El gobierno de Mauricio Macri dejó de ser una administración que habla de la herencia, para lanzar su modelo de país, en un paquete de medidas con dos caras: ajuste de jubilaciones por un lado, y reforma impositiva para estimular la inversión y gravar las finanzas por el otro.
El lunes, en un acto multisectorial en el Centro Cultural Kirchner, el jefe de Estado lanzó el marco con un discurso de "consensos básicos" con los ejes para su modelo de país. Un Estado más chico, que gaste menos y achique el déficit, al mismo tiempo que baja impuestos para la inversión; y una nueva redefinición de las relaciones laborales, con abaratamiento de contrataciones nuevas y despidos mediante el fin de beneficios a los empleados en los regímenes vigentes.
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En líneas generales, se trata de un plan de dos caras, por dos medidas que serán de las que causen más ruido en los medios. Una, un cambio en el recálculo de los aumentos de haberes jubilatorios, que los congelará en términos reales ya que sólo subirán lo que diga la inflación; a diferencia de la fórmula actual que les permitía subir más en los años de reactivación. Y otra, un gravamen a los grandes depósitos y bonos públicos de residentes locales, que hasta ahora estaban exentos.
El Gobierno sabe cubrirse para los debates. El año pasado aprobó una ley de blanqueo de capitales atada a una reparación histórica a jubilados. Ahora, aplana el gasto entre 60 y 100 mil millones de pesos en el rubro de prestaciones sociales, mientras se da un baño de progresismo al ser el primer gobierno en cobrarle, como en todo el mundo, un tributo a la renta financiera.
Todo será cuestión de debate en el Congreso desde los próximos días hasta el año que viene. Las discusiones se completarán con los gobernadores: buscarán redefinir la distribución de recursos entre Nación y provincias, mientras la línea oficial, marcada por la Ciudad y la Provincia de Buenos Aires será que se bajen Ingresos Brutos, fuente de la recaudación local.
