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escarnios

Al calor del abucheo

Lejos de ser entendido como violencia (violencia es mentir), el abucheo es una opinión negativa votada súbita y espontáneamente por una polis en un momento determinado y escrutada sin intermediarios.

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Pablo Avelluto | Cedoc

Lejos de ser entendido como violencia (violencia es mentir), el abucheo es una opinión negativa votada súbita y espontáneamente por una polis en un momento determinado y escrutada sin intermediarios. No hay en ello ningún acto de censura, pese a lo que sostienen los funcionarios cada vez que son abucheados. Es la forma menos violenta de decir juntos que no.

No era conveniente que el ex ministro de Cultura Pablo Avelluto ensayara ningún discurso frente a la comunidad del 33º Festival de Cine de Mar del Plata, tan golpeada por la entrega de fondos públicos al FMI. Pero el estilo del PRO es impermeable a la crítica y suele avanzar entre el escarnio con el fin íntimo de lograr invertir el peso del delito y acusar a la propia comunidad, víctima de todo atropello, de no permitir el diálogo.

El abucheo es una opinión negativa votada súbita y espontáneamente por una polis en un momento determinado

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El discurso de Avelluto pretendió brillar de récords. Pero es falaz; no solo una mentira, sino una mentira que tiene apariencia de verdad. ¿Qué mejor ocasión para festejar el cine que en el único festival de clase A de la Argentina? Pues la ocasión viene embarrada: tal como se expresó en un comunicado que se leyó en las proyecciones y que quizás los medios masivos no difundan, las cuentas culturales del cine cierran mal. El presupuesto se mandó al Ejecutivo sin pasar por el consejo asesor que cogobierna el Incaa. La desaparición de los concursos federales afecta gravemente a las provincias y al federalismo que tanto dicen defender. Se subejecutó el presupuesto 2018 metiendo 694 millones a plazo fijo en vez de destinarlos al fomento, lo cual se tradujo en una merma en los créditos, el ataque a la vía digital documental (única inclusiva y sin antecedentes), la reducción a dos o tres semanas escasísimas para filmar lo que antes se hacía en cuatro o cinco y la disolución de la oficina encargada de los cortometrajes en el Incaa (garantía de aparición de nuevos directores y estéticas).

Si nos preguntan, es lógico que digamos no. Y si ni siquiera nos preguntan, más lógico es que abucheemos.