¡Este tránsito!... ¡No llego más al trabajo! Y el colectivo que no viene… ¡Eh, no empuje!...¿Y ahora…? Desaprobé.... ¡¿por qué llora el bebé?! ¡Ay por Dios, qué mal que dormí, no aguanto más!” ¿Conocen estos sentimientos? Quino, a través de Mafalda, los recopiló en una frase “paren el mundo que me quiero bajar”, pero la ciencia les dio un diagnóstico más preciso: estrés.
“Las cosas son raramente buenas o malas; es nuestro espíritu el que las transforma en tales”, escribió Shakespeare. Sí, el bardo inglés tenía razón, porque hay veces en que incluso los momentos felices son estresantes (primera cita: ¡¿qué me pongo?!). Aunque todos estaremos de acuerdo en que nos sobran momentos negativos para sentirnos invadidos por el estrés. Y basta que se active un mínimo recuerdo desagradable para que se dispare. Sin embargo, no somos tan malos administradores de nuestro cuerpo, porque la situación contraria también existe: pensar algo agradable mejora visiblemente nuestro organismo.
El costo del estrés es inmenso, le sale carísimo a la sociedad.
Una publicación sobre el tema encarada por el Laboratorio Roche da cuenta de que Estados Unidos gasta US$ 200.000 millones al año para paliar los estragos del estrés: ausentismo laboral, pérdida de agudeza en el trabajo, mayor rotación profesional, menor creatividad, dificultad en los vínculos personales, cuando no depresión y suicidio. Una estadística realizada en los países escandinavos demuestra que por cada dólar que una empresa con visión de futuro invierte en desestresar a sus empleados, el aporte de capital se multiplica por veinte en cinco años.
Dejando de lado el estrés macro, ¿qué podemos hacer por nosotros mismos? El estrés desencadena un mecanismo complejo en nuestro cuerpo. Activa la secreción de varias hormonas (CRF, ACTH, adrenalina, aldosterona y cortisol), actúa sobre el sistema neurovegetativo para provocar una reacción inmediata (¿huyo?, ¿grito?, ¿lloro?, ¿pego?...) y otra más prolongada, endócrina. “La manera en que percibimos un acontecimiento depende en gran parte de la idea que tenemos de nosotros mismos, de la fuerza del yo, de nuestra escala de valores y aún de nuestra herencia”, resumió Mina Michal en su libro Stress: signos, causas, síntomas, soluciones.
¿Cuánto estrés podemos aguantar en la vida cotidiana?
“Con frecuencia la gente estresada dice que se siente bien, pero lo hace porque lo necesita, para animarse un poco. Pero a largo plazo puede ser muy perjudicial, grave” advierte la Dra. Isabella Heuser, psiquiatra del Hospital Clínico Charité, de Berlín. Hay personas que soportan mejor el estrés y otras que lo sufren más rápidamente. “Es una cuestión genética, algo que heredamos. También tiene que ver con la educación, y por supuesto con la personalidad, que es algo heredado”, según la psiquiatra alemana.
Muchas veces se ha dicho que “un poco de estrés es bueno”, basándose en la constatación de que oxigena más los músculos y el cerebro, nos hace reaccionar, libera azúcares, disminuye el ritmo digestivo, etc. Sin embargo, ya no se piensa así, porque en la ecuación de la vida contemporánea esa cuenta siempre nos sale mal. El Dr. Stefan Waller, cardiólogo alemán, explica que quedarnos atrapados en el estrés “aumenta la presión arterial, mantiene activadas la inflamación y la coagulación, algo malo porque acelera la arteriosclerosis (las arterias se estrechan y se endurecen) y provoca infartos, ACV y muchas otras enfermedades desagradables”.
“En realidad ya no se habla más de estrés positivo o negativo, porque el positivo puede ser negativo, si se mantiene mucho tiempo y la persona no cambia su forma de vida.
No debemos estar todo el tiempo activos”, resume la Dra Heuser.
Entonces, ¿cómo podemos controlar nuestros niveles de estrés? “Ya no nos persigue un tigre, no necesitamos estar siempre estresados. Yo recomiendo hacer tres cosas -prescribe el Dr. Waller-: madrugar para evitar las horas pico y llegar al trabajo sin prisa; salir a correr o caminar cada día, durante 30 minutos, escuchando la música favorita; y cambiar la manera de pensar. Se pueden entrenar los pensamientos, como se entrenan los músculos. Se puede aprender a pensar en forma positiva”.