Desde hace tiempo, la política en nuestro país se mueve dentro de la misma pauta: el Gobierno toma la iniciativa instalando temas –generalmente controvertidos– para que la oposición responda –generalmente oponiéndose– y la gente, el público, se distrae con ese juego.
Todos –el común de la gente, pero también los formadores de opinión, los dirigentes– vivimos enfrascados en el día a día, en lo que se ve, en lo anecdótico. De los problemas de fondo hablamos poco y nos ocupamos poco; no nos interesan mayormente. Hablamos de choques de trenes, de inundaciones, de crímenes, pero poco de lo que lleva a eso. Cómo resolver la falta de inversión crónica en infraestructura y transporte, cómo mejorar la calidad de nuestras fuerzas de seguridad, cómo recuperar décadas perdidas en la educación… ésos no son temas de la agenda cotidiana.
Hace pocos días se publicó en La Nación una entrevista a Franco Macri. El veterano empresario –un conocedor como pocos de la realidad china de hoy– habla de China y la Argentina, de las oportunidades que la potencia asiática ofrece a nuestro país, de lo que puede esperarse de una profundización de los vínculos comerciales y de China como potencial inversor. No habla de la coyuntura política en China o en la Argentina, sino de cómo una alianza estratégica entre ambos países podría redundar en beneficio del desarrollo argentino, del fortalecimiento de áreas de nuestra economía. Implícita y explícitamente está hablando de los déficit y las potencialidades de la Argentina.
Es obvio, además, que quien concede esa entrevista se llama Macri, al igual que el jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, que es su hijo. No sorprende que en la entrevista se deslice alguna pregunta sobre lo que piensa Franco de su hijo Mauricio, con quien por lo demás es sabido que no comparte sus ideas políticas; pero resulta claro que la respuesta de Franco Macri sobre el tema es casi una evasiva y rápidamente busca salir de él para volver a lo que le interesa, la relación entre China y la Argentina. Sin embargo, ese comentario marginal, al pasar, de Franco Macri sobre su hijo Mauricio es lo único que ha generado rebotes en los medios interactivos y comentarios en otros medios. Se entiende que a un número grande de personas los atraiga la comidilla de lo que dice un empresario de su hijo político –sobre todo si se muestra en desacuerdo–; me sorprende la escasez de lectores de esa entrevista que muestran algún interés por los temas de fondo planteados en ella, ni siquiera para discutirlos.
El caso es interesante precisamente porque presumo que algunos de los conceptos de Macri sobre la economía y el desarrollo de la Argentina podrían suscitar polémicas. Su visión de cómo se toman en China muchas decisiones microeconómicas, la estructura de ese complejo y poco conocido mundo de las empresas y sus vínculos con el Estado, podrían justificar hasta seminarios enteros. Pero en los comentarios a la entrevista sólo despierta interés lo que él dice de su hijo.
China es el primero de los países “emergentes” que juega entre las potencias del mundo. El desarrollo económico, social, demográfico y político de China en las últimas décadas es el factor más importante de los que han producido un cambio en las coordenadas geopolíticas del planeta. Según cómo continúe China en esos planos en los próximos años, el mundo será uno o será otro. Es el mayor importador de bienes exportables argentinos y es potencialmente el mayor inversor que podría contribuir al crecimiento de nuestra economía. Por lo demás, el proceso chino es poco comprendido y poco conocido en nuestro país. Comparar la magnitud del tema chino, y la importancia evidente que tiene para la Argentina, con los chismes de la política local es una desmesura inquietante.
Podrá decirse que en todos lados sucede algo parecido. No es así. En todos lados hay chismografía y política de conventillo, pero si uno sigue atentamente las repercusiones de las opiniones o comentarios vertidos en diarios comparables de otros países comparables, se sorprende por la cantidad y la calidad de las discusiones que se plantean entre los lectores. Mi sensación es que a la mayoría de los argentinos no nos importa demasiado cómo seguirá la Argentina, cómo encarará sus asignaturas pendientes, de dónde saldrán los capitales que el país necesita y de los que carece, cómo podrían ampliarse nuestros mercados externos, cuáles son las estrategias que deberían adoptarse para retomar un ritmo de crecimiento económico sostenible y para encarar soluciones de fondo a problemas de fondo. Vivimos enfrascados en minucias. Los resultados están a la vista. Nosotros vamos por la Colectora espiando el barrio por la ventanilla mientras los que van por la Autopista nos pasan por encima.
*Sociólogo.