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Defensor de los Lectores

Internet es ángel y demonio

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Un muy interesante trabajo presentado por la investigadora Beatriz Cerviño Quiroz para el máster de la carrera de Comunicación y Periodismo, en la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la Universidad Autónoma de Barcelona, analiza en profundidad el rol que juegan las redes sociales en la generación de informaciones que saltan luego a los medios tradicionales de difusión, con mayor o menor suerte.
“Las páginas de redes sociales, puesto que son espacios abiertos a cualquier ciudadano que tenga acceso a tecnologías apropiadas –dice el documento–, se transformaron en un espacio importante de manifestación de los problemas y preocupaciones de la población civil. Los contenidos que circulan en las redes sirven como una valiosa fuente de capital social. Para el periodista, las redes sociales son un termómetro de la agenda pública”. Cerviño Quiroz basó su trabajo en amplia bibliografía y en el estudio del comportamiento de cuatro grandes diarios europeos (El País y Público de España, Le Monde de Francia y The Huffington Post de Gran Bretaña) y de sus periodistas en relación con las redes sociales. El 90% de los periodistas de esos medios encuestados aceptó que antes de comenzar la redacción de una nota y al finalizarla consulta redes y páginas web para chequear datos o revisar si otros medios han publicado algo sobre el tema. Un porcentaje tan elevado demuestra que las redes y los sitios (en particular Wikipedia, en este caso) tienen una influencia importante en la orientación de la labor periodística.
Esto tiene –como suele suceder– dos extremos, uno feliz y otro reprobable: por un lado, lo que se publica en páginas, redes y sitios de internet suele anticipar los humores de la población, permite detectar sus intereses y prioridades, y cubre falencias informativas de los medios tradicionales, con lo que sus contenidos detonan, mejoran y acrecientan el valor de la noticia; por el otro, sigue siendo extremadamente lábil la frontera entre verdad y mentira, entre lo publicable y lo descartable. Por poner un ejemplo de estos días (hay varios), durante buena parte del jueves y viernes existió un vacío de información cotejable en torno a la situación del programa nacional Conectar Igualdad, que entregó a cinco millones estudiantes secundarios netbooks y contenidos para sus tareas escolares. Del lado de los empleados del programa se dijo que éste sería desactivado y que más de mil trabajadores serían despedidos por el Ministerio de Educación; casi 24 horas después, el ministerio comunicó que esto no es así, que Conectar Igualdad continuará bajo otra órbita, que parte de su operación será provincializada y que no habría despidos masivos. De hecho, al finalizar el viernes se supo que cesan en sus tareas 58 contratados por una universidad que cumplen funciones en el programa. Para entonces, la cuestión fue tomada en Facebook y Twitter por miles de usuarios que le dieron sus improntas políticas y viralizaron el tema, aumentando la confusión. Faltó, está claro, mayor rigor en el manejo de la información por parte de los medios tradicionales (radio, televisión, diarios) y de internet (portales de noticias, aún lentos en la actualización informativa).
“Mientras que las redes son una invaluable fuente de información –señala el estudio de la investigadora española–, también pueden ser un enorme molino de rumores. La gente publica historias en las redes por muchas razones, sin antes saber si la información es precisa y correcta”.
Una investigación realizada por la George Washington University de Estados Unidos (Social Media and Online Usage Study) apuntaba que la mayor parte de los periodistas considera las redes sociales importantes en la producción de sus artículos y la redacción de sus noticias. El dato, señaló GWU, fue confirmado por el 75% de los profesionales de websites, 72% de los periodistas de la prensa escrita y 58% de los redactores de revistas.
Este ombudsman defiende la idea de emplear las redes de manera responsable y analítica a la hora de planificar y llevar a cabo notas periodísticas en medios como PERFIL, pero sin someterse a una creciente dictadura más parecida a las guerras del rating en la televisión que a la mesurada y creativa generación de contenidos. Ni las redes son fuentes absolutamente confiables (sobran los ejemplos de “metidas de pata” originadas en datos falsos o manipulados), ni los editores deben someterse a los registros de “más leídas” que surgen de los portales de noticias para categorizar sus agendas. Internet es un medio tan angelical como demoníaco. Saber encontrar el justo equilibrio para separar la paja del trigo es parte de la sabiduría necesaria en quienes deciden.