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VIOLENCIA I

Ni uno más

La marcha Ni Una Menos del miércoles 19 deja ecos audibles. A raíz de ella, muchos varones (y bastantes mujeres) proponen, como reacción, movilizarse contra todo tipo de violencia.

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La marcha Ni Una Menos del miércoles 19 deja ecos audibles. A raíz de ella, muchos varones (y bastantes mujeres) proponen, como reacción, movilizarse contra todo tipo de violencia. Vivimos en una sociedad violenta: asesinatos, asaltos, peleas callejeras, peleas en los colegios, en los boliches, en las canchas (dentro y fuera del campo de juego), descalificaciones continuas, violencia verbal, violencia contra los animales. Sin distinción de clases, niveles culturales, profesiones, oficios y edades. No faltan rubros. Hablar contra la violencia queda bien, es oportuno y cumple el protocolo del pensamiento correcto.

Pero ese pensamiento generalista puede llevar al relativismo moral y a la inmovilidad. Asesinatos y femicidios se siguen sumando como respuesta cruel a la protesta. Ya ocurrió en 2015, cuando en los cuatro meses siguientes a la primera marcha se contaron cuarenta femicidios. Es ésta la violencia que urge enfrentar, y apremia hacerlo con hechos concretos, no con palabras de ocasión ni un “correctismo” que, en los hechos, es indiferencia cool.
Ejemplo de la desviación del tema son los hombres que se dicen “no machistas”, pero “antifeministas”. ¿Si no se es machista, a qué viene lo del antifeminismo? Simulando disparar contra el radicalismo feminista (que operar como contracara del machismo al convertir una parte en el todo), se expresa de manera velada, soft y hasta glamorosa un agudo malestar ante el creciente protagonismo de las mujeres en áreas que les eran prohibidas, malestar ante el clamor femenino que exige acciones y se las exige en primer lugar a los hombres, malestar ante una situación que amenaza la zona de confort masculino que durante generaciones permitió a los varones poner las reglas de juego en los temas donde se define el destino colectivo y común: la política, los negocios, el espacio público, el sexo, la ciencia, la técnica.

El “antifeminismo no machista” termina en machismo light, pero machismo al fin. Violencia contra la mujer significa más de 300 mujeres asesinadas por hombres cada año, chicos huérfanos, indiferencia estatal (sea el gobierno que fuere), Justicia machista y cómplice, educación familiar que sigue transmitiendo prejuicios patriarcales. Estar contra “la violencia de todo tipo” es disolver prioridades, cambiar el eje de la cuestión mientras acontece el brutal femicidio de cada día.

Las mujeres no se matan entre ellas. Tampoco se suicidan en masa. Mueren a manos de hombres. Por lo tanto, ésta es ante todo una responsabilidad de los varones, y debemos ser los primeros en abordarla y poner un freno. No hay que asustarse, la masculinidad auténtica, profunda, nutricia, fecunda, capaz de liderar con valores, de transformar el mundo para mejor, de abrir el corazón para que entren y salgan emociones fertilizantes, la fuerza masculina capaz de construir, no peligra por la movilización de las mujeres sino por la pasividad de los varones ante el machismo brutal que no sólo se expresa en femicidios, sino en guerras, narcotráfico, barras bravas, depredación económica, vaciamiento de la política, todas especialidades masculinas (en las que suelen filtrarse mujeres machistas, que las hay y las conocemos).

La violencia contra la mujer es concreta. No divaguemos. Partamos de ella y afrontemos luego cada violencia puntual, con menos palabras y declaraciones para la tribuna y más acciones específicas y anónimas en el día a día. Para esto se necesita mucha testosterona espiritual, del corazón, no de los testículos. Se produce con conductas, con actitudes. Y se necesita mucho coraje. Los varones deberíamos prometernos que Ni Uno Más, ni un machista más, ofenderá y deshonrará a nuestro sexo con femicidios, descalificaciones antifemeninas cobardes, chistes machistas (circularon muchos tras la marcha), indiferencia, desigualdad y maltrato laboral a las mujeres, publicidad sexista del peor tipo, etcétera. Ni Uno Más significa ponerse los pantalones para que no haya un nuevo Ni Una Menos.

*Escritor y periodista.