“La mejor manera de predecir el futuro es crearlo. Y nosotros estamos tratando de crear el futuro”. El que habla es Juan Carlos Chachques, eminente cardiólogo argentino “autor” del echarpe cardíaco. Radicado en Francia desde hace más de 30 años, no titubeó a la hora de valorar ante PERFIL su nueva gran apuesta: el primer corazón bioartificial, que podría implantarse de forma permanente en el organismo humano. Y que presentó ayer en Buenos Aires, en el marco del Congreso Argentino de Cardiología, que termina mañana.
Después de 20 años de trabajo, el equipo de investigadores que lidera Alan Carpentier en el Hospital Georges Pompidou de París, donde Chachques es director de investigaciones cardiológicas, desarrolló un corazón artificial gracias a la unión de los científicos con el grupo Europeo de Defensa Aeronáutica y el Espacio (EADS, por sus siglas en inglés), fabricantes del famoso Airbus. ¿El resultado? Un órgano que al estar recubierto con tejido biológico (pericardio bovino) no produce coágulos y entonces disminuye el riesgo de embolias y que, además, posee la capacidad de adaptarse a las necesidades del paciente, gracias a los sensores y el software que lleva en su interior y regulan la presión y el flujo sanguíneo (ver gráfico).
De avanzada. “No es un tejido sintético sino un tejido biológico. La caparazón del corazón está hecha con materiales de la industria aeronáutica porque, por suerte, no sólo se ocupa de hacer aviones o de participar en proyectos de destrucción como es una guerra, sino que además se ocupa de la vida”, recalcó Chachques. Y contó que ya probaron el nuevo órgano en terneros y se solicitó la autorización para utilizarlo en una persona con muerte cerebral y que su familia acepte donar el cuerpo a la ciencia. Estima que podrá aplicarse en seres humanos en unos dos años.
“Hasta ahora existían pequeñas bombas de asistencia mecánica circulatoria, que se colocan hasta que el corazón mejore o bien hasta que llegue el donante para reemplazar al órgano enfermo. Pero hay pacientes que requieren terapias definitivas, que no son candidatos a un trasplante por diversos motivos. Para esos casos, se necesita una máquina completamente implantable y que tenga cuatro cámaras como el corazón real”, señaló el cardiólogo. De eso se trata el Carmat, como bautizaron al novedoso aparato, que está indicado para pacientes con insuficiencia cardíaca terminal.
Encaminados. Chachques aseguró que ya lograron sortear grandes problemas como la cuestión de la fuente de energía para mantener al aparato en funcionamiento, la minimización del ruido para no perturbar la calidad de vida del paciente y su familia y la eliminación del calor que genera la máquina. Pero todavía les queda por resolver la cuestión del tamaño: hoy sólo se le podría colocar a una persona de más de 1,90 metros de altura y contextura grande. Pesa 900 gramos, el doble que el corazón humano.
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