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¿Y por qué no?

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Bueno, ¿y por qué no? Tal vez me faltaron lugar y ganas, sí, es posible. Pero la hoja en blanco es tentadora y algo quedó pendiente ahí, sin voz y sin letra, cosa que es sumamente molesta. Así que vamos a por miedo y fobia, como dirían nuestros abuelitos, los que llegaban de las Hispanias.
Miedo y fobia se parecen mucho, ¿no?  Una se imagina al personaje que siente el uno o la otra y lo ve, prácticamente lo ve retroceder con cara de espanto o al menos de inconfesable incomodidad, y casi lo oye, ay sáquenme eso de ahí. Siendo que “eso” puede ser cualquier cosa, desde un bicho cascarudo hasta un recuerdo de infancia (y para colmo falso, como le dice a una el psicoanalista).
Pero rindámonos ante todo a las manías de la abajo firmante y vamos a los diccionarios, si usted no se opone. Mi amigo don Sebastián Covarrubias Horozco, siglo XVII, ante todo aunque no sea nada más que por antigüedad y, según me gusta afirmar, por sabiduría. El señor de Covarrubias sostiene que hay por lo menos dos miedos, uno que es el que suelen tener “los hombres de poca monta y cobardes”, qué horror, y otro que “puede caer en un varón constante, prudente y circunspecto”.
Digo rápidamente que en el Covarrubias no existe la entrada “fobia”. O no había fobias y a nadie le daban miedo las alturas o las serpientes o lo que fuera, o sí las había pero no tenían nombre y entonces se trasladaban a otro vocablo, miedo directamente, o asco, o ambas asimetrías a la vez.
Ah, pero el Pequeño Larrouse, más moderno o actualizado en el caso de mi biblioteca, dice que el miedo es temor o recelo (pero, se me ocurre, “recelo” es más bien sospecha, creo), y que la fobia también es temor pero irracional. Así que ahí tenemos, ambos, fobia y miedo, son temor. Bien.
Veamos el Corominas (chico, porque el grande permanece en el limbo de los sueños incumplidos). Miedo viene del latín metus (Metus improbos compescit, non clementia, o sea “es el miedo lo que sujeta a los malvados, no la clemencia”). Y fobia no viene de ninguna palabra, sea latín o arameo, viene de extraerla de sustantivos con hidrofobia, anglofobia, etc.
Y me parece que aquí terminamos esta excursión por las páginas de los libros eruditos (iba a poner “sabios” pero eso es otro cantar). Le prometo otra, excursión digo, pero ya no por páginas de libros sino por chismes históricos. Estimado señor, querida señora. Abur.