COLUMNISTAS
Defensor de los Lectores

Las reglas para un buen título

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Atrapar al lector. Ese parece ser el desafío de los editores resueltos a mantener su caudal de consumidores o acrecentarlo. Esto obliga a extremar el esfuerzo periodístico en busca de buena, mejor, inédita información, originalidad, primicia, impacto sobre la sociedad. Una buena tapa debe ser, si se pretende lograr estos efectos, el fiel reflejo de lo que se encontrará en las páginas interiores. Es axiomático: un gran título fideliza a los lectores habituales y captura parte de aquellos que aún no optaron por serlo.  
 
La cuestión es sostener con el material interior lo que se oferta en la portada, que no es otra cosa que la vidriera de un diario o revista, como este ombudsman ya ha definido más de una vez. Cuando esto no ocurre, cuando hay una sobreactuación, una sobreventa en la portada, el desagrado del lector se acrecienta y el medio pierde mucho en credibilidad.

El viernes 24, la tapa de la revista brasileña Veja afirmaba que la presidenta Dilma Rousseff y su antecesor, Lula Da Silva, sabían de los enjuagues dolosos investigados en relación con Petrobras, y atribuían al arrepentido Alberto Youssef el haber revelado tal conocimiento a la instrucción policial que lo está encausando. La nota interior, muy bien desarrollada, reproduce esto, pero finalmente lo relativiza al indicar que Youssef deberá confirmar con pruebas sus dicho, pues de otro modo sólo serán un indicio y no una certeza punible. Esto no sería tan grave si las elecciones presidenciales en Brasil no fuesen hoy, 48 horas después de la publicación. Es conocido que Veja critica con dureza al gobierno y a su partido. El mal está hecho, aunque no se confirme lo publicado.

Ayer, en su página 32, PERFIL se ocupó de la publicación de Veja. Se dice allí, tras relatar lo antedicho, que uno de los abogados de Youssef dijo que nunca escuchó a su defendido decir eso. “Conversé con todo mi equipo –explicó– y nadie dijo eso. Estamos perplejos y desconocemos qué está sucediendo”. 

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Será Veja el medio que habrá de confirmar o no la veracidad de lo que ha publicado (generalmente, el tiempo le da la razón). Su seriedad está en juego, y también su credibilidad.

Los lectores preguntarán por qué su defensor se ocupa de un medio foráneo. Pues porque es pertinente: en los últimos números de PERFIL vengo observando cierta tendencia a desafiar los límites del buen ejercicio periodístico con ofertas en la tapa que resulta difícil (o imposible) sostener en el interior, como la que se refería ayer a los avatares judiciales de Lázaro Báez y la familia presidencial, de la que me ocuparé la semana próxima. Ejemplos:
El sábado 18, el título principal decía: “Cero adhesión al ‘canje’ local”. Y puntualizaba que “ningún bonista cobró deuda en la nueva jurisdicción”. Esto es cierto, pero planteado así se induce al lector a creer que hubo falta de interés en los bonistas, cuando en realidad –y se explica en un breve recuadro de la página 23– el Gobierno no publicó los mecanismos para que los acreedores pudieran acceder al cobro. Algo que quedó más claramente expuesto al día siguiente, el domingo 19, cuando se indicó en la página 22: “Inversores aseguran que el Gobierno no activó el canje”. En resumen: el título del sábado 18 fue, cuanto menos, engañoso.
En la edición de ayer se decía en la tapa: “Villa en Pinamar: el asentamiento que llegó a la costa antes del verano”. El lector puede inferir de esto que ha habido en estos días una migración importante hacia las villas pinamarenses. Pues bien: los dos barrios marginales más conocidos, La Palangana y el “de los uruguayos”, tienen ya décadas de existencia, y en los últimos tiempos han crecido pero no de la manera en que se sugiere en la tapa. Lo explica bien el autor de la nota en páginas interiores. Los asentamientos no llegaron “antes del verano”.

Otra vez Cultura. Ya se ha transformado en un mal endémico (por no decir sistémico): dos lectores (ver página anterior) se quejan por inexactitudes u omisiones en el suplemento Cultura. Una de ellas se refiere a una foto de página 8, la de Marcel Proust, marginado del epígrafe por un extraño acto de birlibirloque. La otra señala como inexacto que Saul Bellow esté mencionado entre quienes no recibieron el Premio Nobel. Bellow lo obtuvo en 1976, el mismo año en el que le adjudicaron el Pulitzer por El legado de Humboldt. Y hay algo más: en esa misma nota, página 8, aparece una foto de Luis Chitarroni, escritor y editor, sin justificación: no se lo cita en el texto ni se dice por qué está allí