El guiño del FMI al Gobierno en el tema de la deuda no disipó en el mercado los temores a un eventual default. Algunos analistas leen que el planteo del organismo sobre la necesidad de una “contribución apreciable” de los acreedores privados implica una quita superior a la esperada, por lo cual la negociación no estará cerrada el 31 de marzo como fija el cronograma oficial. Y advierten que la demora es riesgosa ante los próximos vencimientos de deuda.
Previenen además que si ante una oferta agresiva se profundiza la caída de los bonos, pueden que terminen en manos de fondos buitres que “litigan hasta el final”, y si logran juntar “masa crítica” pueden “bloquear” la reestructuración.
Entre capital e intereses de la deuda en dólares, vencen en promedio US$ 1.150 millones mensuales hasta junio. Es clave mayo, cuando hay obligaciones por US$ 3.322 millones. Luego de ese mes, los analistas alertan que si no se llegó a una solución con los acreedores, “crecen las chances” de una cesación de pagos.
Al respecto, el director de Invertir en Bolsa, Norberto Sosa, indicó que “de los US$ 4.000 millones de las letras intransferibles que el Tesoro colocó al Banco Central para pagar deuda, con los vencimientos del primer trimestre ya gasta US$ 1.000 millones y quedan US$ 3.000 millones; en abril vence el AO20, y en mayo el Bonar 24 y US$ 2.000 millones del Club de París, con lo cual, si ese organismo no posterga el pago, para junio se terminaron los 4.000 millones”.
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En sintonía, el economista Fernando Marull señaló que el aval del FMI reflejó una postura fiscal “más laxa, y eso da a entender una quita más alta que la esperada, por lo que empeora la negociación”. Según su visión, “si el Gobierno y el FMI están de acuerdo en ir con una propuesta más agresiva los acreedores no la van a aceptar, prolongar la negociación es riesgoso, y las chances de default en el segundo semestre crecen”.
Tras conocer el respaldo del FMI, un directivo del sistema financiero en contacto con los acreedores del exterior evaluó a PERFIL que “a muchos fondos no les importa lo que diga organismo, fue una declaración típica, lo mismo hizo con Grecia”, y afirmó que “los bonistas no creen que esto se vaya a solucionar fácil, al inversor de afuera la deuda argentina no le significa demasiado y con tasas cero o negativas en el mundo están dispuestos a esperar y dar una pelea más fuerte; para mí, las chances de default son altas”.
Para Ezequiel Zambaglione, jefe de Research de Balanz, “al acreedor que no está de acuerdo con una quita grande lo que diga el FMI no le preocupa demasiado, no significa que lo vaya a aceptar, y la negociación será más difícil”.
En este marco, sostuvo que “la pregunta pasa por quién está dispuesto a tirar más de la cuerda para conseguir un buen o mal acuerdo, los acreedores en principio parecería que tienen más espalda, porque el costo de un default luce más alto para el Gobierno” por las consecuencias económicas, y eso podría perjudicarlo “políticamente de cara a las elecciones de 2021”.
Costos. Zambaglione auguró que “si se va a un default prolongás la recesión, podría generar miedo y por ende una salida de depósitos en dólares; causaría una situación de incertidumbre donde todo el mundo deja de tomar decisiones”. La actividad económica en 2019 cayó por segundo año consecutivo y se retrajo 2,1%, informó el viernes el Indec.
Lorenzo Sigaut Gravina, de Ecolatina, graficó que la reestructuración de la deuda es “un cara o cruz”: proyectó que con una negociación exitosa, el PBI caería este año 1,5%, pero ante un default la retracción “se duplicaría a 2,5% o 3%, se aceleraría la inflación y las presiones cambiarias, el corte del financiamiento a las exportaciones; sería una situación compleja”.