Pocos libros me resultaron más bobos que Cómo hablar de los libros que no se han leído, de Pierre Bayard. Se trata de un ensayo en el que supone que todos alguna vez hemos disertado sobre libros que no hemos leído, pero que, de tan famosos, conocemos de antemano su argumento, como para poder mantener una conversación sin haber abierto jamás el volumen. Qué balbucear sobre las magdalenas de Proust, los monólogos interiores de Joyce, o la crítica a la burocracia de Kafka, nos alcancen para hablar de literatura –o de esos libros y autores– es una idea tan pueril, tan trivial, que deberíamos tomar al libro de Bayard como síntoma de cierta decadencia de la crítica literaria francesa. El populismo, entendido como lo que es –el pensamiento antiintelectual por antonomasia– atraviesa océanos y lenguas, y se lo encuentra en muchos más lugares que los que afirma la vulgata (dicho al pasar, fui involuntario testigo del momento en que un editor contrató –sin haberlo leído aún– el libro de Bayard para ser traducido a un idioma –no viene al caso cuál–, porque había recibido buenas referencias, habían salido varias reseñas, el tema le había parecido interesante, y la editorial francesa que publicó el libro –Les Editions de Minuit– supuestamente es muy seria. Debería existir una historia de los editores que contratan libros sin haberlos leído).
Si el libro de Bayard fracasa es porque deja afuera un aspecto crucial de la lectura, o mejor dicho, de la no lectura, del momento previo a la lectura: el deseo. El deseo de leer un libro que aún no hemos leído. Nunca aparece en su texto esa posibilidad, que no es otra que el motor de la lectura, la ansiedad por querer leer ya mismo ese libro que, a priori, suponemos interesante. Algo de eso me ocurre en estos días con un libro que aún no he leído, que ni siquiera se distribuye en Buenos Aires, y del que pienso hacerme no bien pueda: Lihn. Ensayos biográficos, de Roberto Merino, editado hace unas semanas en Chile por las ediciones de la UDP. ¿Cómo será el libro? ¿Estará a la altura de mis expectativas? Hace años me enteré de que Merino estaba escribiendo una biografía de Enrique Lihn (ahora veo que no sería una biografía sino una serie de “ensayos biográficos”), pero la salida del libro me tomó por sorpresa. ¿Hablará de la foto de Lihn con la ametralladora? No creo. Salvo raras excepciones, una foto es algo menor en la vida de una persona. Pero cada vez que la veo, no deja de impresionarme. Es una foto de Lihn sentado en un sillón, cruzado de piernas, bien vestido, con una bolsa de nylon en el piso junto a unos libros, un espejo arriba suyo, y también en el sillón, parada sobre el respaldo, una ametralladora. Esa foto terminó siendo la tapa de la reedición de París, situación irregular, editado también por la UDP. Publicado originalmente en 1977, en el que batalla abiertamente contra el Boom (“Todas esas historias que ellos escriben en nombre de la revolución del lenguaje/ todos libros de no menos de mil páginas/ no perderían nada si se las contaran por teléfono”), muestra a un Lihn discutiendo con París, como antes lo había hecho con La Habana, y como siempre lo hizo con Santiago. ¿Hablará también Merino de Cormorán, la revista que Linh dirigió con Germán Marín? Supongo que develaré esas y otras preguntas dentro de poco. ¡Quiero enterarme ya de todo lo que no sé!