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El crimen imperfecto

“Matan porque sí”: es la queja generalizada. El grave problema de la inmotivación total se le plantea a la sociedad argentina, como si la lectura de El extranjero de Camus presidiera las reflexiones que circulan en los medios sobre el tema de la inseguridad.

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“Matan porque sí”: es la queja generalizada. El grave problema de la inmotivación total se le plantea a la sociedad argentina, como si la lectura de El extranjero de Camus presidiera las reflexiones que circulan en los medios sobre el tema de la inseguridad. “Matan porque sí”, así se dice, y es el porque sí lo que al parecer consterna, la falta del buen motivo, la gratuidad. En ese contexto singular, los crímenes pasionales cobran significaciones nuevas, porque si en algo abundan es en los por qué y en los para qué.

Este crimen sucedió en Pilar, y fue de veras horroroso. Un hombre llamado Salazar dio muerte a su concubina, que en vida fue Nancy López. Pero no contento con matarla, después la descuartizó; y no contento con descuartizarla, fue y esparció sus partes en distintos puntos de esa zona del Gran Buenos Aires. No la mató porque sí, la mató porque quería a otra mujer, otra que se llama Mariela Correa, y Nancy se le volvió estorbo.

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La astucia calculadora de Salazar consistió en tratar de suprimir el cuerpo y en presentarse poco después en la comisaría a denunciar que su compañera faltaba. En eso estuvo el cálculo, y en eso estuvo el error. Porque la policía sospechó de esa denuncia: faltaba dolor. Y después encontró los restos fragmentados de la víctima. Y por si fuera poco, encontró además al remisero que había llevado a Salazar a tirar una sospechosa bolsa negra en un descampado nocturno y quieto. Y por si fuera poco, encontró por fin a Salazar, y lo encontró en un entrevero de amor con Mariela Correa, y en el celular de Mariela Correa encontró un mensajito de Salazar que decía, palabra más palabra menos, que ahora sí iban a estar por fin solos. Y por si fuera poco, encontró algo más: una motosierra con restos de carne y sangre, en el placard de Salazar.

¿Un crimen perfecto? Todo lo contrario: el crimen más imperfecto del mundo. Un crimen que espeluzna, aunque parece que no espeluzna del todo. Para espeluznar del todo le faltan al menos dos componentes: uno, el porque sí de la inmotivación; el otro, que el matar involucre a dos personas de clases sociales distintas.