DEPORTES
Goleada a Venezuela

Messi dibuja, Higuain ejecuta, y la Selección ve el Mundial más cerca

En un Monumental repleto, el equipo de Sabella fue una fiesta. Dos asistencias y un gol de la Pulga, más dos tantos del Pipita, cerraron un 3-0 contundente. El martes, contra Bolivia.

Noche redonda. Messi sabe lo que busca: patea el penal con fuerza, cruzado y alto. Fue el segundo de Argentina. La dupla con Pipita volvió a funcionar: el delantero llegó a nueve tantos y quedó como ú
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Ya no importa cuanto falte para conseguir la clasificación; al fin, eso es una cuestión de tiempo. La certeza más grande que sobrevoló el Monumental anoche fue que la Selección empieza a confirmar variantes de peso, esa condición necesaria para trazarse la meta de ganar un Mundial. Esa , más que el 3 a 0 contundente y por momentos estético, fue la mejor noticia.

Cómo salir del cerco. Al equipo le llevó veinte minutos encontrarle las costuras a Venezuela, que sorprendió al principio con su línea de volantes adelantada. Entonces, la transición defensa-ataque de Argentina no era lo cómoda que Sabella había imaginado. Porque Rincón –cumplió su palabra de buscarle los tobillos a Messi– ordenaba el paso al frente para apretar a los receptores y Garay no encontraba a quién darle el primer pase. A esa circunstancia se le sumaba una tampoco prevista: el riego previo al partido fue tan excesivo que en algunos sectores el tránsito se hacía difícil.
Hasta que apareció Gago en escena para dominar la sorpresa inicial que había invadido el Monumental. El volante de Vélez, elegido hace tiempo por el entrenador como el primer socio de Messi, empezó a ubicarse detrás del eje Rincón-Lucena para recibir, girar y tener la cancha de frente. Ese solo movimiento descompensó a un equipo que fue áspero de principio a fin; el 5 argentino se hizo jefe desde el círculo central –siempre bien asistido por un Mascherano incansable y preciso– y desde allí repartió juego. Tac para Higuain y el nueve quedó solo ante el arquero, aunque no pudo definir; tac para Zabaleta y el lateral encuentra espacios para ir hasta el fondo. A esa altura, ya Montillo había dejado su posición en la izquierda para armar una sociedad con fines de lucro con el 10. Una combinación rápida entre ellos, que había iniciado Mascherano, derivó en el gol de Pipita.
El 1-0, además de darse la mano con los merecimientos, terminó de descomprimir a la Selección. Venezuela, lejos de aquella presión, no asustaba jamás. Y antes del cierre del primer tiempo, Messi estiró la diferencia de penal.

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Suma y sigue. El segundo tiempo empezó como si no hubiese terminado el anterior: Venezuela parecía más concentrado en no dejar espacios sin cubrir en defensa que en achicar la desventaja. Y Argentina, dueña de la situación, seguía tocando las teclas correctas: pases de primera, apertura por las dos bandas para los laterales, que subían constantemente, y movilidad en ataque para no darle referencias a los defensores. Solo Lavezzi, preocupado por un dolor muscular desde el comienzo, no entraba del todo en el circuito.
Fue suficiente que el capitán se hiciera cargo de elaborar el tercer gol –firmado a un toque por Higuain– para que Venezuela arriara definitivamente las banderas. Entonces, el fútbol se pareció al teatro: el público observó sin excitarse el cierre de una demostración colectiva de consistencia. Sin apremios, Gago, sentido, pidió el cambio, Pipita se hizo amonestar para cumplir la suspensión ante Bolivia, y la goleada quedó servida. Solo Messi, un espíritu que no sabe de relajaciones, siguió buscando con determinación. Sabella, sentado, se habrá ido conforme con la prueba: su equipo le
dio respuestas positivas aun sin Agüero ni Di María, la mitad de los Cuatro Fantásticos.