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Punta del Este 2024

Román Viñoly:"Tuve diferencias con mi padre por su dedicación al trabajo"

Es hijo de Rafael Viñoly, el reconocido arquitecto uruguayo que desde Nueva York construyó obras en todo el mundo, Argentina incluida. Román Viñoly continúa su legado.

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Román Viñoly. | GTZA.Grupo Mass

Mantener activo un legado no es tarea sencilla cuando se trata de uno como el que recibió de Román Viñoly. Su  padre –Rafael Viñoly– falleció en marzo de 2023, pero su reconocido estudio de arquitectura de Nueva York sigue en funcionamiento. Y es Román quien junto a muchos de los profesionales que hace décadas lo integran, le dan forma a lo que será esta nueva etapa. Uruguayo como su padre aunque como él también tiene su base en Nueva York, Román Viñoly está en Punta del Este para seguir de cerca Médano El  Pinar, el último proyecto en el que él y su padre coincidieron, y que hoy tiene categoría de tributo. En ese contexto, Viñoly conversó con PERFIL.

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1983. Román y su padre Rafael Viñoly, en el Caribe.


—¿No seguir arquitectura fue algo conversado con tu padre o en familia? 
—No diría que haya sido “conversado”. Hay muchas cosas que contribuyeron para que no siga arquitectura de manera formal. En mi juventud, tuve algunas diferencias con mi padre, especialmente en lo que respecta a su dedicación al trabajo y a la importancia que le daba, a veces por encima de la vida familiar. Y, viendo la profesión de muy cerca, me di cuenta de que el suyo era un caso muy excepcional. Quizás el factor más determinante fue que yo siempre tuve intereses muy amplios y una cierta resistencia a la especialización.
—¿Es decir, te gustaban muchas cosas a la vez?
—Es un aspecto de cómo funciona mi cerebro, algo que por mucho tiempo me causó angustia, sobre todo teniendo el ejemplo de mi padre, uno de los especialistas más destacados del mundo siempre a mi lado. Pero esto (tener intereses amplios) ahora resulta una muy buena formación para tratar la complejidad de un mundo cada vez más integrado.
—¿Si hubieras seguido arquitectura la sombra de tu padre sería omnipresente, ¿no?
—Y… Sí. En algunos momentos se me cruzó por la cabeza.
—¿Qué recuerdos suyos te vienen siempre a la memoria?
—Todos. Como en la práctica sigo trabajando en sus proyectos, pienso en él y en las experiencias que compartimos y me siento en diálogo con él todos los días.

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2015. Román Viñoly y su padre Rafael, en Long Island (Nueva York).


—¿Qué obras suyas te gustaron más o sentís que definen a la perfección su estilo?
—Todas sus obras son identificables por su lógica interna, por cómo funcionan; y por la manera en que aportan algo al ámbito público. El Foro Internacional de Tokio es una de las más reconocidas y, para mí su genialidad está en la lucidez de su organización, que permite circular por su vasta superficie sin confusión, siempre en conexión con un enorme espacio público y verde en el corazón del proyecto.  
—¿Tenés alguna favorita?
—Sí, una que es mucho menos conocida: el Building 337. Mi padre lo diseñó para albergar todo el gerenciamiento de oncología para una farmacéutica internacional. El desafío estaba en que los equipos que trabajan dentro del edificio son extremadamente dinámicos porque las drogas y tratamientos que intentan desarrollar pueden crecer de dos  a ciento cincuenta personas o atomizados en un instante por algún fracaso clínico. Por lo tanto, el edificio requería una flexibilidad radical. Y lo consiguió: el resultado es un edificio de cinco pisos que funciona como si fuera una sola planta. Para mí, es el concepto más audaz y la realización más fiel a ese concepto inicial.
—¿Participaste en proyectos con él? ¿Cuáles?
—En las épocas que trabajé con él siempre participé a veces de manera directa, otras, indirecta. Para el Foro de Tokio hice una de las primeras animaciones arquitectónicas. Para el concurso que resultó en la torre de Samsung (Seúl, Corea), le gustó mi idea de extender la altura del edificio existente para hacer la torre más alta de Corea. También participé del gerenciamiento de muchos proyectos y más recientemente he liderado otros, como el proyecto para el nuevo aeropuerto en Florencia. Siempre fui su apoyo en todo lo que hacía, y en 2014, también socio cuando fundamos  Integrated Developments.
—¿Qué detalles mirás en una obra de firma?
—Antes que nada me fijo en cómo funciona para un usuario, en la lógica de la distribución y en la claridad de la circulación. Los detalles que más me interesan son estructurales porque los edificios al final son ingeniería, y la sencillez de los sistemas estructurales refleja la integridad de la idea fundacional de un diseño arquitectónico.
—¿Cuál es hoy tu rol dentro del Estudio Viñoly?
—Con el apoyo de arquitectos y profesionales que trabajaron y fueron formados por Rafael –muchos de ellos durante décadas–, estoy reestructurando la manera en que trabajamos para poder extender la ética que practicaba mi padre para terminar las obras que nos dejó y extender su legado en obras nuevas.
—¿Ustedes ganaron un concurso para el Ground Zero de Nueva York (donde estaban las Torres Gemelas hasta el 11 de septiembre de 2001)?
—Hasta ahora, esa fue –por lejos– la experiencia laboral más intensa de mi vida, y también la más reveladora y decepcionante.

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Proyecto de "Torres Gemelas" en el Ground Zero, en Nueva York.


—¿Qué pasó?
—En una última presentación mostramos nuestro proyecto de Torres Gemelas vacías, dedicadas a la cultura: el “World Cultural Center” (Centro Cultural Mundial). Era una especie de doble Torre Eiffel moderna, con toda la ingeniería resuelta, presupuesto y cronograma de construcción garantizado por un sindicato de empresas constructoras.  El jurado nos recomendó al gobernador de New York y esa noche en The New York Times salió la noticia que habíamos ganado. Pero el día siguiente nos volvieron a convocar y el gobernador revocó la decisión del jurado y le adjudicó el proyecto al estudio de Daniel Libeskind, en mi opinión, porque con nuestro proyecto no había más remedio que ejecutarlo mientras que el proyecto de Libeskind era más retórico que arquitectónico.
—Fuiste investigador, escritor, artista de visualización, fotógrafo, cineasta, director de comunicaciones, planificador estratégico y gerente financiero. ¿Una búsqueda hasta este presente? 
—Fui todas esas cosas porque me fascinaron intensamente en diferentes momentos de mi vida. Pero me costó mucho apreciar el valor de esta parte multidisciplinaria de mi personalidad. Hasta hace relativamente poco tiempo lo consideraba un defecto mío, no un atributo positivo, que es como he llegado a verlo en los últimos diez años. Si no fuera por la diversidad de mi preparación personal y profesional, no hubiera podido darle el apoyo que le di a mi padre, y en este momento tan exigente estaría totalmente perdido.

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Médano El Pinar, en Montevideo: el último proyecto de Viñoly padre.


—Uruguay creó un eslógan “Uruguay Natural” y sobre todo en la costa que comienza en Punta del Este y avanza al norte, vemos proyectos de megatorres en primera línea que lo de “Uruguay Natural” parece perder sentido. ¿Qué opinión te genera eso? ¿Cuál es tu mirada al respecto? 
—Admiro mucho el proyecto de “Uruguay Natural” y me parece que el país es uno de los líderes de la energía renovable. Pero coincido que el mundo del desarrollo inmobiliario no se lo tomó muy en serio, y por lo general, no aplica los principios de la edificación sostenible, que deberían ser obligatorios. También creo que donde la forma de desarrollo ya está bien establecida, como en las zonas más densas de Punta del Este, no se puede volver atrás. Por eso es importantísimo proteger lo que se puede proteger y no perder tiempo luchando en una acción de retaguardia que ya se perdió hace décadas. Punta del Este y Montevideo ya son ciudades y hasta les vendría bien más densidad. Pero, por ejemplo, yendo hacia José Ignacio se corre el riesgo de que toda esa zona se termine destruyendo de a pedacitos.
—¿Médano El Pinar es tu homenaje dado que es la última obra de Rafael Viñoly?
—Casi todo lo que estoy haciendo en esta etapa es un homenaje: desde la reestructuración del estudio y el desarrollo del Maene Viñoly Concert Grand Piano, a la Fundación Viñoly que está dedicada a impulsar el ecosistema de desarrollo inmobiliario y a realizar más y mejores contribuciones al ámbito público. Pero Médano El Pinar es quizá lo más importante porque representa la culminación de seis décadas de experiencia y crecimiento que tuvo mi padre como arquitecto, y que resultan en algo tan diferente, lógico y consciente de sus múltiples impactos y de su carácter vanguardista. Es más un comienzo que un fin.

El Ground Zero que no fue

El atentado a las Torres Gemelas de 2001 marcó un momento profesional para Román Viñoly. “Yo estaba a dos cuadras del estudio cuando escuché y vi el primer avión pasar por arriba y estrellarse contra la Torre 1”, cuenta a PERFIL. “En los diecisiete minutos entre el primero y el segundo avión, cuando todos todavía pensábamos que había sido un accidente, alcanzamos a especular que si harían un concurso para reconstruir esa torre ...¡Arquitectos hay un laburo!”. El resto de la historia del atentado ya es  conocido. A su vez, finalmente sí hubo una suerte de concurso que se llamó Innovative Design Study. “Se suponía que era un proceso para identificar el equipo de diseñadores que elaboraría el proyecto en colaboración con las autoridades y el público”, explica Viñoly. Luego, por una situación burocrática, “tuvimos la primera certeza  de que el verdadero propósito del Innovative...era fingir involucrar al público para dar a los poderes atrincherados lo que sus intereses privados demandaran”. Todo este proceso que tuvo un segundo de-senlace “Fue la experiencia laboral más intensa de mi vida hasta ahora, y también la más reveladora y decepcionante. Escribí un libro que cuenta todo en detalle. Think New York: A Diary of Ground Zero”.