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narcisismos

Apagón mental

“Está claro que por muy devastadoras que sean las consecuencias, Argentina seguirá siendo el mejor lugar para vivir”, me escribió un lector en los comentarios, y pensé, ¡qué señor preclaro! Había leído mal (él se refería al Planeta Tierra) pero estoy en Florida, EE.UU., donde desde hace un mes y medio el gobierno de Trump no paga a los empleados estatales, incluso a los que deben trabajar domingos y feriados.

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“Está claro que por muy devastadoras que sean las consecuencias, Argentina seguirá siendo el mejor lugar para vivir”, me escribió un lector en los comentarios, y pensé, ¡qué señor preclaro! Había leído mal (él se refería al Planeta Tierra) pero estoy en Florida, EE.UU., donde desde hace un mes y medio el gobierno de Trump no paga a los empleados estatales, incluso a los que deben trabajar domingos y feriados. Para terminar el shutdown, Trump exige que la oposición le apruebe un presupuesto para construir un muro con México (aunque en campaña aseguraba que México lo pagaría). Los demócratas no tienen absolutamente nada para ganar dándole los votos, y como la posibilidad de impeachment a Trump es alta, los republicanos tampoco.

Las agencias de monitoreo de terremotos y huracanes no funcionan; tampoco la FDA, que supervisa el buen estado de la comida de millones. Los aeropuertos están en riesgo. Los parques nacionales están cerrados, aunque algunos permanecen abiertos, como Joshua Tree en California, donde han muerto siete personas porque no hay personal para emergencias. Voluntarios limpian los baños, porque es temporada alta y la gente sigue yendo; aquí en Florida, los Everglades se ha vuelto, al parecer, un coto de caza de cocodrilos. A los empleados de la Guardia Costera les dieron tips como vender sus muebles y cuidar chicos para hacer dinero. El telescopio espacial Hubble se rompió esta semana y NASA no puede arreglarlo, no hay presupuesto.

El shutdown le cuesta al Estado billones, más que la hilera de acero soñada por Trump. Pero el odio al inmigrante le sirve al golfista para mantener contenta a su base xenófoba, mientras descuida el país puertas adentro. No quisiera perturbar la paz narcisista de quienes sienten que la Argentina es el último lugar de la Tierra, pero no vendría mal cambiar un poco la perspectiva. ¡Montonero Horacio, exigimos clases de chino mandarín en las escuelas del Estado!

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