Tras pasar 40 días aislados en una cueva en Lombrives, sudoeste de Francia, 15 voluntarios recobraron la luz del sol, amigos y teléfonos celulares luego de pasar por un insólito experimento: “cómo se adapta el ser humano al aislamiento”.
La iniciativa, que fue bautizada Deep Time fue pergeñada por Human Adaption Institute, aunque a simple vista y sin malicia haga emerger de la mente los experimentos científicos que el Führer realizaba en Alemania durante la década del 40.
El proyecto, que supuso una inversión de US$ 1,4 millones, devolvió pálidos y corriendo hacia su vida cotidiana a esos ocho hombres y siete mujeres que participaron voluntariamente de la iniciativa. La prensa los recibió con cámaras y una ronda de aplausos mientras ellos se calzaban lentes oscuros –para evitar la inevitable fotofobia- e intentaban una sonrisa en los labios agrietados.
40 días en una cueva
Cual Expedición Robinson, los ermitaños por decisión propia durmieron durante casi un mes y medio en tiendas de campaña armadas entre las paredes de piedra, en el interior de la fría cueva de Ussat les Bains.
Durante ese lapso, debieron fabricar su propia fuente energética pedaleando en bicicletas fijas –doblemente útil ya que mantiene el cuerpo en forma – y aprendieron a convivir y a sacar agua de un pozo que estaba a más de 44 metros de profundidad.
Como no tenían dispositivos electrónicos, relojes, almanaques ni nada que les diera una pista sobre la rotación solar y el transcurso del tiempo no tenían más que su propio reloj biológico para guiarse en las tareas cotidianas básicas como dormir y comer.
sin relojes, almanaques ni contacto con la luz solar, los voluntarios perdieron toda noción del paso del tiempo
Tampoco les fue permitido trazar sobre la piedra los clásicos seis palitos con el séptimo cruzado, como los que dibujan los presidiarios en su celda. Y a juzgar por el hombre que al salir dijo que pensó que habían estado solamente 23 días aislados, el reglamento se cumplió a rajatabla.
Tal vez para asegurarse de que así fuera, Christian Clot, director de Deep Time, también fue uno de los voluntarios y compartió la experiencia cavernícola con el resto.
Sin embargo, el nivel de soportabilidad no fue unánime. Uno de ellos, un profesor de matemática acostumbrado a las mediciones, necesitó correr a diario 10 kilómetros dentro de la cueva, para no enloquecer.
40 días y más
Horas antes de ingresar a la cueva, los participantes debieron ingerir una cápsula que contenía un sensor térmico. Ayudaba a los científicos que están detrás del experimento a tener algunos datos, como la temperatura corporal, que eran transmitidos a una computadora.
El problema fue que, al haber sido ingerido por vía oral, el dispositivo volvió a la madre tierra cuando continuó camino hacia el tracto intestinal. A pesar de todo, los investigadores creen que los datos transmitidos arrojarán luz sobre la actividad cerebral de los voluntarios antes y durante las primeras horas de la experiencia.
En definitiva, parece que 40 es un número cargado de simbolismos: los 40 años de Jesús en el desierto; las 4 décadas que duró el diluvio universal; los 80 lustros que Moisés tardó en cruzar el Desierto de Sinaí rumbo a la Tierra Prometida; la revelación de Mahoma cuando cumplió 40 abriles; los “40 kilates” de Mirtha Legrand… y tantas otras evocaciones.
Sin embargo, el experimento francés se aleja de la mitología universal. Es un hecho y finalizó con todos sus protagonistas sanos y salvos el sábado 24 de abril.
Human Adaptation Institute es una asociación que explora los mecanismos fisiológicos del ser humano, estudiando la adaptabilidad a los cambios bruscos, la pérdida de las condiciones habituales, la exigencia deportiva, las problemáticas modernas, los climas extremos, etc. Recibe aportes de varias instituciones francesas dedicadas a la neurobiología, laboratorios e incluso la Universidad de París.
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