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El tridente egipcio

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Expectativa. La visita de Francisco fue la segunda de un Sumo Pontífice a El Cairo. | AFP
Al papa Francisco lo esperaban con particular atención tres hombres a quienes las convulsiones egipcias de los últimos años han puesto lado a lado en varias ocasiones: el presidente Abdel Fattah al-Sisi, el gran imán de Al Azhar, Ahmed al-Tayyib, y el patriarca copto Teodoro II. Durante el viaje papal, harán de todo para presentarse al mundo como ícono de la concordia nacional. Pero en realidad, no les faltan problemas, sobre todo a los dos primeros.

Al-Sisi, el actual “hombre fuerte” del país, ha tratado desde el principio de cooptar en sus planes políticos a la Universidad sunita de Al Azhar y al Patriarcado copto ortodoxo. En julio de 2013, cuando los militares y las oceánicas manifestaciones en las calles determinaron la destitución del presidente Mohamed Morsi y el fin traumático del gobierno de la Hermandad Musulmana (que había llegado al poder ganando las elecciones), el apoyo que dieron a toda la operación el gran imán de Al Azhar y el patriarca copto Teodoro II fue presentada al pueblo egipcio como una garantía. Desde entonces, Al-Sisi pide con insistencia que Al Azhar, principal centro académico y teológico del islam sunita, se comprometa a “renovar el discurso religioso”, declarándose en contra de los delirios de la ideología yihadista. La cúpula de Al Azhar manifiesta en iniciativas y pronunciamientos oficiales su sintonía con los deseos del presidente. Sin embargo, en el declarado “frente común” contra las corrientes de pensamiento “takfiristas” y “yihadistas”, no faltan las tensiones, ambigüedades y claroscuros.

Las relaciones dialécticas entre Al-Sisi y Al Azhar surgieron claramente a principios de 2015, con el discurso que el presidente dirigió a los estudiosos y a los líderes religiosos de la prestigiosa institución sunita, reunidos con funcionarios del Ministerio de Asuntos Religiosos. En esa ocasión, Al-Sisi invitó a los líderes religiosos del islam a “salir de sí mismos y emprender una revolución religiosa” para arrancar el fanatismo y reemplazarlo con una “visión más iluminada del mundo”. Utilizando tonos de líder religioso, el presidente egipcio criticó el “pensamiento erróneo” degenerado en la perversión yihadista, hecho de un conjunto de ideas y textos que “conduce a toda la comunidad islámica a enemistarse con el mundo entero”. “¿Cómo es posible –dijo con fuerza el líder político árabe– que 1.600 millones de personas puedan pensar que podrán vivir solamente si eliminan al resto de los 7 mil millones de habitantes del mundo? ¡No, es imposible!”.

“Cada vez que me encuentro con el gran imán Al-Tayyib, le digo: “Me estás torturando, y me quejaré ante Dios”, dice a menudo Al-Sisi, medio en broma y medio en serio. La personalidad nada manipulable de Al-Tayyib lo convierte en una persona que no se deja presionar por el poder político, como sucede en otros países árabes con los líderes religiosos musulmanes alineados con los aparatos. El gran imán de Al Azhar no duda en condenar sin medias tintas las redes del terror y el fanatismo yihadista. Pero en su discurso en la conferencia organizada a finales de febrero sobre “Libertad y ciudadanía, diversidad e integración”, Al-Tayyib recordó que la conexión entre la religión y la violencia no caracteriza sólo la historia del islam, sino que también el “hebraísmo y el cristianismo tienen una historia de violencia”. En algunas discutibles apologías de la civilización islámica, el gran imán llegó incluso a sugerir conexiones objetivas entre el cristianismo y las guerras que han caracterizado la historia de Occidente, y también asoció las Iglesias con fenómenos que considera como síntoma de la decadencia occidental. “Desgraciadamente –declaró en 2016 el gran imán de Al Azhar–, algunos jefes de Iglesias en los Estados Unidos aceptan matrimonios homosexuales. Me pregunto qué ha quedado de la Biblia en estas Iglesias. Y qué dirán frente a Jesús, que la paz esté con El”.

Antes de la Primavera Arabe, y antes de convertirse en gran imán, Al-Tayyib sostenía la necesidad de distinguir entre los terroristas que matan inocentes y los autores de atentados contra las fuerzas militares de ocupación. En diciembre de 2014, él mismo declaró que el fanatismo tarkfisista, que fomenta el terrorismo con los versículos del Corán y afirma que son apóstatas todos los musulmanes que no comparten su punto de vista (legitimando incluso su eliminación física), representa una “perversión de la religión islámica”. Intelectuales y políticos egipcios dirigen contra Al Azhar acusaciones periódicas de colateralismo con corrientes islamistas salafitas, consideradas potencialmente cercanas a las aberrantes ideologías adoptadas por el terrorismo yihadista, y critican los programas curriculares de sus cursos de enseñanza. Pero observadores como la escritora Lamis Gaber sostienen que en Al Azhar las posiciones y las doctrinas extremistas pertenecen a figuras de segundo nivel, y describe a Al-Tayyib como un estudioso abierto y franco.

El Rais, Al Azhar y los coptos. Al-Sisi es el primer presidente egipcio que ha participado físicamente en las solemnidades litúrgicas coptas. Su idea nacional considera el elemento copto esencial y no marginal de la identidad nacional egipcia. En julio de 2016, anunció que quería aumentar las penas para los que fomentan desórdenes y violencia de matriz sectaria. El 30 de agosto de 2016, el Parlamento egipcio votó la nueva ley sobre la construcción de las iglesias, cancelando los límites y obstáculos burocráticos que desde hacía décadas condicionaban la vida ordinaria de las comunidades cristianas egipcias.

En el clima de emergencia que ha vivido Egipto en los últimos años, las relaciones de colaboración entre el papa Teodoro II y Ahmed al-Tayyib no son una mera concesión a las presiones de los líderes políticos. En los últimos años ha vuelto a la vida la Casa de la Familia Egipcia, el organismo de relación interreligiosa creado hace años por el gran imán de Al Azhar y el patriarca copto-ortodoxo como instrumento para prevenir y mitigar las contraposiciones sectarias en las ciudades y aldeas. En mayo de 2016, el Patriarcado copto-ortodoxo y Al Azhar suscribieron un documento programático en el que se comprometen a combatir juntos cualquier forma de violencia y de abuso contra los menores, incluidas las mutilaciones genitales y el fenómeno de los matrimonios precoces. Mientras tanto, sacerdotes e imanes organizan encuentros para renovar juntos el “discurso religioso”, como ha pedido Al-Sisi. Estas ocasiones a veces están caracterizadas por el formalismo y tienen pocos efectos en la vida real de las comunidades, sobre todo en las zonas en las que tienen mayor presencia los grupos islamistas radicales. Podrá servirse de estos instrumentos el apoyo que los cristianos egipcios pueden ofrecer a sus conciudadanos musulmanes, incluidos los llamados a derrotar las sirenas del fanatismo yihadista. Sin criminalizar a nadie y según la mirada común que han expresado el papa Teodoro II y Francisco, quienes siempre han rechazado como falsa e instrumental la ecuación entre la violencia y el islam.

*Periodista de Vatican Insider. Especialista en historia religiosa de Oriente.