SOCIEDAD
DIÁLOGO CON PERFIL.COM

El maestro Jorge Parodi dice que es "innecesario que otra gente use el Colón"

Enseña en la escuela de música más selectiva del mundo y espera que la actualidad del Teatro Colón, alquilado para DJs o figuras del pop, "no desplace a los artistas líricos".

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Director de Música, Manhattan School of Music Senior Opera Theater | Will Staples Photography

Juilliard es la escuela de música más prestigiosa y selectiva del mundo. Tan selectiva que sólo hay 15 jóvenes talentos en canto de entre 14 y 18 años que tienen el privilegio de ser los elegidos. Allí, el bonaerense-pampeano Jorge Parodi contó a PERFIL que les enseña a preparar su repertorio y a seguir las específicas pautas que presenta la música clásica.

Parodi nació en Carlos Tejedor, un pueblito bonaerense de poco más de 5.000 habitantes, pero vivió toda su infancia en Santa Rosa, La Pampa. Por ese motivo se considera bonaerense-pampeano, según la circunstancia. Su padre era un fanático del tango, pero a él, desde un primer momento, lo enamoró la música clásica.

Con el comienzo de su carrera musical, acompañando a cantantes líricos y dirigiendo algunas óperas, le llegó la oportunidad, irresistible, de trabajar en el Teatro Colón. Allí se desempeñó en el Instituto Superior de Arte del teatro, que es como si fuera la escuela del Colón -ya llevaba en las venas su pasión por enseñar-. 

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Ya con un pie en el símbolo de la música clásica argentina, a Parodi se le empezaron a abrir las puertas del mundo musical cuando la reconocida cantante lírica estadounidense Federica Von Stade llegó al Colón para realizar tres shows junto al pianista Martín Katz.

“Fui a los camerinos a felicitarlos y le pedí a Katz si me podía dar una clase, él aceptó y, luego, me terminó consiguiendo una beca en la Universidad de Míchigan”, contó Parodi a PERFIL. Allí obtuvo un master y rápidamente se mudó a Nueva York para instalarse definitivamente en su lugar en el mundo.

En la Gran Manzana, encontró trabajo nada menos que en Juilliard, y desde hace 20 años continúa enseñando a jóvenes talentos. Un tiempo más tarde, se especializó en dirección de ópera y lo recibieron con las puertas abiertas en la Manhattan School of Music, donde es el director musical de la ópera de grado. 

En diálogo con este medio, el director habló de todo.

¿Cómo es trabajar durante 20 años en Juilliard, la escuela de música más importante y selectiva del mundo?

—La calidad de los estudiantes es increíble, es una selección muy minuciosa. Hay mucho prestigio, eligen lo mejor de lo mejor. Trabajo en el nivel preuniversitario, tenemos sólo 15 estudiantes de 14 a 18 años en parte de canto, soy el profesor repertorista, la música clásica tiene muchos estilos y ayudo a los cantantes a preparar el repertorio, o sea a encarar y seguir todas estas pautas muy específicas que tiene la música clásica.

Además dirigís una ópera de grado en la Manhattan School of Music...

—Es una de las escuelas top ten en Estados Unidos, tenemos alrededor de 200 cantantes líricos inscriptos por año. Trabajo con estudiantes que están en el último año del bachillerato (último año de la universidad). Además, hacemos tres producciones por año y soy director musical de una de ellas.

Te pido una definición de lo que es para vos la música clásica.

—Desde chico me gusta la música clásica. Es muy pautada, hay que seguir muchas reglas. Su belleza es cómo reinterpretar algo que está super pautado. Uno hace su propia interpretación siguiendo una cantidad de reglas muy específicas. Me identifiqué mucho con el estilo italiano del siglo XIX. Alcanza un nivel de dramatismo muy alto, es la cúspide de la ópera. Me fascina la música que cuenta historias. Por eso elijo el repertorio vocal que es un formato complejo, rico y divertido, es poesía con muchas facetas culturales.

¿Está en crisis la música clásica?

—No tiene la misma atracción en cantidad de gente que otros estilos, pero en cualquier conservatorio del mundo está lleno de gente. No te encontrás con un show de 50 mil personas. Pero no veo ningún peligro de que nos quedemos sin artistas, incluso hay más artistas que trabajo. La música clásica se revitaliza con los artistas mismos. La necesidad de hacer música clásica viene de ellos, no del público.

Imagino que no debe ser sencillo el financiamiento...

—Es difícil conseguir presupuesto para estos proyectos. Sobre todo en ópera que tiene costos de producción muy altos. De todas maneras, en Estados Unidos, todas las propuestas son privadas, el Estado apoya a las actividades privadas en una forma que para Argentina es mínima. A lo sumo aportan el 5% o 10% del presupuesto. No te podés basar en el apoyo estatal para nada. Hay que conseguir donaciones, y es complicado. Pero tiene que ver con la situación económica del momento más que el interés del público. Todo el mundo dice que el tiempo pasado fue mejor, yo diría que fue distinto. En opera las producciones tienen que ser más económicas, hay que rebuscárselas para producir.

Trabajaste en el Teatro Colón pero nunca llegaste a dirigir, ¿está en tus planes hacerlo?

—Mi carrera está tomando vuelo y me gustaría compartir mi actividad con el público del Colón. Soy un director joven, hay tiempo, pero espero que tarde o temprano se de.

En el último tiempo, el Colón se estuvo alquilando para shows alternativos como bandas de rock o, incluso, la semana pasada tocó un DJ, Luis Fonsi, Tini Stoessel y Lali Espósito ¿puede perder prestigio?

—El prestigio no lo va a perder, porque eso viene con la tradición. Para cualquier artista que diga que estuvo en el teatro es una satisfacción. A un grupo de rock le encantará tocar en el Colón, pero si trabajás con amplificación lo podés hacer en cualquier lugar, no necesitás de acústica. Saltar y gritar no se puede en el teatro, así que no sé si al público le va a gustar. La característica acústica del edificio está creada para servir a la música clásica, es lo que le da sentido al Colón. Ojalá que eso no desplace a los artistas para los que el teatro fue creado. No me ofende que otra gente lo use, pero es innecesario.

¿Qué relación tenés con el tango?

—Mi papá era fanático del tango. A mí no me llamaba la atención. Aunque eventualmente encontré un punto de contacto entre los dos que es Astor Piazzolla. Escribió 4 canciones para canto y piano y he hecho alguna de ellas. He dirigido la operita María de Buenos Aires. Es una ópera-tango, es una sui generis, particular en todo aspecto, es rarisima y super psicológica. Es una mezcla ideal de todos los géneros. Hay mucho interés en esta obra en Estados Unidos.

¿Cuáles son tus próximos proyectos?

—Ahora tengo Las Bodas de Fígaro, en Tampa (Florida). En junio voy a Japón con un grupo de profesores estadounidenses a dar un taller de ópera en donde van cantantes del lejano oriente, principalmente chinos y japoneses, e incluso traemos algunos a Estados Unidos a un taller. En agosto, dirijo La traviata (de Giuseppe Verdi) en un festival de Savannah y en Virginia. Y en octubre dirijo en el Teatro Grattacielo en Nueva York que hace sólo un concierto por año, y presenta obras del verismo italiano.