El rey Guillermo Alejandro de los Países Bajos celebró su cumpleaños número 48 con el tradicional Día del Rey, que en esta oportunidad tuvo ocasión tres días antes de su segundo aniversario en el trono. Sin embargo, una vez más, la protagonista de la jornada fue Máxima.
Si bien, como es habitual, el pueblo, que siguió en vivo el festejo, se vistió de naranja, fue la reina consorte quien se llevó todas las miradas. Aunque el rey era el protagonista, las cámaras de los móviles televisivos la buscaban a ella; todas las manos estrechaban con especial cariño las de la reina; y todos los piropos iban dirigidos a ella. Máxima llamó la atención no sólo por su alegre look sino por su ya consabido carisma y sonrisa. De hecho, los medios holandeses resaltaron otra vez su naturalidad y su simpatía constante: degustó el banquete especialmente ideado y hasta dejó que su hija mayor y heredera del trono, Amalia, se recostara en su hombro con cara de sueño y cansancio durante una parte de la jornada, desacartonando así y una vez más la imagen de la monarquía holandesa.
Porcentaje. No en vano, Máxima es el miembro de la familia real que mejor resultado logró en el cuestionario anual que realiza la televisión pública con motivo de la celebración del Día del Rey: ella supera, con 7,8, el 7,5 de su marido.
En cuanto al look, Máxima eligió un color vibrante: un vestido fucsia de la firma Natab combinado con un abrigo en tono borgoña. Y a pesar de las bajas temperaturas, eligió unos zapatos abiertos. Un estilo elegante y colorido para una celebración importante para la Corona.
El lugar elegido este año para el festejo propiamente dicho fue la ciudad de Dordrecht. En comparación con otros años, la comitiva real que participó en los actos fue más reducida. Por primera vez, la princesa Beatriz no estuvo presente; tampoco la princesa Mabel, viuda del príncipe Friso; ni la princesa Margarita y su marido, Pieter van Vollenhoven.
A pesar de eso, la familia real estuvo acompañada de los hermanos del monarca, sus primos y algunos integrantes más. Y por supuesto sus hijas, las princesas Amalia, Alexia y Ariana, vestidas con capitas y peinadas de manera sencilla.
La jornada fue muy colorida y alegre. Comenzó a las 11 de la mañana en el histórico muelle de Groothoofd, donde los ríos Antiguo Mosa, Noord y Merwede Inferior confluyen y donde los Orange vieron un desfile de unas cincuenta embarcaciones tanto antiguas como modernas. Incluso ellos mismos navegaron por ese canal. Acto seguido, la familia real holandesa recorrió los lugares mas típicos de esta ciudad situada en el oeste de Holanda y que cuenta con unos 120 mil habitantes. En cada sitio en el que paraban eran recibidos con globos naranjas y con salvas.
La familia también fue agasajada con un banquete. Máxima incluso probó los productos regionales de una feria que se realizó en la plaza de Scheffer. La fiesta terminó en la Plaza de los Estados con música clásica a modo de regalo al rey.