—El delito organizado no es más que el lado sucio del poder adquisitivo del dólar.
—¿Y cuál es el lado limpio?
—No sé. Nunca lo he visto.
Raymond Chandler (1888-1959); diálogo entre Philip Marlowe y Bernie Ohls: “The Big Sleep” (1953)
“¿Para qué queremos dólares? ¿Alguno de ustedes ha visto un dólar?”, preguntaba el general ex Cangallo. La multitud, que en 1953 ahorraba en pesos con estampillas de la Caja Nacional de Ahorro Postal y nunca le había visto la cara a Washington, le respondía con un no grande como un mundo. Si escaseaban, a nadie tenía por qué importarle, repetía Perón. Pero eso era antes. Mucho antes de la pasión nativa por la moneda del Gran País del Norte que, de paso, nos educaba a través de la tele con sus series: indios malos, chicanos dealers, negros delincuentes, alemanes boludos.
Dólares (I). En enero de 2013, el Enganche Melancólico apretaba al entonces débil presidente Daniel Angel Easy y exigía cobrar en lo que pronto se dio en llamar ‘el dólar Riquelme’. Si no aparecían, y cash, el ídolo no salía a jugar al patio de su casa y arreglate vos con los hinchas. Aparecieron, claro, y el muchachito de la película se quedó con la más linda. Blue eyes.
Dólares (II). Mantequilla Nápoles, antes ser demolido por Carlos Monzón, hablaba con periodistas que admiraban su valor, en tanto campeón welter que se le animaba a uno de los grandes medianos de la historia. “Dinos, Manteca: ¿por qué lo haces? ¿Por la gloria? ¿Por la raza? ¿Por el orgullo?”. José Angel, viejo zorro, sonrió, paliza y contrato asegurados: “Nada de eso. ¡Lo hago por esos hermosos billetitos verdes!”.
Dólares (III). Pablo Guede, ex delantero de modesto paso por el fútbol español, era casi un desconocido cuando llegó a San Lorenzo con buena prensa y cierto prestigio ganado gracias a dos ciclos “revolucionarios” en clubes chicos: Nueva Chicago, campeón de Primera B, y Palestino de Chile, al que clasificó para la Libertadores. Empezó a lo grande, con una Supercopa ganada por goleada a Boca. De allí en adelante fue cuesta abajo.
Su equipo dudaba, perdía el norte, se mostraba frágil. Nunca impuso su idea: tres abajo, laterales con ida y vuelta, un 5 tapón, volantes ofensivos, Ortigoza como enganche, tres puntas, Cerutti yendo de la cama al living. Primeras etapas con la soga al cuello, tuercas ajustadas de apuro en cada complemento. Quedar afuera de la Copa en fase de grupos fue demasiado. Guede cedió. Tal vez por comentarios de los jugadores más grandes, tal vez impulsado por su instinto de conservación, se aferró a un esquema más conservador que le asegurara el resultado. Como Bauza.
La final contra Lanús fue triste, con baile incluido. Tragó saliva y se fue de vacaciones. Allá en Málaga su ego –que como buen argentino que ha vivido en el exterior no es de los más pequeños– sufrió la estocada final. En cuanto supo que el club retuvo a Mercier, su enemigo íntimo, estalló. Renunció por teléfono. Un último gesto snob.
Hasta Bauza, antecesor y contracara, se sorprendió por su salida a destiempo. Todos imaginan un arreglo secreto, un montón de dólares esperándolo en algún punto de Asia. Mmm… A Diego Cocca –otro que archivó su bla bla táctico para seguir el sabio consejo del dúo Milito-Saja y ser campeón con Racing– también lo veían contando billetes en México o Arabia, pero pasó medio año tomando sol en casa. No es tan fácil, muchachos.
Dólares (IV). Maradona, embajador deportivo de Emiratos Arabes Unidos por uno o cinco millones anuales –la cifra varía de acuerdo a quién se adjudica el off the record–, seducido y aún no abandonado por Gianni Infantino, capo de la FIFA, llegó al país y cargó su ametralladora.
Primero tradujo lo que el mundo oyó gracias a aquel micrófono abierto: “Con Pelé hablaba de Gerson, Tostao, Rivelino, y le decía que ya no quedan jugadores con esa personalidad. No lo dije por Messi, nada que ver. Yo lo tuve y es un pibe bárbaro, con la personalidad que tiene”. Bonito arreglo. Pero me quedo con el cuarteto de cuerdas que George Martin escribió para Eleanor Rigby.
Después, entre indignado y orgulloso, dejó en claro su punto de vista sobre la corrupción, su nueva misión y el papel central de Grondona. “Gianni quiere que le cuente qué dirigente de acá sirve y quién es garca. Y ojo que Blatter no fue siempre así, eh. Cuando entró por Havelange por ahí se habrá quedado con un vueltito de un palo verde, pero nada más. El que le enseñó a chorear se llama, o se llamaba, Julio Humberto Gron-do-na. ¡Ahora debe estar contando más plata que López!”.
¿López? ¿Qué López? José Francisco, 55, ex secretario de Obras Públicas durante el kirchnerismo, un López de la guía hasta que en la madrugada del martes fue protagonista de uno de los hechos político-policiales más ridículos de todos los tiempos.
Dólares (V). Pánico, huida, bolsos con casi nueve millones de dólares, relojes high class, euros, yuanes, un fusil semiautomático Sigsauer, un convento en General Rodríguez, bultos que vuelan sobre el muro, López trepa, un vecino llama al 911, la policía llega en tres minutos, arresto, intento fallido de coima, forcejeos, fotos con casco y chaleco antibala, gritos, pedido de cocaína a los guardias, una abogada con pasado de cumbiera hot, el juez Rafecas y la fiscal Rodríguez lo citan, López estalla: “Peligroso para sí mismo y para terceros”, dicen, también, los médicos.
El corrupto más estúpido en la historia no sabe qué hacer con el botín y se convierte en el trágico clown de la Nación. ¿Cómo explicarlo? Only in Argentina.
No todos la llevan atada como Don Julio o la depositan afuera en lugares amables y seguros, como Melconian y todos los argentinos como Melconian. Qué vergüenza. Nada peor para un país virtuoso que este torpe ladronzuelo sin ingenio, ciego, sórdido, excitado por tanto dólar recibido por debajo de la mesa.
Sin la calma y el estilo de los nacidos para el poder real.