CULTURA
Libro

Las mil y una vidas del Zar; memorias y fotografías de Alejandro Romay

Las 250 páginas de MemoriZar no deben llamar a engaño: es un libro enorme, con cientos de miles de palabras y más de 300 imágenes que dan sabrosa cuenta de la vida y la obra del joven cronista tucumano devenido gran empresario radial, televisivo y teatral del país y de América latina. Medio siglo en el espectáculo, pasando por Canal 9 y sin olvidar anécdotas y testimonios de autores, productores y estrellas que se formaron junto a él. Además, los primeros 3.000 ejemplares se venderán a total beneficio de la Casa del Teatro. A continuación, apenas un anticipo.

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Alejandro Romay, un prcer del entretenimiento en Argentina. | Cedoc

Adiós a Canal 9. Concluía una larga relación con esa gente que me había acompañado por años. Fue inevitable que me quebrara y les confesara sinceramente cuánto los apreciaba y cómo valoraba su trabajo. Entré en el estudio principal de las instalaciones inauguradas hacía no más de cuatro años en la calle Dorrego. Iba a despedirme de todo el personal. Recién entonces comprendí que, en realidad, había comenzado a irme del canal cuando decidí mudarlo del edificio de la calle Gelly. Claro que en aquel momento no lo supe (...).

Tucumán. Fue mi tierra querida, pero también la tierra prometida en la que, sin que yo lo advirtiera, se cinceló golpe a golpe el destino de mi vida. Sören Kierkegaard, ese enorme pensador danés, sostenía que de nada le valdrá a un hombre haber nacido en el momento más esplendoroso de una cultura si no le sirve para descubrir quién es él mismo (...).

Los comienzos. La idea de comunicarme, de expresar un sentimiento a través de las palabras, aquello de “salir por radio”, dando una noticia que alguien escuchaba con interés gracias a una “voz” que surgía no se sabía de dónde, me emocionaba enormemente. Descubrí el asombro siendo muy joven. Yo animaba los bailes del colegio, y esa vuelta se nos ocurrió ir a promocionar uno a la radio (...)

La pasión. Por entonces supe de mi verdadera vocación: los micrófonos, el espectáculo, la poesía, y ahora –gracias a Buenos Aires– también la música en dos por cuatro, el tango. Sin duda Buenos Aires amedrentaba. Daba la sensación de ser tal como la definió un pariente de Atahualpa Yupanqui: “Un hormiguero pateao”. Pero en aquel 1947, a pesar de casi cincuenta millones de muertos en la guerra, la Argentina vivía un clima de fiesta cultural y económica (...).

De locutor a productor. En 1946 la política llegó a la radiotelefonía para quedarse. Y al decir esto no hago un juicio de valor sino que señalo una realidad insoslayable. Al trabajar en los medios de comunicación, algo que debe aprenderse rápidamente es que éstos constituyen un poderoso atractivo tanto para el poder político como para el económico. Entre 1947 y 1955, el gobierno de Perón se hizo cargo de todas las emisoras del país, salvo de una: LV8 Radio San Juan, perteneciente a los bodegueros Graffigna, de estrechas relaciones con la Iglesia (...).

Grandes valores. Alguien me dijo: “Ellos tienen los Nuevos valores del tango. Nosotros podemos subrayar que tenemos los Grandes valores del tango. Con Perón en el gobierno y Raúl Apold en la Secretaría de Prensa, se produjo una situación difícil para los músicos. Reclamaban la misma retribución que Osvaldo Pugliese les daba a los de su orquesta. El sindicato había determinado un caché que se pagaba por actuación, todo esto sin relación de dependencia (...).

La libertad de hacer radio. Tras la autorización del Comfer se inició la historia de Radio Libertad, cuyo nombre había sido presentado en los pliegos, y era nuestra cábala oculta para ganar la licitación. La muerte de Evita causó un cisma en el gobierno y en el mismo Perón. En 1954 me incorporé al movimiento juvenil que presidía monseñor Caggiano en la Iglesia del Socorro. Allí se grababa el disco de la “revolución libertadora” –con poemas recitados por Arturo García Buhr– que se distribuyó entre muchos empresarios y oficiales del ejército (...).

De la radio a la televisión. Yo era un tipo de éxito y estaba tranquilo, pero algo me decía, sin racionalidad alguna, que valía la pena arriesgarse. Para mí, Enzo Ardigó era un periodista admirable. Director de Radiolandia, presidente del Festival Internacional de Cine de Mar del Plata y reconocido comentarista deportivo. Un día me avisó que venía a la radio de inmediato. A los pocos minutos estábamos solos en mi despacho. “Alejandro –me dijo–, don Julio Korn tiene el 30% de las acciones de Canal 9 y está dispuesto a venderlas, pero no te aconsejo que las compres si Kurt Lowe no vende su 30%” (...).

Entre tangos y almorzando. Si alguna virtud me cabe, ésta radica simplemente en tener una predisposición a ver, a estar alerta frente a lo que sucede. Las tres redes de los EE.UU. se habían unido para boicotearnos. Ante ese ataque directo, decidimos convertir Canal 9 en un canal ar-gen-ti-no, llevándolo a transmitir un 100% de producción nacional, diferenciándolo claramente del 13 y el 11. Nunca abandonamos esa ruta, y la ratificamos día a día. Mi gran desafío fue emprender la producción íntegra de un teleteatro (...). Inauguramos Almorzando con las estrellas y al tercer año Daniel Tinayre me preguntó si lo dejaba ponerle el nombre de ella al espacio, y Mirtha se presentó con el nuevo título: el primer día tuvimos 14 puntos de rating, que fue subiendo hasta los 20 (...).

Alta comedia. De todos los ciclos que atesoré en mi vínculo con la televisión, Alta comedia fue mi preferido y mi orgullo. Cuando decidimos el programa Cuatro hombres para Eva contratamos, junto a Eduardo Rudy, José María Langlais y Jorge Barreiro, a Rodolfo Bebán. Hijo de un gran actor y director teatral, era modelo y estaba dando sus primeros pasos como actor. Al poco tiempo de haberse iniciado en el teleteatro, con un éxito inusitado fue tentado por el 13 para pasarse a sus filas (...).

Cara a cara con Perón. Dueño de una seguridad pasmosa, y con una calidez increíble, sin perder jamás la sonrisa, me sometió a un cuestionario cuyas respuestas obviamente él ya conocía. En los inicios de mi administración de Canal 9, el reportaje a Robert Kennedy tuvo repercusión internacional. Ahora puedo decir que el reportaje fallido a Perón en Puerta de Hierro fue el prólogo de lo que culminaría –y no por vinculante– con la intervención estatal de todos los canales (...).

Un mar de sangre. Argentina era el país de las sorpresas y los cambios abruptos. Y yo, sin buscarlos, me encontraba de regalo con una primicia que conmovería al mundo: Perón, sin duda alguna, iba rumbo a su tercera presidencia. Sobre el final de ese gobierno militar, se entró decididamente en la antesala de una violencia inédita. La explicación dada por los hechos ocurridos en Trelew en agosto de 1972 generaron más dudas que certezas: nadie creyó que la matanza se hubiera debido a un intento de fuga (...).