POLITICA
BERGOGLIO VS. KIRCHNER

La Iglesia y el Gobierno amenazan con desatar un enfrentamiento total

El creciente malestar entre el Episcopado y la Casa Rosada va en constante aumento. El odio entre el arzobispo de Buenos Aires, Jorge Bergoglio y el Presidente. El factor Verbitsky. Los obispos, lanzados a resistir las reelecciones indefinidas en las provincias. Por qué la cúpula eclesiástica está convencida de que tiene que poner límites al avance pingüino.

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Mano. ltimo encuentro de Bergoglio y Kirchner, el 25 de mayo. | Cedoc
El 17 de abril de 2005 fue el día en que 114 cardenales conocieron a Horacio Verbitsky. Se lo encontraron de sorpresa, firmando un artículo que había llegado a sus casillas personales de correo, ese domingo vaticano, a horas de entregarse al aislamiento total para elegir al sucesor de Juan Pablo II.

La nota había salido una semana antes en el diario Página/12. Allí, el presidente del Centro de Estudios Legales y Sociales juraba: “El eventual papa argentino que mencionan especialistas y agencias noticiosas volcaría todo el peso del Vaticano en contra de la revisión de los crímenes de la dictadura. Bergoglio es la personalidad más avasalladora y conflictiva de la Iglesia argentina en décadas, amado y execrado por igual...”.

El periodista acusaba a Bergoglio de una fuerte hermandad con Guardia de Hierro, buenos contactos con el almirante Emilio Massera, ejemplo de la siniestra complicidad eclesiástica con los militares, y manejos administrativos desprolijos en la Universidad del Salvador.

El correo envenenado podría haber llegado en el momento exacto para cumplir su misión. La historia no oficial cuenta que el cardenal argentino habría quedado segundo en las votaciones que terminaron con la designación de Benedicto XVI. Cerca de Bergoglio son terminantes: “Los mensajes fueron una operación del Gobierno argentino”, denuncian. Y, en Buenos Aires como en Roma, hay cosas que no se olvidan y otras que no tienen perdón de Dios.

El gran opositor. “Bergoglio es lavagnista”, dice, a modo de sentencia, con pretensiones de confesión, un colaborador muy cercano del ex ministro de Economía. Y, curiosamente, eso mismo piensan en muchas oficinas del Gobierno nacional. En rigor, los funcionarios prefieren revertir el orden: están seguros de que el jefe de la oposición vive en el Arzobispado de Buenos Aires.

La tesis oficialista se explica con la “teoría del jab”, el golpe que le permite al boxeador mantener a distancia a su contrincante, mientras lo confunde y lo desgasta con un bailoteo de piernas en el cuadrilátero, al tiempo que espera el momento para sacar el brazo que intente ganar el combate. En este caso, los guantes pesados del cardenal apuntan al ojo sano del Presidente. Y, por ahora, sólo repiquetean, entran y salen. Tal vez ni siquiera pretendan un knock out.

“La jerarquía de la Iglesia siempre tiene voces de cal y de arena. Es muy parecida al peronismo. Uno puede decir que son de izquierda, de centro o de derecha: siempre va a encontrar algo que hayan dicho o hecho que justifique esa posición, que la explique. De alguna forma, uno también podría pensar que los religiosos se cubren frente al juicio de la historia, el día de mañana podrán decir que apoyaron o se enfrentaron al Gobierno. Tienen una explicación asegurada”, analiza un peronista encumbrado.

El ranking de irritación del Gobierno tiene en los primeros puestos las reuniones de Bergoglio con miembros de la oposición. Las conversaciones son a solas, sin foto, inconfesables, según se les exige a los que piden turno. Roberto Lavagna y políticos misioneros son algunos de los que aceptaron las reglas de juego últimamente.

“El cardenal recibe a quien se lo pide”, explican cerca del jefe de la Iglesia argentina. Y van más allá: “El Presidente nunca pidió audiencia, por eso no estuvo por aquí”.

El padre Guillermo Marcó, director del Servicio de Pastoral Universitaria, no ve mal esa distancia entre jerarcas católicos y Gobierno. Dice: “Nosotros tenemos una mirada crítica respecto a la historia reciente, la Iglesia no debe tener nunca más cercanía con el poder político”.

La decisión de las nuevas autoridades parece ser mostrar una institución renovada, lejos de la que acompañó en silencio a la última dictadura, bien distinta de la que aplaudió a Carlos Menem mientras decretaba “el día del niño por nacer”. Los hombres del Presidente, sin embargo, no creen que ésas sean las verdaderas razones. Sólo ven cómo, semana a semana, los representantes de Dios participan de los grandes debates nacionales. Ponen en práctica la “teoría del jab”.

Los cimientos. La educación es uno de los grandes sustentos de la Iglesia, la base de adoctrinamiento. En la Argentina hay 2.543 colegios católicos, 11 universidades, un millón y medio de alumnos. Y el 99 por ciento de las escuelas recibe un aporte estatal. Se trata de una vieja discusión que volvió a tomar fuerza.

En los próximos días, el ministro Daniel Filmus presentará, finalmente, luego de 50 días de debate en las escuelas, el proyecto oficial de la ley de educación. Algunos sectores de la jerarquía eclesiástica temen que corran peligro los aportes y se profundice la educación laica.

“Los techos de las escuelas no se caen por la Ley de Educación, se caen por la ley de gravedad. La educación no se cambia desde una ley”, sostiene José María del Corral. El titular del Consejo General de Educación que depende del Arzobispado de Buenos Aires muestra sus cartas: una encuesta en los 300 colegios católicos, donde el 74 por ciento de los padres, docentes y alumnos responde que la responsable de la crisis educativa es la gestión gubernamental, y sólo un 4 por ciento cree que el derrumbe es responsabilidad de la Ley Federal de Educación que, ahora, se pretende cambiar.

El obispo de Gualeguaychú, Jorge Lozano, percibe la tendencia de las leyes a proteger la educación laica, pero sostiene que la realidad cultural y religiosa marcó lo contrario. “Yo, personalmente, no veo una intención en el Gobierno de profundizar un giro laico. Aunque, en algunos otros ámbitos de la dirigencia social o política, sí se percibe la crítica o descalificación sistemática a cualquier palabra de los obispos”, apunta.

El otro gran tema que la Iglesia custodia con celo, el aborto, fue el punto de partida de los grandes cruces entre el Gobierno y los religiosos. La virulenta reacción de Antonio Baseotto contra Ginés González García y la reacción espasmódica del Gobierno ya quedan lejos en el tiempo. Aunque, por supuesto, la polémica no acabó. “Nadie discute que Ginés sea simpático pero sigue con la misma vieja agenda. Parece que no habla del aborto pero, al final, todo se cierra alrededor de eso”, critican muy cerca de Bergoglio.

El jefe de la Iglesia argentina construyó su carrera con una marcada preocupación social, que le reconocen hasta sus enemigos. Es su esencia. Y su repetido reclamo cuando en la Catedral, o en San Cayetano, o en cualquier otro lugar, pide que se reparta la riqueza: la famosa redistribución.

En el Poder Ejecutivo, la insistencia molesta. “Desde el poder moral todo es mucho más sencillo, no tienen obligación de decir cómo se corrige lo que se critica”, contestan.

Suban el volumen. “A veces hay que levantar la voz, es importante la concienciación del ciudadano, tenemos que darnos cuenta de que no sabemos ni cómo controlar a nuestros mandantes, a veces ni siquiera nos acordamos de que son eso: representantes. Y hay que saber diferenciar: yo, por ejemplo, no hablo en contra del Gobierno, hablo de lo que le pasa a mi gente”, afirma el obispo de Orán, Jorge Lugones.

Este obispo sacudió a la opinión pública en la última semana con un fuerte informe titulado Una tierra para todos, donde se denuncia el proceso de concentración de tierras, se detalla cómo empresas y particulares extranjeros las acumulan y se critica la política del Gobierno en el área.

En Misiones, el obispo de Iguazú, Joaquín Piña, también eligió subir el volumen. Con la venia de Bergoglio, se puso a la cabeza de la lucha contra la reforma de la Constitución que pretende llevar adelante el gobernador Carlos Rovira. Piña va a ser el primer candidato de la oposición a convencional constituyente.

En Jujuy y en Tucumán, otros religiosos anticiparon que no van a aceptar que los gobernadores reformen las Constituciones de sus provincias. Se trata de los obispos Pedro Olmedo y Marcelo Palentini, de Jujuy, y Luis Villalba, de Tucumán.

“Lo que está en juego es la argentinidad. No es una cuestión personal contra Rovira. El país no puede funcionar con personas que cambian la Constitución, los argentinos tienen que advertir los peligros que éstos engendran”, explica otro hombre de la Iglesia que mantiene buena sintonía con Jorge Bergoglio. Y enumera: “Los decretos, la Corte, el Consejo de la Magistratura, ahora las reformas a la Constitución; no son buenas noticias...”.

Los hombres de Bergoglio creen que no deben dejar pasar el tren. “La oposición está devaluada, alguien tiene que hacerlo”, se justifican. El cardenal, el que poco tiempo atrás pudo haber sido papa, selecciona con cuidado los momentos en que rompe el silencio. Pero, cuando habla, vuelve a golpear. Veloz, como los boxeadores. De carne y hueso, como un hombre que no olvida a quien nunca va a poder perdonar.