CIENCIA
entrevista a Raymond Schinazi

Halló la cura de la hepatitis C, se hizo millonario y va por el Nobel

El químico egipcio que desarrolló Sovaldi asegura que la droga es revolucionaria y que su precio va a bajar. Piden que Anmat la autorice. Galería de fotos

Emprendedor. Raymond Schinazi tiene más de noventa patentes. Lo llaman “el rey de las píldoras”.
| Gza: Schinazi

Raymond Schinazi  –“el rey de las píldoras”, según la revista Science– es la mente detrás de varios medicamentos que están haciendo historia. Además de haber desarrollado algunas de las drogas del cóctel que convirtió en crónica a la infección por el VIH, este químico egipcio formado en Inglaterra y que vive en los EE.UU. fue el fundador de Pharmasset, compañía biotecnológica que el laboratorio Gilead compró en 2012 a un precio multimillonario, ávido de su innovadora molécula sofosbuvir, entonces una promesa para la cura de la hepatitis C.

La movida salió bien: al tiempo, Sovaldi (nombre comercial del fármaco) se convirtió en el medicamento “más caro del mundo”, tras demostrar que erradicaba del organismo, en 12 semanas, al virus que afecta a unos 150 millones de personas en el mundo y produce cáncer de hígado, cirrosis y hasta la necesidad de un trasplante hepático.

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En diálogo con PERFIL a través de Skype, Schinazi, quien conoce Buenos Aires y se declara amante del tango, aseguró que se sobresaltó al enterarse de que Sovaldi saldría al mercado estadounidense a mil dólares la píldora (US$ 84 mil el tratamiento completo). “Me asusté. Sabía que iba a haber problemas. Son estúpidos… ¡pero no es mi culpa!”, se defendió en un perfecto español, idioma que aprendió durante los veranos que pasó en España con su familia (ver recuadro).

Creo que es un precio que va a bajar. De todas maneras, hay que pensar que es un tratamiento que cura para siempre”, resaltó el director del Laboratorio de Farmacología Bioquímica de la Universidad de Emory.

—Cuando vendió su laboratorio, ¿sabía que le pondrían un precio tan alto a la droga?
 —No. Y la verdad es que yo no quería venderlo, pero aunque seguía teniendo acciones, ya no tenía poder de decisión en Pharmasset. Además, si tu empresa vale 3 mil millones de dólares y alguien te ofrece 11 mil millones, ¿no la vas a vender?

—¿Cuál fue su rol en el hallazgo de Sovaldi?
—Fundé la compañía en 1998, fui su director ejecutivo y luego presidente de la Junta de Directores hasta 2006. En esos años estuve involucrado en cada aspecto de la empresa, incluyendo la contratación de todo su personal, y dirigí el grupo de químicos que descubrió la molécula PSI-6130 (precursora del sofosbuvir) y luego al propio Sovaldi. Además, independientemente de Pharmasset, una de mis patentes cubre la invención original que llevó al Sovaldi.

—¿Qué sintió al hallar una molécula tan potente?
—No me creen, pero yo lo sabía desde antes de obtener los resultados (se ríe). Hemos logrado demostrar a los escépticos que no estábamos equivocados. El problema es que ahora se habla del precio y no se piensa que hemos hecho una revolución en el tratamiento.
Por el revuelo que generó el alto costo del Sovaldi, que además debe tomarse en combinación con otra droga, Gilead tuvo que negociar el precio con diferentes gobiernos. A India le otorgó la licencia para fabricar genéricos y venderlos a unos noventa países “pobres”. Argentina, donde la Anmat aún no aprobó la droga, no entra en esa categoría. Así, hay grupos de pacientes que piden bloquear la patente al laboratorio. “Entonces, un día un argentino va a descubrir algo y los EE.UU. van a bloquear la patente. No será justo. Todo el mundo debe pagar un precio. Se puede negociar, pero nunca no pagar”, se enoja Schinazi.

—¿Qué debería hacer el país?
—Negociar en buena fe con Gilead. Los ricos, que paguen por la droga; el Gobierno tiene que negociar el precio para los más pobres. Es importante tener en cuenta cuánto destina hoy a la hepatitis C. Estoy seguro de que Argentina gasta millones y millones de dólares en medicina que no funciona. Hay que cortar con eso. En diez o veinte años notarán el impacto de haber invertido bien el dinero. ¿Quieren que sea gratis? Pues no será gratis. Estamos hablando de una gran revolución en el tratamiento de un virus, algo que ocurre por primera vez en la historia humana. Este medicamento no sólo cura una enfermedad, también previene el cáncer, y sin efectos adversos.

—¿Sueña con ganar el Premio Nobel?
—Si viene, que venga, pero no me interesa demasiado. Cuando me muera, estaré con Dios y espero que me deje ir directamente al Paraíso por haber salvado tantas vidas. Para mí, un premio es cuando un señor me manda un email para decirme que su hijo está curado gracias a mí. Cada persona que salvo es un sentimiento increíble. Me siento orgulloso de haber podido hacer algo especial en mi vida.


Hacerse la América

Hijo de comerciantes egipcios, Raymond Schinazi nació en Alejandría. Cuando tenía 10 años, el gobierno de Gamal Abdel Nasser le confiscó los bienes a su familia, que debió emigrar a España. A él lo enviaron a un colegio pupilo en Inglaterra. Influenciado por su tío, André Nahmias, un reconocido científico especializado en el virus herpes, Schinazi se recibió de químico y luego se doctoró en la Universidad de Bath. A pesar de sus logros, sus sueños no se detienen: “En dos años pienso que vamos a poder curar la hepatitis C en menos tiempo. Y en cinco años espero tener una solución para la hepatitis B”.