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La Selección pone en alerta al Presidente

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No se trata ya de una posibilidad. Son concretas y reales las chances de que el martes la selección de fútbol quede fuera de un Mundial, por primera vez en casi medio siglo. Ese fantasma que rodea al país futbolístico también campea por la cabeza del presidente de la Nación, justo cuando se siente rodeado por un optimismo nunca visto desde el inicio de su mandato.

En Olivos, el jueves por la noche, padeció en familia y con un amigo con problemas de salud el partido ante Perú, jugado justo en su amada Bombonera, donde festejó todos los títulos de la era dorada de Boca con él como presidente y Bianchi de técnico. “No clasificar va a tener impacto político, sin dudas, porque el Presidente se va a deprimir mucho”, citó ayer un periodista de La Nación un textual en off del mandatario, en tercera persona. Aclaró que era en broma, o no tanto.

Se sabe de la pasión futbolera de Macri. Es histórica, privada y pública. Ya que no pudo cumplir su sueño de jugar en Boca, se propuso presidirlo. No sólo lo logró, sino que además de la mano de los éxitos deportivos y del reordenamiento administrativo, el club y su trascendencia nacional lo catapultaron a la política. En privado, es un clásico cómo le brillan los ojos al hablar de Boca y de Antonia, su hija menor. En público, son anecdóticas las bromas que suele decir tanto en campaña, a dirigentes aliados o no, como a líderes mundiales, tal los recordados casos de Angela Merkel y Vladimir Putin.

Pero más allá de este fervor personal, Macri se ha movido mucho políticamente sobre el fútbol como jefe de Gobierno de la Ciudad y, sobre todo, desde que se instaló en la Casa Rosada. Por eso, la cercanía de una eliminación lo perturba en varios sentidos.

En su edición de ayer, PERFIL planteó que para que el fútbol argentino tenga la opción de renacer hay que tocar fondo: no llegar al Mundial (http://e.perfil.com/basta). Amén de un debate bienvenido, la idea de dejar atrás estructuras putrefactas para que nazca algo nuevo y mejor salpica a Macri, que se movió de manera sinuosa en estas aguas más contaminadas que el Riachuelo.

Como presidente de Boca, negoció y acordó con una parte crucial del sistema de degradación, como son los barrabravas. Como presidente de la Nación, no estuvo para nada ajeno al terremoto en la AFA. Vía Daniel Angelici (su delfín todoterreno desde el sillón boquense) se alió, primero, al grondonista Luis Segura y luego a Hugo Moyano. Todo para que Tinelli no llegue a Viamonte y sí Chiqui Tapia.
Recibió con beneplácito la mudanza del partido clave a la Bombonera. Allí, La Doce recibió fondos y la llave para controlar a los hinchas. Nada sirvió mucho ni cambió tanto.