SOCIEDAD
Clases presenciales en la Ciudad

Los estudiantes opinan sobre la vuelta a clases y el efecto de la pandemia

PERFIL habló con seis referentes estudiantiles de colegios secundarios de la Ciudad de Buenos Aires. Su testimonio sobre el coronavirus y la vuelta a las aulas.

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Cientos de estudiantes vuelven hoy a clases en la Ciudad de Buenos Aires. | Cedoc Perfil.

A casi un año del inicio de la pandemia, miles de alumnos de la Ciudad de Buenos Aires volvieron este miércoles 17 de febrero a las aulas de manera presencial. El regreso a las clases se realizará de acuerdo a un protocolo general, se hará de manera "escalonada” e  implicará que se movilicen alrededor de 600 mil chicos en territorio porteño durante las próximas semanas.

En diálogo con PERFIL, seis referentes estudiantiles de colegios secundarios de Capital Federal cuentan cómo viven la vuelta a la escuela y cómo fue para ellos la cursada el año pasado.

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Yamila, durante una marcha en 2019. 

Las clases y otras prioridades

Yamila tiene 17 años, pasó a quinto año y es la presidenta del centro de estudiantes de la Escuela Técnica Nº 15 "Maipú" de Barracas. En diálogo con PERFIL, dice que el 2020 para ella fue “diferente” y “un cambio muy grande” debido a la pandemia. “Yo pasaba mucho tiempo en la escuela porque es doble turno y es una técnica. Y fue pasar de estar tanto tiempo ahí a estar en mi casa”, explica.

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Según relata, a su colegio asisten alrededor de 600 alumnos, pero “no todos tuvieron las herramientas para poder tener clases de la mejor manera” durante el ciclo lectivo del año pasado. “Los docentes no tenían los recursos para poder hacerlo. Si no tenés una buena cámara y un buen micrófono, no te sirve”, afirma, y sobre los estudiantes argumenta: “Es mucho más complejo tener clases en tu casa, incluso podés tener wifi, pero puede ser muy malo, como es mi caso”.

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A los problemas de conectividad y la “falta de acceso” también se le sumó la gente con “otras prioridades urgentes” por el aislamiento. “Mi escuela está bastante cerca de Plaza Constitución.  Ahí están los trenes, entonces vienen chicos de Provincia. ¿Cómo le haces llegar comida a ese pibe? A mí me ha pasado de tener una compañera que necesitaba comida y estaba en Provincia. Son un montón de cosas que se escapan al esquema: no todo el mundo tiene computadoras; no todo el mundo que estudia en Capital es de Capital; y no todo el mundo tiene la conexión y las herramientas para que sus clases estén bien organizadas”, detalla. 

Y sobre la vuelta a clases presenciales, afirma: “No estamos en contra. Sí estamos en contra del manejo que hay en torno al regreso. La forma en la que el ministerio de Educación porteño está comunicado es muy linda, tienen buen marketing, pero cuando te interiorizás en el tema, hay cosas vacías”. Y concluye: “Yo tengo que tener mis precauciones porque mi papá es una persona de riesgo: es hipertenso y está operado del corazón.  Eso realmente me preocupa, no solo a mí, sino a muchos chicos. Hay un montón de padres y adultos de riesgo”.

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Carla comenzará las clases en el Mariano Acosta.

El factor psicológico

Carla tiene 16 años y pasó a cuarto año de la Escuela Normal Superior Nº 2 Mariano Acosta. “Tanto para mí como para mis compañeres fue un contexto complicado. Fue algo nuevo para todos y muy feo. Estábamos todos los pibes con muy pocas ganas de sumarnos a clase o entregar trabajos prácticos. Nos desanimaba un montón no poder ir al colegio y encontrarnos con nuestros comapñeres, o no poder ir a la casa de nuestros abueles a darles un abrazo”, dice.

A diferencia de lo que pasó en otros colegios, Carla sostiene que en el Mariano Acosta los docentes y las autoridades “se pusieron la 10” durante 2020. “Mucho de lo bueno del año pasado se lo debemos a los profesores. En el Acosta se ponían a hacer juegos para que nosotros nos interesáramos en las clases. Estuvieron pendientes de cada une para saber qué problemas teníamos”, asegura.

Según explica, a su escuela van 800 chicos y chicas solo en el nivel secundario. “Tenemos dos baños para 800 personas y aulas sin ventilación, muy chicas, en las que no podemos mantener un distanciamiento social entre 20 o 25 personas”, detalla sobre las condiciones edilicias. “No se pueden hacer burbujas en el colegio porque mi profesora de inglés también da clases en otra escuela y de ahí se va a otra”, agrega.

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Trinidad, estudiante del Pellegrini.

Para Trinidad, que tiene 19 años y es la presidenta de la Escuela Superior de Comercio Carlos Pellegrini, "fue fuerte" organizarse para entregar los trabajos, estudiar y militar durante el 2020. "Son cosas que tuve que volver a reacomodar”, cuenta a PERFIL.

Entre los principales problemas de su colegio, destaca la falta de “contención necesaria” a los estudiantes por parte del Departamento de Orientación al Estudiante (DOE). “Lo que nos planteaban (desde el DOE) era que no daban abasto por la cantidad de compañeres que estaban llegando con problemas familiares”, explica.

Sobre su escuela, cuenta que durante los últimos años se hicieron modificaciones en el patio, pero que “hay algunas aulas que tienen huecos en el piso o bancos rotos. La cuestión edilicia es más un problema de los baños, donde no se garantiza jabón, papel higiénico o alcohol en gel porque no se los dan al colegio. Esto es algo que deberíamos discutir”.

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Tatiana, del Colegio Nacional Buenos Aires. 

Las clases y la organización estudiantil

El Colegio Nacional Buenos Aires, que depende de la Universidad de Buenos Aires, se coló en la agenda pública días atrás luego de que la periodista Josefina Licitra y un grupo de padres cuestionaran a través de las redes la poca cantidad de clases vía Zoom de sus hijos durante 2020. La presidenta del centro de esta escuela, Tatiana, de 19 años, afirma: “En un primer momento había estudiantes que no contaban con internet o los recursos como una computadora para acceder a las clases. Lo mismo pasó con los docentes”.

De acuerdo a su relato, la falta de computadoras se pudo resolver gracias a colectas de ex alumnos y la cooperadora del colegio. “La virtualidad profundizó la precarización de los docentes, que no solo tienen un curso, sino varios porque trabajan en el Nacional, en el Pellegrini u otras instituciones”, dice.

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Sobre los contenidos que se dieron el año pasado, Tatiana asegura: “Desde las instituciones educativas no solo no se garantizó acompañamiento, sino que tampoco se implementó le Ley de Educación Sexual Integral, como veníamos reclamando. La ESI quedó en cuarentena”.

Además, asevera que la falta de abrazos y encuentros con los amigos y amigas de la escuela se suplió con la organización de reuniones digitales, comisiones y hasta la producción de festivales, por parte del centro de estudiantes. “Los estudiantes podían mandar lo que les estaba pasando en forma de arte y buscar un punto de encuentro con gente que pasaba por lo mismo”, detalla, y dice que con el material que recopilaron vía WhatsApp e Instagram hicieron tres festivales virtuales.

"Queremos volver a las clases. Se extraña la presencialidad, pero tienen que garantizar el retorno seguro”, concluye.

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Amparo, empezará las clases en unas semanas en el Lenguas Vivas. 

La escuela y las burbujas

A la Escuela Normal Superior en Lenguas Vivas van alrededor de 600 alumnos solo en el nivel medio. El establecimiento se divide en un edificio nuevo y uno viejo. Amparo, alumna de 15 años, integrante de la Coordinadora de Estudiantes de Base y también presidenta del centro de estudiantes del Lenguas Vivas, calcula que en las aulas, con el distanciamiento social, entrarían alrededor de 10 chicos y chicas. “Con estas famosas burbujas, un curso de treinta pibes debería dividirse en tercios, pero, además, las condiciones edilicias de la escuela dejan bastante que desear”, analiza.

Su colegio tiene un factor particular: muchas materias de idiomas implican que por un par de horas un mismo curso se divida entre quienes estudian, por ejemplo, inglés y francés. “Si, según el protocolo, las burbujas tienen que tener un lugar fijo y sin movimiento. Esto no podría asegurarse porque nuestra cursada tiene desdobles por idiomas. Eso implica que una parte del curso se tiene que ir del aula a otro lugar, o sea a otra burbuja”, afirma.

Amparo también pone el foco en el transporte público: “Yo tengo la suerte de vivir cerca. Voy al Lenguas desde el primer grado y sé que la mayoría de estudiantes, docentes y personal no docente viven súper lejos. Tengo amigas que tienen que tomarse un tren y un colectivo para venir. Yo puedo ir caminando, pero sé que muchos no. Cuando se genera esta brecha tan grande al momento de plantear una medida, es difícil”.

Y sobre la vuelta a clases, pide que el ministerio de Educación de la Ciudad “tome en cuenta” a los estudiantes a la hora de las decisiones. Y concluye: “Lo que queremos es no contagiarnos de covid cuando volvamos a las aulas. La presencialidad siempre fue algo que pensamos como próximo y posible, pero de manera segura”.

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La Escuela Técnica N.º 1 Otto Krause, en el barrio de Montserrat, también se coló en las noticias días atrás cuando trascendió que docentes de la institución dieron positivo de coronavirus. Julián tiene 16 años y pasó a quinto año. Integra un concejo de chicos y chicas que conforman el centro de estudiantes de su colegio.

“Para mí, esto es algo que se tiene que tomar muy en serio. Así como es uno, después terminaron siendo cien y miles de casos. Creo que tranquilamente puede pasar lo mismo en la escuela. Obviamente hay conciencia, pero no siempre se puede saber”, explica a PERFIL.

Sobre su escuela, asegura: “Tenés todo tipo de aulas, algunas están muy cuidadas y con calefacción, y hay otras a las que quizá le faltan vidrios y la calefacción no anda”. Y cuenta que hasta el momento, en su caso, todavía no tiene información sobre cómo será su cursada.

FL