El periodismo está en crisis: corre el riesgo de perder aún más calidad y de convertirse en insustancial. Ha dejado de ser el gran negocio que era en los 90 y sigue en declive: caída de la venta de ejemplares y de publicidad. El periodismo bueno es caro. Si cae el negocio la primera víctima es la calidad: las empresas reducen costos en periodistas (talento) y en recursos (tiempo, herramientas, servicios).
Los diarios no tienen un gran futuro. No migran bien a Internet (su propia tradición es un lastre), y lo que allí ganan no llega a compensar lo que pierden en el papel. En Internet el periodismo tampoco es un gran negocio. Google vende publicidad en sus búsquedas: les ganó de mano a las empresas periodísticas que ya no pueden ser en la Web el potente vehículo publicitario que han sido en papel. Y si algún día llegaran a encontrar en Internet un modelo de negocios, es muy posible que el mercado esté tan atomizado que no permitirá la rentabilidad a la que estaban acostumbrados.
En Estados Unidos ya hay diarios importantes que han cerrado y muchos otros que están boqueando. La cadena Tribune, que publica Los Angeles Times, está al borde de la quiebra. En 2008, 15 mil periodistas fueron despedidos según el Pew Research Center. En estos siete primeros meses del año ya hubo 5.900 periodistas despedidos según la asociación que nuclea a los editores. Cifras tremendas: los diarios pierden corresponsales, especialistas, reducen sus coberturas especiales, cancelan los proyectos de investigación (me resulta muy fácil imaginar gente feliz con esta perspectiva). Y sí: el buen periodismo sale caro.
¿Cómo preservar entonces al buen periodismo en este momento de crisis cuando aún no se han generado nuevos modelos viables y eficaces? Este problema ya se discute en EE.UU. Los debates parten de que el periodismo es una herramienta imprescindible de la democracia. Si es bueno –ahí está la cuestión, claro–, es una herramienta para ayudar a controlar a los gobernantes, para defender los derechos de los más vulnerables, para ayudarnos a comprender y tomar decisiones. Etcétera.
El New York Times está estudiando convertirse en una entidad sin fines de lucro para recibir donaciones de particulares. Es el modelo de las universidades; reciben donaciones gigantescas y así cuentan con dos fuentes de ingresos: los aranceles y los intereses que esas donaciones producen invertidas en el mercado financiero. En la misma línea, ya existe una publicación –Pro Publica– sostenida por donaciones, que realiza investigaciones serias y profundas y las entrega en exclusividad a un medio; luego las pone en su propio sitio de Internet, a disposición de todos.
Otro modelo que se analiza es el de los medios públicos: la británica y prestigiosa BBC, sólo responsable ante su público, “libre de cualquier influencia política y comercial“, sostenida por un impuesto anual a la tenencia de televisores.
Cada modelo tiene sus pros y sus contras; y más si es llevado a la práctica y a la realidad de cada país.Tal vez el peor es el aplicado en Francia. Sarkozy aumentó el subsidio a los grandes diarios (600 millones de euros en tres años sobre los 280 anuales que ya recibían).
Acá las señales de la crisis de los diarios y del periodismo se ve ve en la caída de la circulación –sólo tuvo un respiro en 2005– y de la publicidad, especialmente la de los clasificados. Pero el debate está ausente. Un motivo: nuestra economía es menos compleja y dinámica y la crisis es más lenta. No hay despidos en los medios del país de la magnitud que tienen en EE.UU. (abundan en cambio los retiros voluntarios) ni han quebrado aquí diarios importantes. En síntesis: la crisis no tiene la gravedad que tiene en EE.UU y a nosotros no nos conmueve el largo plazo.
Pero hay otros presuntos obstáculos para debatir el tema. Hablar de calidad periodística y de la búsqueda de modelos alternativos en un clima enrarecido por la pelea del matrimonio Kirchner con Clarín es correr el riesgo de que el tema sea distorsionado, o simplemente desoído. Y hablar de medios públicos puede parecer una ingenuidad cuando nuestros llamados medios públicos hasta ahora no son nuestros ni públicos: son gubernamentales. Aun así creo que es imprescindible pensar estos temas. Porque la ausencia de debate no frenará la crispación; al contrario, le cede el terreno.
La idea es salvar al periodismo en su declive económico y en su incierta transición hacia el mundo digital. El diario ya no es el medio rey; ahora mandan los negocios vinculados con el espectáculo (por eso los Kirchner libran allí la pelea con Clarín). La idea no es salvar a los diarios sino al periodismo. Eso es una tarea estratégica para los periodistas (me parece que hay muchos indiferentes, y otros limitados a la queja), para los empresarios (limitados a su propio interés específico), las universidades (algunas, creídas de que el tema no les concierne o temerosas de recibir un “daño colateral“), y para los intelectuales y los políticos capaces de pensar más allá de la coyuntura y de las alineaciones automáticas.
Nunca habrá condiciones perfectas para este debate. Así que es mejor empezar ya. Porque la crisis del periodismo no va a terminar cuando cese la crispación, ni cuando remonte la economía. Tampoco se va a resolver sola.
*Periodista. http://www.robertoguareschi.com