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los pobres, los mas golpeados

La asimetría de la inflación

Es evidente la creciente visibilidad que ocupa en la agenda cotidiana el tema inflacionario en perspectiva al empeoramiento de la problemática social del año 2010.

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Es evidente la creciente visibilidad que ocupa en la agenda cotidiana el tema inflacionario en perspectiva al empeoramiento de la problemática social del año 2010.

Sin embargo, debemos matizar el análisis para no repetir el fundamentalismo conceptual conservador, que normalmente encuentra en la inflación la gran causa de los males sociales y en los aumentos “desmedidos” de salarios la causa de la inflación. Círculo de hierro.

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Ciertamente el fenómeno inflacionario actual tiene efectos diferenciales muy asimétricos, según sea el quintil de ingresos del hogar.

Para el caso del 40% de la población más pobre (primero y segundo quintil), la inflación 2009 efectivamente superó el 20% anual.

Al respecto, en el cuadro se observa la composición del Indice de Precios Consumidor desagregado por rubro y quintiles de ingreso.

Como se ve, el peso de los alimentos aumenta a medida que desciende el quintil y baja el estrato social.

Así las cosas, si en el promedio el peso de los alimentos en la estructura del IPC implica el 31,29% del total, para un hogar del primer quintil de ingresos (el 20% de la población más pobre), alimentos insume el 46,6% de su índice de precios de consumo. Contrario sensu, sobre el 20% más rico de la población distribuida por quintiles de ingreso, el rubro alimentos supone apenas el 23,6% de su IPC específico, asumiendo la mitad del peso que observa el rubro en el primer quintil. Sobre una hipótesis inflacionaria conservadora del 17% promedio anual y un 25% de Canasta Alimentaria, para el año 2010, el IPC desagregado por quintiles es el que muestra el cuadro de apertura en la franja inferior.

Como se señala, el IPC pasa del 22% promedio anual para el primer quintil al 13% anual para el 20% más rico. No cabe dudas entonces de que el impacto inflacionario traccionado por alimentos, como es nuestro caso, promueve efectos regresivos, si no se corrigen y esto es indudable y necio negarlo.

Sin embargo, aplicar centralidad absoluta al fenómeno hasta instituirlo como el primer problema nacional, parece al menos un exceso, sobre todo cuando la historia reciente muestra que el patrón distributivo de mayor regresividad observado en la historia argentina desde que se dispone de mediciones, fue construido durante la década de los años noventa con inflacion cero o, incluso, deflación de precios.

Adicionalmente, debe recordarse que a fines del año 2006, cuando la inflación de un dígito no era problema, la pobreza ascendía al 26,7%, similares valores a los actuales, que en una hipótesis de máxima pueden haberse desplazado hasta el 30% , luego del inicio del “ciclo inflacionario” en el año 2007.

En otras palabras, asumiendo un 30% de pobreza actual, sólo el 10% puede explicarse por efectos de la inflación del ciclo 2007/2009.

Peor aún para los fundamentalistas del discurso antiinflación, las mejores participaciones de los trabajadores sobre el PBI se dieron, en contextos inflacionarios con pleno empleo, extensa organización y lucha sindical asociada. Por lo tanto, la inflación es efectivamente un problema a tener en cuenta e impacta negativamente en la base de la pirámide social. Sin embargo, no parece sensato convertirla en el principal tema para evaluar la situación social obviando la persistencia de la estructura de inequidad distributiva y la morfología del mercado de trabajo de manifiestas asimetrías salariales y alta informalidad, por citar tres variables centrales a la hora de analizar la notable vulnerabilidad que aún impacta sobre amplios segmentos de la población .

*Director Consultora Equis.