotros a decrecer. La explicación uno la encuentra en factores que son internos. Los factores externos, como una sequía o que el mundo crezca más o menos o la variación de los movimientos de capitales, son cuestiones que se compensan en el largo plazo. Si uno quiere explicar el corto plazo, ahí se comienzan a introducir variables que lo afectan. Y a veces pasa que uno está pronosticando por ejemplo variables que permiten un pronóstico más optimista de lo que uno puede ver a largo plazo. Cuando hay crisis como esta también cambia el análisis. No doy entrevistas porque no me gustan, ni la popularidad, ni el poder. Pero en este momento acepté porque esta es una situación muy grave y sin precedentes, y quiero contribuir al análisis. Cuando se habla de Keynes, debería aclararse de cuál Keynes hablamos. Por ejemplo, tuvo un magnífico trabajo que se llamó “Las consecuencias económicas de la paz”. Allí afirmaba que las reparaciones de guerra que se imponían a Alemania eran de imposible cumplimiento. Predijo que se generaría una gran conflictividad, por la imposibilidad de pagar, y que se terminaría en otra guerra. Ese es un Keynes brillante, hablamos de 1921. Luego de eso, otra de las cosas que dice es que si de golpe la gente deja de gastar por miedo o por lo que sea, y la tasa de interés deja de ser un elemento eficiente, porque está en niveles tan bajos que no cambian las expectativas, en ese momento el gobierno debe comenzar a gastar. Eso no tiene nada que ver con los neokeynesianos, que quieren aumentar permanentemente el gasto público. Creen que a través del aumento permanente del gasto público se mejora el bienestar de la población. Pero esta oportunidad ni siquiera es igual a la que Keynes analizaba cuando fue la Gran Depresión. Esta es una situación que no tiene precedentes en la historia moderna. Hasta que no se invente la vacuna, básicamente la pandemia se para con el aislamiento. Pero el aislamiento rompe la esencia de la economía de los últimos siete mil años, que es la especialización y el intercambio. Casi 80% del PBI mundial en este momento está ligado a la especialización y al intercambio. Cuando se impide el intercambio, se produce una destrucción instantánea del PBI. Y no hay precedentes de la detención actual. Uno tiene que comenzar a pensar lo que sucede no con el instrumento de Keynes, que examinó un momento determinado, cuando la gente no podía gastar porque tenía miedo y la Gran Depresión. En este caso, no es que no pueden gastar porque tienen miedo, sino porque directamente desapareció el PBI. Entonces hay que comenzar a pensar soluciones distintas para este tipo de fenómeno. Y hay que pensar en el día después, qué efectos tienen las medidas que se toman y cómo se debe actuar.

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—Entonces, en su diferenciación entre corto y largo plazo, ¿una situación como la actual justifica llevar adelante políticas anormales?

—Pero para esta situación ni siquiera hablamos de John Maynard Keynes. Keynes habló acerca de un evento determinado, que fue la Gran Depresión: si no gasta el sector privado, lo hace el sector público. Pero ahora no es que el sector privado no está gastando porque tiene miedo o porque tiene miedo de perder los ingresos. Acá se destruyó instantáneamente 25% del PBI mundial. Estamos tratando de ver cómo se hace para que el que se quedó sin trabajo pueda comer. O en las empresas que no puedan pagar los sueldos, cómo hacer para que no quiebren, digamos, y la única manera es salir masivamente. Lo que implementan todos los países es un programa de ayuda, algo diferente a lo realizado durante la Gran Depresión. Nadie sabe si va a funcionar, si es suficiente o no, porque no hay experiencia histórica.

—La situación actual sería peor que la del 29: durante el New Deal, por ejemplo, se priorizó la obra pública, mientras que ahora la construcción está detenida.

—Es algo distinto. Para lo único que sirve tomar el ejemplo de la Gran Depresión es para tener un número de la dinámica. Hubo una explosión en el mercado accionario, un efecto riqueza, la gente retiró depósitos de los bancos, quebraron las empresas, la gente perdió su trabajo, la tasa de desempleo pasó del 3,5% al 26% en 1933, todo en etapas graduales. Acá es instantáneo. El Gobierno no puede hacer obras públicas porque la gente no puede ir a trabajar. Aunque la gente desee comprar, no puede hacerlo porque está todo cerrado. El Decamerón, de Giovanni Boccaccio, describe cómo cambió la conducta de la gente durante la Peste Negra. También cómo todo el tejido social que se crea a través de miles de años se destruye instantáneamente, cómo la gente comienza a reaccionar de manera diferente. Hay que mantener el tejido social.

—¿Mantener los hábitos de consumo?

—No podrá mantenerlos. Por ejemplo, Argentina tiene 39% del trabajo informal. El cartonero que no puede salir a trabajar no tiene ingresos. Entonces, el Gobierno está tratando de darle ingresos, básicamente para que pueda comer. Esa persona no va a tener ni los mismos hábitos ni el consumo de antes. En la Gran Depresión uno ve que el consumo de alimentos al principio subió, después bajó, pero lo que más descendió fue lo referido a recreación, ropa, ese tipo de cosas. Se producen grandes cambios estructurales. Ningún país intenta con pleno empleo darle dinero a la gente para que gaste más, la típica crítica a una expansión monetaria y fiscal. Lo que se intenta es que no colapse el sistema económico mundial.

 

"Esto es como una bomba neutrónica: ante la pandemia, la deuda es un tema insignificante"

 

—Si no se puede producir el dinero que se le da a la gente más tarde o más temprano, ¿no servirá para comprar productos que no se estarán fabricando?

—Usted habla del antes y el después. En un principio hay que ayudar a la gente para que pueda tener el gasto indispensable, que no es siquiera el que tenía antes. En los acuerdos con los sindicatos, durante una suspensión se paga el 75% de los salarios. En este caso, el más generoso de los países del mundo es Dinamarca, que paga el 90% de los salarios. La gente no va a tener el nivel de ingresos de antes. Y ese dinero finalmente volverá al sistema financiero. Olvidémonos del impacto sobre un país como Argentina. Cuando termine el efecto y vuelva todo a pleno empleo y la gente vuelva a tener de vuelta su ingreso porque volvió la actividad, no se podrá dejar ese poder de compra en la economía, porque ahí sí que va a generar daño. Es algo que puede observarse al analizar la crisis del 2008-2009. La Reserva Federal multiplicó por cinco el tamaño de su activo. Esa fue la expansión que hizo de la nada. Casi todo ese dinero fue a reservas de excedentes de los bancos, que lo que se buscaba era que no colapsara el sistema financiero para que no hubiera una crisis sistémica como en el año 30. Ben Bernanke (presidente de la Reserva Federal de los Estados Unidos en 2006-2014) fue un gran estudioso de la crisis del año 30 y trató de evitar ese efecto, y lo logró. Una vez que terminó y todo volvió a la normalidad, el problema es qué se hace con ese dinero. La Reserva Federal estaba mirando permanentemente qué pasaba con el crédito. Si giraba en los depósitos de los bancos y los bancos no lo prestaban, era lo mismo que no haberlo creado. Si ese dinero comenzaba a quedar en el crédito, entonces, ellos podrían haber aumentado la demanda por encima de lo que es sostenible y así comenzaban a sacarlo. Es lo que hicieron en los últimos años, en lo que se fue bajando el tamaño del activo. Entre paréntesis, ahora, en tres semanas, lo aumentaron un 46%.

—Recuerdo la metáfora de Milton Friedman: “Tirar dinero desde un helicóptero”. En 2008- 2009, como se trataba de una crisis financiera, se apeló a emitir recursos monetarios, dinero, deuda, y se pudo solucionar el problema. En este caso, con un colapso de la oferta además de la demanda, ¿se soluciona con dinero?

—En este momento se produjo una caída instantánea del PBI en Estados Unidos que se estima en un 25%. Estados Unidos tiene un PBI de alrededor de 21 billones de los nuestros, de dólares. Hablamos de algo fenomenal en cuanto a caída del PBI. Pero no se da esa cantidad de dinero, sino el 15% del PBI. Se da menos que lo que la gente pierde por la caída del PBI. Y se hace para que la gente pueda mantener su gasto indispensable, que es el gasto en comida, medicamentos, productos de limpieza, más algo para el transporte. No se provee dinero para que la gente se vaya de viaje o se compre ropa o el coche último modelo. De lo que se trata es de mantener condiciones de supervivencia, algo que varía de país en país. En lugares como Estados Unidos, donde están acostumbrados a despedir gente y a volver a tomar, claramente lo que hay que hacer es darle dinero a la gente. El caso de Europa es diferente. Es difícil despedir a la gente, por lo tanto se da a la empresa para que pague los sueldos y otra parte se destina a que pague sus pocos gastos fijos, tratando de preservarla para evitar que quiebre. La frase que usé es que esto es como una bomba neutrónica. El capital sigue estando, lo que se pierde es todo lo que está en el medio y la gente. Cuando todo se normalice y pase la pandemia, si no hay empresas, por más que esté el stock de capital, va a tardar mucho tiempo en recuperarse. Por eso una de las medidas más importantes que tomaron Europa y Estados Unidos es la de la garantía a los créditos, porque ningún banco va a dar un crédito con dinero que no es de él, porque no presta su capital a alguien que no le va a devolver el préstamo o que tiene gran chance de no devolverlo. Para eso se necesita garantía. No se busca salvar a los bancos; de lo que se trata es de salvar a las empresas y evitar el riesgo sistémico. Uno tiene que comenzar a pensar cómo es cada uno de los impactos que se producen y debe razonar buscando un equilibrio. El tema más importante es cómo hacemos para compatibilizar salud pública con salud económica de tal manera que el sufrimiento y las muertes con ambos factores sean las mínimas posibles. Supongamos que usted lo resolvió; usted debe también poner el foco en cuáles son los impactos sobre el sistema económico y qué va a sobrevivir. Se cometerán errores, quizás no sea suficiente, pero claramente es una tarea necesaria. La siguiente pregunta que todo el mundo hace es: con semejante nivel de emisión y de déficit fiscal, ¿qué les va a hacer a la inflación y a las monedas? La verdad es que, nuevamente, la única experiencia que hay es la de los casos de la guerra. Si uno va a la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos en el año 41 tenía una deuda pública de 40% del PBI y un déficit fiscal de 3,5 del PBI. En dos años el déficit fiscal estaba en 26 puntos del PBI, más que ahora. Y la deuda se fue, hacia 1945, al 120% del PBI. Y no hubo inflación porque es cierto que había racionamientos y otros factores, pero la gente se comportó de una determinada manera. Posiblemente pase lo mismo. Quizás el ejemplo de Estados Unidos esté demasiado basado en su realidad. Pero puede verse el caso del Reino Unido, que había subido de 50% del PBI a 250% del PBI entre 1750 y 1830. Luego bajó al 100% y lo volvió a llevar a 250% del PBI. Pero claro, son todos ejemplos de países que ganaron la guerra. No son de países que hicieron lo mismo y perdieron.

“Esta situación no tiene precedentes: ni siquiera puede compararse con la Gran Depresión.”

—La inversión de Estados Unidos en suministros para la guerra en 1941 fue equivalente a una vez y media el producto bruto. Pero hay una diferencia: durante la guerra se producía, y ahora no.

—En la guerra se producía, pero se producían bienes bélicos. Los hombres estaban luchando mientras las mujeres trabajaban en las fábricas; a los soldados les pagaban, los soldados son los que acumularon esas tenencias de riquezas. Cuando terminó la guerra, hubo cantidad de gente que decía “ahora vamos a tener una gran recesión porque van al gobierno soldados y entonces no van a tener empleo”. Allí hubo un grupo que dijo que no, que los soldados tenían un ahorro que podrían gastar. Y así fue: las empresas comenzaron a producir bienes de consumo, los soldados fueron a trabajar, las mujeres volvieron a las casas y produjeron el famoso baby-boom, o sea, el tener bebés. La economía tuvo una expansión sin un gran movimiento inflacionario. En 2009 tampoco hubo un gran movimiento inflacionario. Porque todo dependía de lo que pasara con la demanda y la oferta de los instrumentos financieros que se crearan.

Leé la entrevista completa acá.