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Narcotrafico

Logística de la droga

Desde Aguas Blancas a Salvador Mazza y expandiéndose hacia el sur, el norte salteño está atravesado por un entramado de rutas y caminos alternativos que dibujan un mapa soñado para quienes quieran pasar desapercibidos.

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Desde Aguas Blancas a Salvador Mazza y expandiéndose hacia el sur, el norte salteño está atravesado por un entramado de rutas y caminos alternativos que dibujan un mapa soñado para quienes quieran pasar desapercibidos. A menudo, los narcos eligen circular por estas arterias, a pesar de los riesgos que con frecuencia implica el camino a través de la montaña. Cuanto más al sur desemboquen en una de las dos vías narco más pesadas del país, la Ruta 50 y la Ruta 34, mayores serán sus posibilidades de continuar su descenso hacia las entrañas del país sin ser interceptados. La 34, conocida como la Ruta de la Droga, es la que proporciona la mayor cantidad de datos estadísticos sobre procedimientos.    

Desde la frontera hasta Salta capital, entre siete y ocho controles tratan de contener el flujo de narcóticos hacia las entrañas del país. En el resto de la carretera, como en la Ruta 81, hay controles móviles y patrullas móviles que recorren no sólo las principales vías sino también los accesos secundarios. En la ciudad de Pichanal, al noroeste de la provincia de Salta, departamento de Orán, las rutas 34 y 50 se cruzan, y la 50 se transforma  en la Ruta 5 en su descenso. La Ruta 38, que une las provincias de Córdoba, La Rioja, Catamarca y Tucumán, es una de las principales alternativas para moverse por el norte del país salvando los controles que vigilan las otras rutas.

Pero el territorio es enorme, y los narcos a menudo logran salvar los obstáculos. El ex agente de la ex SIDE con el que me reuní a finales de 2014 en una cafetería de Santa Fe y Callao, de Capital Federal, y que me describió la maquinaria de narcocorrupción en las villas miseria me impulsó a calibrar la dificultad de tratar de seguir las rodadas de los narcos en el norte del país. Fue un año después de nuestro primer encuentro, en un bar de Tribunales. Aunque admitió que es imprescindible hacer un recorrido tanto por la Ruta 34 como por la 9, las dos arterias principales que bombean el flujo de narcóticos de norte a sur, aclaró que los mapas de la droga no se pueden calcar porque los narcos cambian sus dibujos de forma continúa: “No hay una, dos o tres rutas de la droga, los caminos se reinventan –se encuentran o se abren– constantemente”. Sólo hay que seguir la 34 en su ruta en solitario y en connivencia con la 9 para llegar de la frontera a los dos principales puertos del país con salida internacional. En Pichanal, la Ruta 34 sigue su camino hasta San Martín, San Pedro de Jujuy y General Güemes, para unirse un poco más al sur con la Ruta 9 procedente de Salta capital. En Santiago del Estero, la 9 se desvía hasta Córdoba y de ahí a Rosario; la 34 va directa a Rosario. Allá, la cocaína principalmente se saca del país a través del puerto, aunque parte de ella se queda en casa. (...)

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Para llegar de la capital santafesina a Buenos Aires no hay más que seguir camino durante menos de dos horas por la Ruta 9. En Capital Federal y el Conurbano, la cocaína va directo a las villas para consumo interno o al puerto para seguir su ruta hacia Europa, Estados Unidos, Japón, Oceanía y Oriente Próximo. Ya se sabe, a medida que la droga se aleja de su lugar de fabricación va ganando valor. Si en la frontera cada pan o kilo de cocaína vale 25 mil pesos del lado argentino –del boliviano el valor se reduce a la mitad–, en Rosario o en Buenos Aires su precio está entre 70 mil y 100 mil pesos. En España o Italia, bien pagado puede superar los 50 mil euros; el precio en los países del norte de Europa aumenta. En Japón, Oceanía o las potencias multimillonarias de Oriente Próximo, 100 mil dólares es un valor aceptable. En Estados Unidos puede llegar a alcanzar el mismo valor aproximadamente. Y eso, suponiendo que sea pura. Casi nunca lo es. Cortada, se pueden sacar en España hasta 200 mil o 300 mil euros por kilo. Hoy, el negocio de la logística del transporte de la droga desde el lugar de producción hasta el de consumo genera tremendos beneficios. Tanto es así que Sergio Berni, ex secretario de Seguridad, aseguraba que ahí está la clave de la ingente ganancia del narcotráfico.

El entramado de rutas terrestres, aéreas y fluviales, sumado al poderío económico que despliega el narcotráfico para movilizar su cargamento, convierte su captura en una misión casi imposible si se apuesta por la estrategia de seguir sus huellas físicas. Se hace imperioso perseguir otras pistas, como su dinero. (...)

La corrupción, así como la falta de cruce de información entre las bases de datos de la Corte Suprema de Justicia y las de la Procuración General, son algunos de los grandes problemas que enfrenta la lucha contra el tráfico de estupefacientes en el país. A menudo, los logros más importantes en esta materia por parte de jueces, fiscales, policías, Policía de Seguridad Aeroportuaria e Interpol, entre otros organismos, tienen más que ver con méritos personales que con las políticas judiciales. La carencia en el cruce de datos entre estos delitos complejos y otros vinculados también perjudica la persecución de las actividades ilícitas. En materia de legislación del blanqueo de capitales, queda mucho camino por recorrer para optimizar su vinculación con el tráfico de estupefacientes en los casos que sea oportuno. La falta de recursos también dificulta el ritmo y la eficacia con los que la Justicia puede avanzar en las causas. La baja eficiencia en la investigación criminal queda demostrada por el hecho de que aproximadamente el 80 % de los litigios vinculados con el narcotráfico se centran en el consumo, el pequeño consumo o narcomenudeo, y las mulas, es decir, procedimientos a pequeña escala que saturan los juzgados y terminan por capturar a los eslabones más débiles de la cadena. (...)

En un negocio que mueve más de 300 mil millones de dólares al año en todo el planeta, uno de los últimos informes de las Naciones Unidas sobre drogas ubicó a la Argentina como la tercera potencia proveedora de cocaína del mundo, sólo por detrás de Brasil y Colombia. Sin embargo, en un documento más reciente, la organización transnacional evitó concretar un ranking, consciente de que en realidad es muy difícil calibrar este tipo de comercio con tanta precisión. En cualquier caso, el antecedente sirve para hacerse una idea del avance del tráfico de estupefacientes en el país.


*Licenciada en Periodismo, Universidad Complutense de Madrid.

Fragmento del libro De estos polvos futuros lodos.