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gesticuladores

Petróleo sangriento

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El próximo día 12 es el juicio a los petroleros presos de Las Heras. He seguido el tema en estas columnas desde hace unos años, y mientras escribo “años” me tiembla el pulso de pensar que entre mi última columna y ésta los obreros siguen presos, sin pruebas del asesinato del policía represor (muerto en la pueblada) que se les achaca y con testimonios arrancados a testigos bajo amenazas, secuestros nocturnos y torturas. Ese mismo tribunal que permitió el estado de sitio feudal y videlista en Las Heras para frenar los reclamos salariales es el que ahora pretende hacer justicia.
La suma grotesca de las partes aportaría material para mil ficciones, pero lamentablemente éstas ya han sido escritas y preceden brutalmente a lo real. Está Fuenteovejuna, por supuesto, donde todo un pueblo hace frente a los inquisidores del poder, escudándose con coraje bajo un solo nombre: el de Fuenteovejuna. El nombre que –desde entonces– ha hecho de cada pueblo que lucha un Pueblo y le asegura su entrada en la historia. Pero está también Sacco y Vanzetti, ficción sobre una verdad, en sus múltiples adaptaciones, donde dos luchadores obreros son hechos mártires injustamente para abrir paso al capricho desencajado del capital cuando éste no cabe por sus propios estrechos callejones. Y está Un enemigo del pueblo, donde decir la verdad con demasiadas pruebas conduce al enfrentamiento con políticos expertos en el arte del doble lenguaje.
El teatro atesora para sí casi todos los hechos de Las Heras. La realidad, mientras tanto, lo imita fielmente: hiela la sangre el testimonio de Graciela Valenzuela, que denunció al propio tribunal como torturadores y cómplices de la barbarie, y que dio así el paso inicial para cambiar el final de esta historia.
Esperemos que quede en historia el día 12. Si no, la Justicia tendrá que dar muchas explicaciones, no sólo a las víctimas, sino también a siglos y siglos de literatura. A ver cómo demuestran esta vez que sus preceptos y argumentos eran falsos.