“Unión por la Patria”. En seis años, los que van del 2017 al actual, el kirchnerismo pasó de la Unidad Ciudadana a la Unión por la Patria. Atención: son patriotas los que se necesitan ahora, y no ciudadanos, para rescatar al gobierno peronista del naufragio. También al país.
El kirchnerismo sobrevivió por décadas bajo la denominación de “Frente para la Victoria”. Desde los años de lenta y paciente construcción de un proyecto nacional en Santa Cruz. Era el sello inconfundible del primero intendente, después gobernador y luego presidente Néstor Kirchner.
Esa nominalidad frentista escondía sin embargo en su interior al Partido Justicialista. No era nuevo: el peronismo en ocasiones ha ido a las urnas a la cabeza de un variado número de acompañantes, menores. El Frejuli en el 73, por dar un ejemplo. Frente Justicialista, con Menem en el 89; Concertación Justicialista, con Duhalde en el 99; Frente por la Lealtad, otra vez con Menem, en 2003, en este caso con otras ofertas de un peronismo fragmentado y disperso de las que surgió el proyecto de Kirchner.
El ex presidente, un hombre al que le gustaban las cábalas, sabía que el PJ era un sello que no generaba confianza, sino más bien rechazo en los primeros años del siglo. Al “pejotismo” se lo asociaba a la partidocracia, las corporaciones, los privilegios de la política. Una música que siempre regresa, como podemos escuchar hoy. Si bien nunca renunció al PJ -no se dejó seducir por la construcción del Frepaso a fines de los ‘90-, por años Kirchner se negó a presidir el justicialismo. Recurrió sí al partido cuando lo necesitó. Pragmatismo, como caracterizó el jueves 15 desde Santa Cruz la vicepresidenta una de las decisiones más trascendentes de quien fuera su esposo: el pago de la deuda al Fondo Monetario Internacional.
En la urgencia que plantea la pelea interna, pasó desapercibida una comparación inquietante que lanzó la expresidenta respecto a la dependencia con el organismo multilateral: dijo que la crisis actual se asemeja a la de la híperinflación del 89 y, lo nuevo aquí, a la implosión del 2001. El origen de todas, para CFK ha sido -es- el endeudamiento externo. También dijo que el plan de estabilización que impone el Fondo lo pagará la clase media.
Es la segunda coincidencia en torno al ajuste que surge desde el oficialismo con posiciones de Elisa Carrió: el sábado 10, en su presentación en Tortuguitas, el ministro de Economía Sergio Massa aseguró -como Carrió- que detrás de las consignas de la libertad “vienen por el ajuste y la represión”. Una suerte de transversalidad entre adversarios irreconciliables.
Lo curioso de todo esto sigue siendo que el gobierno diseñado por la vicepresidenta es el que ha iniciado el ajuste sobre el que casi no hay disenso en la Argentina. Cristina Kirchner no ha dejado sus huellas, es verdad, lo mismo que su hijo Máximo, que retiró su apoyo al acuerdo alcanzado por Martín Guzmán con el FMI en 2021. Se sabe que el programa de facilidades extendidas con el que se cubre el stand by de Mauricio Macri contempla el contexto pandemia-guerra-sequía y ha sido flexibilizado por decisión política, básicamente, de los Estados Unidos, principal accionista del organismo. Este lunes parte una nueva misión a Washington encabezada por Gabriel Rubinstein, en procura de un adelanto de los desembolsos de este año. El miércoles hay que hacer frente a un vencimiento de unos US$1.000 millones. Se intenta llegar a un acuerdo antes de ese día.
Volviendo al comienzo, hay una impronta novedosa en la nominalidad que propuso el kirchnerismo para su nueva experiencia frentista. “Unión por la Patria” tiene reverberaciones no solo nacionalistas sino también la sonoridad que las derechas más que las izquierdas, han impuesto a sus sellos en la Argentina. La construcción reproduce sin embargo el concepto “patria”, que tanto seduce a la vicepresidenta, con la pronunciación a la que nos tiene acostumbrados.
Dentro de ese nuevo conglomerado, Cristina Kirchner busca detener lo que aparece como la primera demostración real de desafío a su liderazgo desde el que protagonizó Massa en 2013. Es una broma de la historia que quien la encarne sea Daniel Scioli, quien no se atrevió entonces a acompañar al tigrense y candidato de nadie en la presidencial de 2015.
El peronismo busca envolver el fracaso reciente con un cambio de piel. Principal garante y a la vez principal factor de inestabilidad del sistema, como alguna vez Henry Kissinger dijo de la Unión Soviética. En las próximas semanas veremos si también cambia su nomenklatura.